Leonidas Montes enfatizó que ahora la mitad de los chilenos cree que el estallido fue “malo o muy malo”. “Es como si bajo el velo del autoengaño se manifestara una especie de arrepentimiento colectivo”. La encuesta también abordó preocupaciones de los chilenos y su evaluación de la política.
La encuesta que realiza el Centro de Estudios Públicos es considerada entre los especialistas como «la madre de todas las encuestas». Fue la primera que en plena dictadura empezó a registrar el descontento de los chilenos con el régimen y la primera que mostró como posible el triunfo del NO en el plebiscito de 1988. Desde 1987, el CEP realiza al menos dos versiones de la Encuesta Nacional de Opinión Pública y la última (Nº 92) la conocimos el miércoles recién pasado.
– ¿Qué considera relevante de esta edición de la encuesta CEP?
– Lo más notorio es la preocupación por la seguridad y cómo se dispara el narcotráfico y violencia. Este fenómeno de la delincuencia se viene observando hace tiempo, pero ahora desplaza a otras prioridades, como vivienda, inmigración y salud. Este anhelo por la seguridad tiene también otras consecuencias. Un 73% privilegia el “orden público y seguridad ciudadana” por sobre las “libertades públicas y privadas”. Por si fuera poco, si antes la mayoría de los chilenos valoraba la democracia, hoy a un 31% “le da lo mismo un régimen democrático o autoritario”, un 17% prefiere “en algunas circunstancias un régimen autoritario” y solo un 47% prefiere la democracia. Todo esto es un caldo de cultivo para algún populismo autoritario.
También me parece relevante la percepción de los chilenos respecto a su propia vida. Tal vez como consecuencia de la inseguridad que nos dejó el estallido, valoramos más lo propio. Por eso un 73% de los chilenos está muy satisfecho con su propia vida, un 77% de ellos “satisfechos o muy satisfechos” con el lugar donde viven, un 88% con su pareja, un 93% con sus hijos y un 75% con su trabajo. Eso sí, esta importante revaloración de lo propio y de la familia también va acompañada de mayor tolerancia y apertura en lo valórico. En fin, atrás quedaron los cantos de sirena y los sueños colectivos.
– ¿Cómo ha sido el comportamiento de la encuesta respecto al estallido social y qué podría explicar ese cambio?
– Pareciera que después de cinco años aprendimos las lecciones que nos dejó el octubrismo. En efecto, si en diciembre de 2019 un 55% apoyaba las manifestaciones, ahora solo un 23% dice que las apoyó. Es como si bajo el velo del autoengaño se manifestara una especie de arrepentimiento colectivo. Por si fuera poco, la mitad de los chilenos cree que el estallido fue “malo o muy malo”. Las consecuencias están a la vista: la abrumadora sensación de inseguridad y el estancamiento económico. Lo curioso es que las esperanzas que se abrigaron hace cinco años en el buenismo colectivo han derivado en un realismo individual.
– ¿Ha sido la evaluación de figuras políticas de la CEP un predictor o adelanto en los resultados electorales?
– Nuestra encuesta, reconocida por su rigurosidad metodológica, es una fotografía de un momento, de ese espacio de tiempo donde se realiza el trabajo en terreno. Por tanto, no tiene carácter predictivo. No obstante, entrega señales potentes respecto al conocimiento y la valoración de los personajes políticos. Matthei y Bachelet, ambas muy conocidas, siguen punteando en aprobación positiva con una baja evaluación negativa. Ahora bien, en la evaluación de personajes políticos hay un contraste interesante. Los dos peor evaluados son José Antonio Kast y Lautaro Carmona, con un 50% de rechazo cada uno. Les siguen Camila Vallejo y Arturo Squella con 49%. Los extremos políticos –líderes del PC y Republicanos– marcan la pauta del rechazo.
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