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Sara Larraín: “La COP16 fracasó y, a no ser que ocurran milagros, va a pasar lo mismo con la COP29” PAÍS

Sara Larraín: “La COP16 fracasó y, a no ser que ocurran milagros, va a pasar lo mismo con la COP29”

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Francisca Castillo
Por : Francisca Castillo Periodista El Mostrador
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La directora de la Fundación Chile Sustentable se refirió a lo que define como una compleja situación global, debido al incumplimiento reiterado de los objetivos y acuerdos de las convenciones climáticas. “Lamentablemente hay un fracaso político del sistema de Naciones Unidas”, afirmó.


La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) concluye este viernes, con lo que hasta ahora sería un nuevo fracaso para las negociaciones políticas, en particular, por la ausencia de compromisos financieros concretos para hacer frente al cambio climático. 

En conversación con El Mostrador, la directora de la Fundación Chile Sustentable, Sara Larraín, se refirió a lo que define como una compleja situación global, debido al incumplimiento reiterado de los objetivos y acuerdos de las convenciones climáticas. 

Respecto a las causas, Larraín advirtió que las prioridades económicas individuales de los países son las que están primando, frente a un sistema internacional incapaz de resolver la crisis.

“Lamentablemente hay un fracaso político del sistema de Naciones Unidas de llegar a los objetivos que se plantearon. Y es súper terrible decirlo, porque en el fondo, cuando no fuimos capaces a nivel de negociaciones bilaterales o multilaterales parciales, se recurrió a la negociación multilateral global, se formó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, es decir, hemos tratado de resolver los temas a un nivel político más alto. Y eso no está resultando”, recalcó. 

-¿Se están cumpliendo las expectativas de las convenciones climáticas?
-Hoy todo el mundo se atreve a hablarlo públicamente, yo creo que venimos enfrentando un fracaso severo de las negociaciones, particularmente en la Convención de Cambio Climático. Se ha pasado de una situación donde la convención que se firmó el año 92 tenía por objeto revertir el cambio climático, se apostó por el Protocolo de Kioto, fracasó. Aproximadamente en la COP13, en Cancún, se renunció a revertir el cambio climático y se instaló el tema de no superar más de 2 grados en lo posible. Después de eso, Copenhague fue un fracaso, y a continuación con el Acuerdo de París se logró articular, con buenas negociaciones, pero la tendencia nunca ha sido buena.

De hecho, ya fracasamos en limitar la temperatura a 1,5. Este año ya hemos estado en 1,4, casi 1,5. Probablemente vamos a empezar 2025 con 1,6. Y hoy día el sector científico está diciendo que ya vamos a 3,7, porque no se alcanza con los compromisos que hay en la NDC, no se alcanza a cumplir la meta ni siquiera de 2, probablemente estamos entre 3,7, 4,5 o 5 grados más, lo que es un desastre. 

Entonces estamos en una situación súper compleja, porque los objetivos de estas convenciones y los acuerdos, que demoraron años en negociarse, no se están cumpliendo. No hay planes de acción concretos y no hay financiamiento. El tema del financiamiento se viene arrastrando hace bastante tiempo, y ahí me refiero a las dos convenciones.

La convención de biodiversidad ha sido menos bullada, menos publicitada, porque no tiene este panel intergubernamental de cambio climático de científicos que va alertando sobre los informes, qué pasaría con 1,5, qué pasaría con los glaciares, qué pasaría con el agua, qué pasaría con la seguridad alimentaria, eso le ha dado mucha visibilidad a la convención de cambio climático. 

-¿Y cómo evalúas lo que pasó en la COP16?
-En la convención de biodiversidad el fracaso ha sido equivalente, seguimos con una extinción de especies brutales, con la deforestación del Amazonas, la verdad es que la situación es súper compleja. Entonces tuvimos en la COP15 en Canadá un buen acuerdo, equivalente al Acuerdo de París para cambio climático, se comprometió entre comillas financiamiento que se iba a ver en Cali, y se puso esta meta de 30% de los ecosistemas protegidos para el año 2030, lo que fue una buena ambición.

No obstante, vimos lo que pasó en Cali hace cuatro semanas: no se avanzó en programas concretos, con excepción de un pequeño programa marino, en los últimos días de financiamiento no hubo quórum. Además se lanzó un estudio por Stanford y una asociación internacional de periodistas, donde se señala que más del 70% de ese financiamiento no son donaciones, sino que son préstamos, y con altas tasas de interés.

Por lo tanto, lo que está ocurriendo es que los países pobres reciben estos dineros y quedan endeudados, es decir, además del desastre, quedan endeudados, donde el principal siniestro es Japón, después viene Francia, incluso Alemania, entonces estamos en el peor de los mundos, porque no se está cumpliendo ni siquiera la solidaridad, o el equiparar la cancha para que los países que más destruyen tengan que cooperar para mayor protección.

La COP16 fue un fracaso y la verdad es que, a no ser que ocurran milagros, va a pasar lo mismo con la COP29. El mismo jefe de las negociaciones climáticas de Naciones Unidas ha señalado que paremos el teatro y que nos pongamos serios para las discusiones, porque la convención está siendo un fracaso, y la verdad es que no hay mucha esperanza.

-¿Cómo interpretas las negociaciones políticas y su fracaso en hacerse cargo de la crisis climática? 
-Lo primero que podemos decir con toda responsabilidad es que, lamentablemente, hay un fracaso político del sistema de Naciones Unidas de llegar a los objetivos que se plantearon. Y es súper terrible decirlo, porque en el fondo, cuando no fuimos capaces a nivel de negociaciones bilaterales o multilaterales parciales, se recurrió a la negociación multilateral global, se formó el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, es decir, hemos tratado de resolver los temas a un nivel político más alto y más multilateral. Y eso no está resultando.

Por lo tanto, es bastante desesperanzador. Además con el numerito de Milei que retira la delegación de la Convención de Cambio Climático, el canciller argentino ha señalado que no, pero nadie sabe finalmente qué va a pasar. Trump probablemente va a tratar de retirarse nuevamente. Entonces, no hay un buen panorama. 

Se trata de convenciones ambientales, multilaterales, pero la verdad es que son convenciones de seguridad, son convenciones vinculadas a la seguridad humana, a seguridad estratégica por pelea de recursos. Son verdaderas convenciones de tipo geopolítico, y en términos geopolíticos estamos pésimo, estamos con dos guerras desatadas y no hemos logrado sentar a los países a negociaciones con el objeto de parar la destrucción.

La verdad es que las prioridades económicas individuales de los países son las que están primando y, por lo tanto, el sistema internacional está fracasando hace muchos años. Entonces, yo creo que la Asamblea General de Naciones Unidas en términos de seguridad está teniendo problemas y no se están concretando las cosas, hay muchas declaraciones de buenas intenciones, pero con eso no avanzamos, no cambia nada. 

-Resolver la crisis geopolítica es necesario para avanzar en las negociaciones medioambientales, ¿están encadenadas ambas cosas?
-Totalmente encadenadas, porque en el fondo lo que hay es una proyección del desarrollo económico de distintos países, muchos de ellos en base a sus propios recursos naturales, como en el caso de los países árabes, Emiratos y compañía. Otros, en relación a sus productos mineros, como en el caso de Chile, Australia u otros. La verdad es que no están las conversaciones, ni el nivel de compromisos de financiamiento para poder –en el caso de algunos países con combustibles fósiles, por ejemplo–, para cambio climático, poder reducir la extracción y la exportación, o con un apoyo internacional para al menos compensar parte de lo que no se gana y dejar los combustibles fósiles en el suelo, es decir, sin explotar.

Han habido experimentos en países que han puesto su renuncia a explotar sus recursos naturales sobre la mesa, y la verdad es que no ha habido una respuesta de la comunidad internacional. Desde esa perspectiva no estamos viendo mucha salida.

Y la verdad es que se está apostando un poco al financiamiento porque creemos que han sido mucho más eficientes algunas iniciativas de sectores no estatales e, incluso, algunas iniciativas locales. Entonces, estamos pensando que probablemente se va a avanzar mucho más en términos concretos de reducción de emisiones de abajo hacia arriba, con experiencias desde los territorios, desde comunas, desde regiones, desde provincias, desde naciones. Como el mismo caso de Chile, en el caso de su transición para la descarbonización. 

No sé si vamos a lograr llegar al peak del año 2025 y empezar a bajar. Todo dice que con el cierre de las carboneras podríamos hacer la diferencia, y hay que poner algunas otras cosas en la ecuación. Pero estamos en una situación súper compleja, donde desde la perspectiva de la gobernanza internacional no estamos logrando avanzar en los objetivos y, por lo tanto, cada vez más vamos fracasando en las metas. 

Los impactos asociados ya están afectando muy seriamente las economías, la seguridad alimentaria y la protección de la biodiversidad, que tiene que ver no solamente con la deforestación, sino que tiene que ver con los tremendos incendios forestales que están ocurriendo en todos los continentes por el aumento de temperatura y la mayor sequedad de esos bosques. 

-En ese sentido, ¿cómo has visto a Chile y la gestión del Gobierno a través del Ministerio del Medio Ambiente? 
-Aquí, lamentablemente, el que pone la dirección es el Ministerio de Hacienda. Y el Presidente dirá algunas pequeñas cositas, por lo menos en el mensaje a la prensa o en la vocería, pero la verdad es que aquí la decisión expresa es de Hacienda. 

Particularmente en el caso de Chile, la economía basada en extracción y exportación de recursos naturales determina la política ambiental. Por tanto, la política minera, la política forestal, la política agrícola, van a depender de los acuerdos con los distintos gremios empresariales, un acuerdo económico-político, Estado-mercado, que es el que finalmente toma las decisiones.

La verdad es que no hay un diseño de elaboración de políticas públicas y una dirección para cumplir los programas de gobierno, y ni siquiera de poner ciertos indicadores de estándares de bien común. Y, por lo tanto, también a nivel de las economías nacionales –que finalmente no son modelos de desarrollo nacional, sino que son economías nacionales– están determinando el desarrollo de cada uno de los sectores económicos, además del destino del medio ambiente, y de lo que ocurre con la calidad de vida o la salud de la población. En el caso de los combustibles fósiles y las 28 carboneras concentradas en 5 comunas, eso tiene efecto.

Con esto estamos viendo que los Estados no están cumpliendo la función por la cual fueron creados, este objetivo político de los Estados nacionales de poder asegurar algunos mecanismos y un sistema de gobernanza con cierta justicia o al menos la sana convivencia de los intereses de todos los sectores en la sociedad. Eso no está ocurriendo.

El extremo son las famosas zonas de sacrificio, donde hay compatriotas que tienen que vivir problemas de salud, y no es que me voy a resfriar o me va a dar asma, son estadísticas de 300% más enfermedades cardiovasculares o mortalidad que en la media nacional, a ese nivel, si tú lo miras en cifras objetivas. Y regiones que obviamente tienen un PIB mayor, como las regiones mineras donde no les llega una recompensa, ahora con el royalty va a mejorar un poquito, pero no les llega como recompensa lo que se saca de esas regiones. Estamos llenos de inequidades en la gobernanza del Estado.

Lo que hemos visto, no solamente en Chile, también en el mundo, es que los beneficios del crecimiento económico no están chorreando hacia abajo, más bien están desafiando la ley de la gravedad y se están concentrando hacia arriba. Por lo tanto, lo que ha ocurrido es una concentración de la riqueza en ciertos sectores.

Los Estados están más empobrecidos y la población cada vez con una brecha mayor, entonces estamos en una situación donde los derechos sociales están en un punto de tensión muy fuerte, y eso genera mayor dificultad en la negociación política y, obviamente, cero espacio de poder avanzar en niveles de protección. Estamos en una situación bastante vulnerable, donde las certezas y lo que se puede gestionar desde los Estados y el sector político es poco.

-Finalmente, hablemos de lo que sí se puede gestionar desde la sociedad civil, y el trabajo, por ejemplo, que están haciendo desde Chile Sustentable y el estudio sobre descarbonización.
-En Chile, por necesidad y por un tremendo trabajo de liderazgo de la sociedad civil, se logró avanzar en una transición energética que empezó antes que se llamara transición, con una primera ley de energías renovables obligatoria del 10%. Esta cuota gatilló una cierta reacción del mercado, porque tenían que cumplir aquello y, bueno, llegamos a un momento donde se pudo poner en 20% la meta obligatoria. Esto logró diversificar el mercado y, en vez de las cuatro empresas que monopolizaban todo en la década de los 90, hoy día tenemos cientos de empresas que están generando.

Hemos llevado adelante una posibilidad de menores costos de las tecnologías, tanto solar como eólica, en el mercado internacional, y hoy día en términos de proporción de generación renovable somos el país líder –en relación con su matriz general–. En proporción es el que tiene más energías renovables a nivel mundial.

Al mismo tiempo, se avanzó en una ley para reconocer el almacenamiento, ya que todos estos sistemas, como son variables, requieren almacenar la energía del sol en batería, para soltarla en la noche y no tener que poner carbón o petróleo. Y en este momento, ya incluso en lo que proyecta todo el sector internacional, los países que tienen un porcentaje muy importante de energías renovables variables requieren una gestión del sistema eléctrico distinto de los países que todavía tienen un porcentaje de energía 24-7, en el cual tú vas metiendo el carbón, el petróleo o el gas, y sigue funcionando ad eternum, pero con un recurso que es caro y que resulta en precios de la energía mucho más altos. 

Y lo que hemos hecho en los últimos meses, con el Instituto de Sistemas Complejos de Ingeniería de la Universidad de Chile, liderado por Rodrigo Moreno y por Claudia Raman, que es la directora de la Escuela de Ingeniería, es liderar un estudio para ver cuáles son estas nuevas tecnologías que pueden operar como servicios complementarios para una matriz que hoy día está acercándose al 50% de energías renovables variables, y que queremos llegar al año 2040-2050 a 100% de energías renovables.

Con la hidroelectricidad podemos usar los embalses como batería y soltar solamente en la noche cuando no tenemos energía solar, es decir, en vez de tener una batería a litio, podemos tener el embalse y no soltar agua en el día, pero sí dejarlo para la noche. Podemos manejar hidroelectricidad de más un 100% de energía variable con condensadores síncronos, y realmente tener un modelo operado de una forma distinta. 

Y es por eso que en este estudio hemos levantado la experiencia internacional, hemos analizado la última licitación del Coordinador Eléctrico, hemos detectado problemas en términos económicos y de operación del sistema en la licitación del Coordinador, y hemos propuesto enriquecer las alternativas de estos servicios complementarios con las nuevas tecnologías. Para que así el sistema chileno avance más rápido en el ingreso de más energía solar y eólica y, al mismo tiempo, que el sistema pueda asegurar estabilidad, como seguridad. 

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