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Juicio evidencia semejanza de homicidios de Los Gallegos con otros crímenes del Tren de Aragua PAÍS Capturas de pantalla sobre la muerte de los Rondón

Juicio evidencia semejanza de homicidios de Los Gallegos con otros crímenes del Tren de Aragua

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Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
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Las semejanzas en la forma de compactar los cuerpos y causar asfixia son evidentes, por ejemplo, en el asesinato del exteniente Ronald Ojeda y en otros homicidios ocurridos en Santiago. Juicio de Los Gallegos entra ya a su recta final y se espera que termine a fines de mes.


Una de las grandes incógnitas acerca del Tren de Aragua (TDA) es cuál es el grado de relación exacta que dicha organización tiene con otras, como Los Gallegos de Caracas, que –según la investigación de la Fiscalía de Arica– también responden al liderazgo del mismo sujeto: Héctor “Niño” Guerrero, actualmente prófugo, así como a otros líderes ubicados en Perú. 

Para muchos, como el experto en crimen organizado Pablo Zeballos, el TDA es “un complejo criminal”, que franquicia el uso de su marca y que exige el cumplimiento de una serie de estándares en materia delictiva, y así ha quedado en evidencia en los últimos días del juicio en contra de Los Gallegos en Arica.

Allí, el Ministerio Público presentó su prueba respecto de varios homicidios cometidos por la organización criminal transnacional, entre los cuales hay tres asesinatos en particular que destacan, pues las víctimas fueron exintegrantes del mismo grupo, que fueron torturados, asfixiados y sepultados vivos, utilizando una serie de técnicas criminales muy específicas que no solo se han observado en el norte, sino también en Santiago, en al menos tres secuestros con homicidio cometidos por el TDA, incluyendo el que quizá sea el más notorio de todos: el del exteniente del Ejército de Venezuela Ronald Ojeda, según indicaron a El Mostrador fuentes vinculadas a dichas investigaciones.

El crimen de Niño Graterol

El caso que mejor refleja la forma en que mataban Los Gallegos es el relativo al homicidio de José Niño Graterol, un miembro de la organización criminal cuyo cuerpo fue encontrado sepultado en el interior de una casa de torturas que el grupo mantenía en Cerro Chuño. Según explicó en el juicio el comisario de la Brigada de Homicidios (BH) de la PDI Moisés Sáez, el 16 de junio de 2022 llegaron a desenterrar el cadáver gracias a los antecedentes aportados por los agentes encubiertos que la policía había infiltrado dentro del grupo y por el testimonio de un testigo con reserva de identidad, quien indicó que Niño, también conocido como “Guaro”, había sido asesinado por una deuda que mantenía con Los Gallegos, por drogas. 

Por cierto, lograron lo anterior gracias a un trabajo de varios meses, que se produjo cuando a partir de 2021 notaron un aumento exponencial de los homicidios: “Recordemos que la ciudad de Arica finalizó con 46 homicidios durante el 2022 y una tasa de 17.1 por cada 100 mil habitantes, mientras que la media nacional era 4, 6%”. Dicha tasa (la de Arica) –explicó el oficial–, era superior a la que tenía Guatemala.

“Guaro” estaba sepultado a 65 cm de profundidad, en un hoyo de 80 por 90 cm. Con apoyo de imágenes, Sáez explicó que el cuerpo estaba envuelto en bolsas de basura negras, amarradas con cinta de embalaje transparente. Además, el cadáver estaba compactado, debido a un complejo sistema de amarras. El principal era una especie de cuerda en forma de cruz, conformada por varias toallas, que usaron para amarrar el cuerpo en forma fetal, desde uno de los hombros hasta los pies. A su vez, los tobillos, antebrazos y muñecas tenían otras amarras y no solo eso: incluso le habían amarrado las falanges distales, con el fin de evitar que moviera los dedos

Todas las amarras anteriores, así como el estado de compresión en que se encontraba el cadáver, son muy semejantes a lo encontrado en el cuerpo del exteniente Ojeda, hallado también en un hoyo (tapado con un radier de cemento) en la llamada “toma haitiana” de Maipú, según indicaron fuentes cercanas al caso, las que precisaron que la única diferencia es que a Ojeda no le amarraron los dedos.

En al menos otros dos secuestros con homicidio acaecidos a fines del año pasado e inicios de este en la Región Metropolitana, se han visto las mismas amarras, que comprimen de tal modo los cuerpos que estos quedan de un tamaño tan pequeño que, como comenta la misma persona, en más de un caso, los investigadores han pensado al inicio que se trataba de niños, para constatar más tarde que eran adultos.

Dicha compresión, explicó Sáez en el juicio, genera la imposibilidad de respirar. De hecho, la causa de muerte de José Niño fue la asfixia (igual que en el caso de Ojeda), pero la compresión del pecho no fue la única causa, puesto que la víctima ariqueña también tenía una toalla fuertemente amarrada al cuello.

Además, el joven venezolano fue severamente torturado antes de morir. Pese a que su cuerpo llevaba cuatro semanas sepultado, al sacarlo de la fosa en que se encontraba se apreciaba a simple vista el rastro de fuertes golpes en su espalda.

Al respecto, el oficial dijo que pese a llevar 17 años en Homicidios y a haber revisado cientos de cadáveres, nunca había visto “este nivel de violencia y crueldad”, y también remarcó la sofisticación del crimen, pues explicó que las ataduras que evidenciaba el cuerpo tenían por objeto asegurar “totalmente la restricción de cualquier movimiento de articulación a nivel superior e inferior”, añadiendo que todo ello tenía por objetivo inmovilizar a la persona “para poder torturarla sin que represente un peligro para quien está ejecutando esa acción”. 

Lo anterior –informó– es propio de organizaciones criminales centroamericanas, que despliegan una gran violencia sobre todo en contra de quienes creen que los han traicionado, con el fin de mostrar su poder y mantener férrea la estructura interna.

Según lo afirmado por el policía, el testigo reservado indicó que los autores del homicidio –y que están acusados por el mismo– eran Yorge Galaviz, Eudiel González y Daniel Garrillo, más conocido como “Maracucho”, quien está acusado también como autor de otros asesinatos.

Amarra confeccionada con toallas, que permite inmovilizar completamente a un adulto.

Los hermanos

Una escucha telefónica captada por la PDI la tarde del 29 de diciembre de 2022, entre un venezolano conocido como “Johan” y un tal “Maicol”, daba cuenta de un segundo crimen, en el cual las víctimas –esta vez– eran dos:

Maicol: Está lo de “Brayita”, mamahuevo.

Johan: Ah, no, pero ya estaban desaparecidos desde hace rato.

Maicol: ¿Sí?

Johan: De ayer, pues.

Maicol: Qué locura, won.

Johan: Yaa… los mataron a los dos, won.

Otra conversación captada esa misma noche por la PDI, entre otros dos venezolanos, daba cuenta del mismo hecho. En esa interceptación, uno de ellos relata que le había “alquilado un carro” a un tal Brayan, conocido como “Brayita”, pero este no daba señas de vida. La explicación se la entregó su interlocutor:

-Lo mataron a él y al hermano anoche, a Brayan y al hermano.

Poco le costó a la policía averiguar quiénes eran los muertos. Se trataba de los medio hermanos Brayan Estrada Rondón y Orlando Rondón Varela, miembros de Los Gallegos, cuyos familiares y amigos comenzaron a despedirlos por medio de redes sociales esos mismos días.

Finalmente, el 24 de mayo, el mismo testigo reservado que había entregado la ubicación del cuerpo de José Niño dijo dónde se encontraban los cadáveres de ambos: en un ruco del sector “La Isla”, en el mismo Cerro Chuño. 

Como Los Gallegos ya habían visto la forma en que habían desenterrado a Niño, esta vez las cosas fueron distintas: no solo los sepultaron a 1.8 metros de profundidad, sino que además, luego de amarrar y compactar a sus víctimas del mismo modo en que lo habían hecho con Niño y de cubrir sus cuerpos con bolsas de basura, los hundieron en un tambor que contenía pintura blanca. 

Luego lanzaron los cadáveres a la fosa que habían cavado, apostando a que la pintura cumpliría una doble función: acelerar la descomposición y, al mismo tiempo, evitar el mal olor. 

Tras sepultarlos, los homicidas no taparon el hoyo con un trozo de madera, como en el caso de Niño, sino que esta vez hicieron un radier de cemento, de 11 cm de grosor, con el cual cubrieron todo el sector, que es lo mismo con lo cual se intentó esconder el cuerpo del teniente Ojeda, en Maipú. 

Siendo Los Gallegos quienes controlaban de facto todo lo que pasaba en Cerro Chuño, ofrecieron en arriendo la mediagua. Cuando la PDI y la Fiscalía irrumpieron en ella, había una familia de migrantes viviendo allí, que horrorizada contempló cómo la policía extraía dos cadáveres completamente descompuestos desde lo que ellos pensaban que era el living de su modesto hogar.

Debido a que estos cuerpos pasaron más tiempo bajo tierra que el de Niño, estaban en muy malas condiciones, pese a lo cual –como dijo en el juicio el subprefecto de la BH Eduardo Ross– hubo varios indicios de lo que vivieron en sus últimos minutos: uno de los cuerpos tenía cuatro bolsas de basura sobre su cabeza y en la fosa donde fueron sepultados se halló también un martillo, salpicado con la misma pintura blanca en que fueron sumidos. Igual que el comisario Sáez, Ross apuntó a la presencia evidente de torturas contra las víctimas, una de las cuales –Brayan– también mantenía deudas con “La Cooperativa”, como le decían a Los Gallegos sus propios miembros.

Ross explicó asimismo que “de no ser por el detalle, conocimiento y exactitud de la información aportada por los testigos, nosotros no hubiésemos encontrado esos cadáveres”. 

En este caso, el testigo reservado apuntó como autores a otros miembros del grupo. El subprefecto explicó que –según esa declaración– quienes habían dado muerte a los hermanos eran Emilio Jones, Misael Zambrano, Daniel Márquez y Leafar Arvelaes

Tanto en el caso de los imputados de este doble crimen como en el relativo a la muerte de José Niño, los abogados defensores han alegado que no existen pruebas directas ni científicas que vinculen a sus defendidos con los homicidios que se les imputan, aseverando que en ambos casos las acusaciones se sostienen en los dichos de un testigo con reserva de identidad, de quien –por supuesto– no se sabe su nombre, pero tampoco se sabe nada más, salvo que –como dijo Ross– “estos testigos protegidos eran gente muy cercana a la organización”.

Asimismo, el subprefecto indicó que en estos casos los testigos tienen mucho miedo, “porque obviamente si la organización toma conocimiento de quiénes son esos, estos testigos están muertos”, agregando que “esas son conductas centroamericanas que no son muy lejanas a lo que pasa en esos países. No obstante, ya hay indicios claros que se están ejecutando en nuestro país”, agregando que un ejemplo de ello fue “el asesinato de una testigo protegida en Ovalle”. Con esto, se refería al crimen de una joven que testificó en contra del Tren de Aragua por varios homicidios acaecidos en Concepción, quien fue relocalizada en Ovalle, como dijo el oficial. “Esa información se filtró, esta organización tomó conocimiento y ella fue acribillada en un servicentro, a vista y paciencia de las personas que se encontraban ahí, sin importar que existieran cámaras de seguridad o alguien que registrara el suceso”, señaló.

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