En este nuevo libro, Germán Silva Cuadra cuenta nueve historias de importantes personajes de la política en Chile, incluyendo los tres últimos presidentes, con una narración que profundiza en su psicología, mientras transcurren los hechos que han marcado la historia reciente de nuestro país.
“Todavía no recuerdo en qué momento me tenté por cruzar la línea para empezar a escribir de política realidad/ficción. Quizás fue porque la realidad pasó a reemplazar de manera brutal a la ficción en Chile, gracias a este verdadero péndulo que hemos vivido en poco menos de cinco años”, dice el escritor y analista Germán Silva Cuadra, en el preámbulo de su libro Coliseo Político. Retratos del poder en Chile (Editorial Vuelo Ártico).
En este nuevo texto, Silva Cuadra cuenta nueve historias de importantes personajes de la política Chile, incluyendo los tres últimos presidentes, además de otras figuras de la contingencia, con una narración que profundiza en su psicología, mientras transcurren los hechos que han marcado la historia reciente de nuestro país.
En conversación con El Mostrador, Germán Silva Cuadra ahonda en sus principales motivaciones, y el cruce entre realidad y ficción como una provocación para los lectores.
-¿Cuál fue tu motivación para hacer este cruce entre realidad y ficción con personajes de la política chilena?
-La verdad es que cada vez la realidad está superando a la ficción en este país, especialmente estos últimos cinco años, y particularmente este 2024, donde todo lo que ha ocurrido con el caso Hermosilla y todo lo que ha derivado después es una verdadera serie de Netflix. Ya ni siquiera nos sorprende nada, si es que a uno se le hubiera ocurrido hace algún tiempo un guion como este, pensarían que está distorsionado de la realidad política en Chile.
Entonces, hemos tenido unos años muy convulsionados, donde han pasado cosas muy sorprendentes y donde nos hemos ido todos cuestionando un poco lo que es la política y también la institucionalidad chilena, que pensamos que era bien sacra hasta hace algunas décadas.
Este es un país que siempre se consideraba correcto, la política funcionaba dentro de ciertos márgenes, había dos bloques desde el inicio de la transición, todos funcionaban más o menos bien, la Iglesia funcionaba bien, el mundo empresarial tenía cierto prestigio y de repente todo se fue derrumbando. Particularmente desde los últimos 10 años, con el caso de financiamiento ilegal de la política; cayó la Iglesia; en este último tiempo, a partir de un audio y de un teléfono, cae el director de la PDI, caen ministros de la Corte Suprema.
Eso es, la verdad, lo que a mí me ha motivado, me dieron ganas de jugar un poco con este juego de realidad-ficción, y tiene que ver un poquito con la ironía. Jugar con ciertos personajes que además se ven muy pulcros, todo se ve muy correcto cuando lo vemos en los medios, en las redes.
Hace varios años, sobre el primer personaje que escribí fue de Andrónico Luksic, jugué con la figura, tenía la impresión que quería ser como candidato presidencial, eso me inspiró y, mientras tanto, iba describiendo un poco lo que pasaba en el país. De hecho en ese libro terminé escribiendo un poco lo que fue el tema del estallido social. Después vino Boric, que me parece un personaje súper interesante, sobre el que escribí el año pasado.
Y en esta tercera aventura tomé nueve personajes chilenos, todos súper actuales. Esa es la invitación, ir tomando personajes y mostrarlos como en otra faceta, mezclando las historias de cierta manera que son independientes, en un país donde la realidad superó la ficción hace rato.
-¿Cuáles fueron tus criterios para la selección de personajes y definir estos nombres?
-Primero, son nueve chilenos y esto tiene un bonus track, que es Javier Milei. Yo trabajo con una editorial que es española, me dijeron la palabra “coliseo” juega bien y podríamos experimentar con algún personaje internacional, y tomo a Milei porque lo encuentro un personaje de ficción, un personaje bizarro de una serie como medio graciosa.
Pero los otros nueve personajes los elegí, primero, porque están súper contingentes. O sea, Matthei, Piñera –que en ese momento todavía estaba vivo– y Boric. También los que están sonando para las candidaturas, hay un relato de Evelyn Matthei, hay uno de Carolina Tohá, de Camila Vallejo. Algunos que estaban sonando y que van a ser en algún momento importantes también, como Luis Silva, que parece que lo mandaron a un retiro, pero seguramente va a reaparecer. También José Antonio Kast.
Y fíjate que hay un personaje que elegí pese a que no es tan contingente, pero tenía como una especie de reivindicación personal con él, con Jaime Mañalich. No lo conozco, pero en el fondo cuento una historia a propósito de la pandemia –este drama que vivimos todos y que finalmente lo sacamos de la conciencia y la memoria como que no hubiera existido- y escribí sobre él porque en el fondo es toda una historia donde administra la pandemia, siendo el personaje más débil de todos e hice un juego por ahí.
En el caso de Sebastián Piñera, yo primero había entregado el libro a la editorial y tuve que retirarlo cuando falleció, por dos cosas, porque estaba incluido en una historia de Boric que me parecía que era muy importante, y segundo, porque también quise hacerle un retoque a su historia que a mí es la que más me gusta. Está ambientada en el rescate de los mineros y es una historia bien entretenida, muy documentada y creo que es a la que más le puse fuerza. Es todo un juego de lo que le va pasando a él y a la gente que lo rodea teniendo a los mineros adentro.
-¿Es un juego con la ficción que se traduce en historias más humanas que políticas, pero documentadas?
-Sí, bastante humanas. Están bien equilibrados además los personajes, gente de izquierda y de derecha políticamente, trato de jugar bien equilibrado, pero lo más humano posible. Por ejemplo, cuando cuento el relato de Piñera es todo lo que le va pasando y las conversaciones que va teniendo en su living, en fin.
He investigado harto también, por ejemplo, cuando escribí el de Boric, yo recorrí el barrio justo cuando hubo unos reportajes en las casas. Y en el caso de este personaje es el único que yo he escrito en primera persona, Gabriel Boric al otro día que sale electo y es como que estuviera hablando con un espejo. Y este cuento lo retiré y lo volví a incluir, porque Irina tenía un protagonismo, entonces, claro, me quedaba cojo el personaje. Y se llama jubilado y soltero a los cuarenta, entonces es súper humano, cuenta todo lo que le va pasando, cómo va cambiando, cómo lo van criticando y queda abierto el cuento.
-¿Qué rol juega –a tu juicio– un texto como este, que dota de una mirada más humana a los personajes políticos, en el contexto actual de crisis de legitimidad institucional?
-Primero, esto es una provocación. En general, estos libros han sido una provocación, quiero construirla un poquito como una saga, porque me motiva mucho eso de tensionar un poco el ambiente, la conversación en este país, donde de repente nos dimos cuenta de que no éramos lo que éramos. Y yo creo que sí hay un desprestigio total, tengo la sensación que, por ejemplo, lo que pasó con las acusaciones constitucionales, particularmente la del juez Muñoz –que fue una especie de venganza de hecho– y todo lo que hemos visto, habla de lo podrido de la política. Y lo podrido arrastra todo, arrastra a las instituciones.
En ese sentido, de alguna manera también creo que es importante que podamos mostrar una cierta mirada que no ponga al otro como un demonio. Ha habido cosas espantosas en este país, pero por lo menos los personajes que yo elegí, que son actores contingentes, finalmente vamos a votar por ellos igual. Por lo que también es bueno que les demos a algunos personajes una cierta oportunidad en este drama.
No sabemos lo que va a pasar, pero en el fondo yo creo que estamos alimentando un estallido, no sé de qué forma ni de qué manera, y finalmente estamos repitiendo el mismo ciclo. Es como si la historia se hubiera puesto de acuerdo para que lo repitiéramos y, como somos tan amnésicos, capaz que después igual nos vamos a estar preguntando qué pasó, por qué no nos dimos cuenta y todo eso.
Entonces, en la medida que también mostremos una cierta faceta de que todos estos personajes tampoco son tan demonios, sino que es la institucionalidad el problema, yo creo que ayuda. Pero particularmente, más que una contribución, este libro es una provocación.
Finalmente, decir que con los dos libros anteriores yo he tenido conversaciones, he tenido debates muy interesantes, donde lo relevante es dejar la duda de qué es realidad y qué es ficción. De hecho, yo conté la historia de Luksic como una historia súper real, que a mí me tocó conocer, y mucha gente pensó que esto era completamente ficticio. Y esa provocación a mí me encanta, encuentro que es un ejercicio súper interesante.
Hay una frase que a mí me encanta, que decía García Márquez cuando le preguntaban ¿cómo se le ocurre escribir estas cosas? Y él dice: “Mira por la ventana, este es un país que tú solamente tienes que escribir, no necesitas ni siquiera pensar mucho”.