Esta semana el presidente francés, Emmanuel Macron, firmó con Chile el acuerdo para un centro franco-chileno de inteligencia artificial. En esta entrevista, Aisén Etcheverry profundiza en cómo dicho acuerdo pondrá a Chile a la vanguardia en materia regulatoria de la revolución fundamental del siglo.
Esta semana, en el marco de la visita de Estado a Chile del presidente de Francia, Emmanuel Macron, se formalizó un acuerdo estratégico para la creación del Centro Binacional Franco-Chileno de Inteligencia Artificial.
En esta entrevista, la ministra de Ciencia, Aisén Etcheverry, reflexiona sobre los intereses comunes que sustentan esta ambiciosa alianza y acerca de los desafíos de construir un marco regulatorio que garantice tanto la innovación como la ética en la aplicación de la inteligencia artificial (IA). Desde la certificación de algoritmos hasta la interoperabilidad de sistemas regulatorios, Etcheverry destaca el potencial del centro binacional para convertir a Chile en un puente entre América Latina y Europa en materia de IA.
Más allá de los avances tecnológicos, la ministra subraya la importancia de definir principios sociales y políticos que guíen esta revolución, que se perfila como la más grande de la humanidad, para lo cual esta colaboración entre Chile y Francia –sostiene– permita construir un futuro donde la tecnología y la sostenibilidad converjan en beneficio de la sociedad.
-¿Cuáles son los intereses, ministra, que se cruzan para que el presidente Macron venga a Chile, entre otros asuntos, a firmar un acuerdo para el desarrollo de la inteligencia artificial con nuestro país?
-De los años 60 que colaboramos con Francia. Es la colaboración científica más antigua que tenemos. No estaríamos hoy en esta colaboración si no hubiéramos hecho esa tarea previa. En este caso, no se trata solo de cómo desarrollamos nuestras capacidades, es más de fondo, tenemos una visión compartida en el sentido que el desarrollo de la IA no trata solo de tecnología, sino de la construcción de la sociedad.
Ahora si uno mira el modelo de la alianza, que está bien está acotado al mundo de la inteligencia artificial y las políticas públicas, lo que ve es que hay una nueva forma de hacer colaboración binacional científica que no tenemos con ningún otro país. Es un desafío. Ni Francia ni Chile lo han hecho nunca con nadie.
-¿Cómo visualiza el impacto de este centro binacional en inteligencia artificial en el corto plazo?
-En el corto plazo, que es el próximo año, tenemos que definir una hoja de ruta con dos o tres ejes estratégicos. Hoy día, inteligencia artificial tiene muchas aristas, la ambición es avanzar con cosas muy concretas, certificación de algoritmos, que ya es una línea que está más o menos dibujada, pero tenemos que definir cuáles van a ser las otras dos, que puede ser desde futuro del trabajo hasta infraestructura y cómputo o temas vinculados a educación, por ejemplo. Ese segundo espacio tenemos que definirlo. Ahora, la forma de definirlo es con una gobernanza, donde vamos a participar los dos países.
Nuestra idea es poder tener la primera reunión de ese consejo directivo en febrero, durante la cumbre de inteligencia artificial en París y preparar ya a los equipos de trabajo durante todo el 2025, cosa de que cuando esto ya se active definitivamente, que va a ser a partir de enero de 2026, las líneas de trabajo estén definidas, ojalá con metas y con objetivos.
-¿Por qué es importante avanzar en conjunto con Francia en una certificación de algoritmos?
-Porque esto también viene de la mano de una ambición que es de comercio y de crecimiento económico. Hoy estamos todos los países moviéndonos a un mundo de regulaciones de inteligencia artificial. Y no queremos que pase con la IA lo que pasó en algún minuto con los medicamentos. Porque si cada país empieza con su propio sistema de certificación, va a ser muy difícil para nuestras empresas poder entrar a otros mercados. Y para otras empresas, de otros países, poder entrar al nuestro.
Si es que los modelos son similares, empezamos a tener esta interoperabilidad de sistemas regulatorios, y para países que están haciendo apuestas ambiciosas como Chile, las oportunidades que se abren para las startups chilenas en materia de inteligencia artificial son una ventaja. O sea, la proactividad regulatoria puede ser una ventaja competitiva.
-Pero el desarrollo de estas regulaciones es con Francia. ¿Se asume, entonces, que desde este vínculo con Francia la certificación sea homologada a toda la Unión Europea?
-Ese es el desafío. Si uno mira la regulación europea, ellos propusieron un modelo de certificación ex ante, es decir, yo certifico y luego de eso puedo ingresar al mercado, con una regulación que es común a toda la Unión, por lo tanto, el mercado completo. Es decir, no lo exigimos como forma de ingresar al mercado, pero sí como parte del proceso de fiscalización de la ley. Así está establecido en nuestra regulación. Nuestra regulación conversa muy bien con la europea en términos de qué consideramos el uso ético, de cuáles son los riesgos y tal.
Por lo tanto, si nuestros modelos de certificación, a pesar de que están en momentos distintos, son similares y los construimos de manera conjunta, entonces nuestra empresas podrían entrar al mercado europeo de manera mucho más fácil con capacidades establecidas en Chile, porque se podría homologar nuestra certificación o nuestro trabajo acá a lo que hacen los europeos allá.
Entonces, eso es un ejemplo súper concreto de cómo no se trata solo de decir que queremos que la inteligencia artificial sea ética y que no haya riesgo, sino que además queremos que sea una herramienta de crecimiento económico y un espacio donde Chile ya tiene un liderazgo concreto en Latinoamérica, que se puede acelerar a través de este tipo de mecanismos.
-¿Cómo conversa esta vanguardia en términos de certificaciones y regulación con el desarrollo propiamente tal de la inteligencia artificial?
-Yo diría que de dos formas. La primera es porque el tener adelantadamente la discusión regulatoria entrega certezas respecto a lo que se puede y lo que no se puede hacer. Y hoy día vivimos en un mundo donde la inteligencia artificial está llena de incertezas. El contar con una regulación que diga esto sí, esto no, esto con cuidado, lo que entrega es certeza de cuál es la cancha en la que te puedes mover. Y eso es algo que para las empresas, y sobre todo para las startups que hacen inversiones de riesgo, es muy valioso. Eso es lo primero.
Lo segundo de por qué esto es importante, tiene que ver con cómo se modela esto hacia el futuro. Las regulaciones finalmente igual trazan un camino hacia donde uno quiere avanzar. Y creo que quedó súper claro a propósito de la visita del presidente Macron también y lo dijo el Presidente Boric en sus intervenciones: Chile tiene una ambición respecto a estas materias y no estamos sentados esperando a que pasen las cosas, ni siquiera estamos en una posición como a la defensiva en temas como el cambio climático o el desarrollo tecnológico, sino que como Gobierno tenemos una idea clara de cómo se construye el mundo hacia adelante.
Hay una visión, es un tipo de crecimiento económico que tiene ciertas características. Y dentro de esas características, el que la tecnología esté al servicio de las sociedades, de las comunidades, de las personas, y no en su contra, el que la brecha digital que hoy día existe entre los países sea la menor posible, el que tengamos representatividad de todas las culturas en este nuevo desarrollo tecnológico, es parte de esa visión. El contar con regulaciones adelantadas nos permite incidir en esa construcción futura, que es algo que no hemos hecho en años, ni siquiera creo que nunca lo hemos hecho en materia tecnológica.
-De acuerdo, se trata de una posición de vanguardia en materia regulatoria, pero ¿cómo hace frente esta vanguardia a la velocidad exponencial con la que se desarrolla actualmente la inteligencia artificial?
-El diputado Aedo, en una de las últimas sesiones, dijo algo que creo que apunta un poco a esa pregunta. Dijo ustedes se dan cuenta de que aquí no estamos regulando una tecnología, ni siquiera inteligencia artificial, si es que empujamos un poco el carro, sino que lo que estamos discutiendo es sobre lo que consideramos correcto o incorrecto como forma de construir sociedad.
De eso se trata en el fondo y, si uno mira cómo está construida la regulación que presentamos, es una regulación que lo que hace es establecer principios sociales de cómo queremos que las cosas sean, ¿verdad?, queremos que sean con transparencia, queremos que sean con respeto a los derechos humanos, queremos que sea cuidando el medio ambiente, haciéndonos cargo de los sesgos de género. Eso es una visión de mundo, eso no es una tecnología.
Lo que sí estamos aprendiendo a hacer, y algo de eso avanzamos con la regulación de fintech, por ejemplo, es a tener mecanismos institucionales, regulaciones, estándares, otros, que nos permitan asegurarnos de que las nuevas tecnologías cumplan con estos marcos sociales que nos hemos dado, de eso se trata un poco la regulación en términos súper específicos.
-Expertos en nivel mundial y también en Chile señalan que no estamos frente a una gran tecnología, o a la tecnología más disruptiva de todas. Señalan que estamos frente a la más grande revolución de la humanidad. ¿Qué piensa usted?
-Yo estoy convencida de que esta es la revolución más grande de la humanidad. Absolutamente convencida. No tengo ni una duda. Ni una duda de que en 3 o 5 años más vamos a estar viviendo en un mundo completamente distinto al que estamos viviendo hoy, pero a partir de esa constatación a mí me aparecen dos reflexiones que creo que son importantes: una es que hay algo en lo que es humano que es único e irrepetible y lo vemos cada uno de nosotros cuando nos sentamos frente a otra persona y la miramos a los ojos y se crean cosas que son a veces indescriptibles.
-Es lo que nos hace humanos…
-Exacto. Eso es irrepetible para una máquina, porque ni siquiera es descriptible. Y lo segundo es que hay un desafío que es político, un desafío para la política de construir los cimientos sobre los cuales este mundo nuevo en el que vamos a vivir permita bienestar, y que permita más democracia y que permita progreso, entendido como el poder avanza con respeto hacia la naturaleza, hacia las otras personas. Y eso es política pura y dura. Eso no es técnica, eso es política.
Entonces, cuando yo digo que el mundo ya no será el mismo, lo digo convencida. Y eso es lo que se escuchó del presidente Macron en Chile y lo que el Presidente Boric repite permanentemente, que es cómo, desde el lugar en donde estamos, nos hacemos cargo de esa revolución para que el resultado de aquello sea el mundo en el que queremos vivir. Yo quiero vivir en un mundo con más medio ambiente, con más igualdad, con más democracia, con más libertad. Ese es el mundo que quiero vivir. Yo no quiero vivir en un mundo distópico. Que es lo que proponen algunos también. Y lo proponen muy de la mano del desarrollo tecnológico. Esa es la disputa hoy día.
Yo creo que ahí está el corazón del asunto. Desde nuestro rinconcito del mundo, que es un rinconcito bien relevante en términos geopolíticos, y con la ambición que a veces demostramos los chilenos, estamos haciendo eso con nuestra ley. Proponemos una visión basada en principios, en derechos, donde la tecnología es algo que queremos aprovechar, porque sirve, y la queremos para crecer económicamente, pero también tiene ciertos límites.
-La noto muy entusiasmada de lo que se puede hacer desde esta parte. ¿De dónde viene ese entusiasmo?
-Difícil pregunta. Mire, el ser ministra es un gran privilegio. Y parte de ese privilegio viene dado de que uno puede, o tiene el espacio de, compartir con personas que están liderando globalmente, los presidentes de los países, que son personas que están expuestas a muchas cosas, pero que también tienen la posibilidad de mirar desde arriba hacia dónde avanzan esas cosas.
Es lo que uno ve cuando escucha al Presidente Boric que se para en Naciones Unidas y dice tenemos que creer y defender la ciencia. Y es lo mismo que se escucha del presidente Macron, que puede ser de una tendencia política muy distinta a la del Presidente Boric, pero que cree en una sociedad que se construye sobre estos pilares. De ahí viene el entusiasmo.
-Volviendo al tema de esta alianza franco-chilena, ¿qué beneficios va a traer este centro binacional para los desarrolladores chilenos?
-Lo que hace el acuerdo es transformar al Inria (Instituto francés de investigación en ciencias y tecnologías digitales) en algo distinto. Yo creo que eso es lo esencial. El Inria hasta ahora había sido un centro de investigación y, por lo tanto, desarrollaba proyectos, soluciones, recibía fondos, un centro de investigación. El Inria cambió su rol en Francia hace dos o tres años y se transformó en el organismo del Estado a cargo de implementar las políticas de inteligencia artificial.
De eso dijimos bueno, ¿y qué tal si cambiara el rol del Inria en Chile también? Y, por lo tanto, el Inria deja de ser un centro de investigación y se transforma en este centro binacional. ¿Qué significa eso? Significa que para los temas vinculados a inteligencia artificial, toda la oferta que tiene Francia para el desarrollo de la IA, se abre a los investigadores y a las startups chilenas a través del Inria. Por lo tanto ya no es un actor más dentro del ecosistema sino que se transforma en una puerta a un ecosistema mayor que es el ecosistema francés.
Por ejemplo, Francia está invirtiendo varios billones de euros en desarrollo de startups de inteligencia artificial. Parte de lo que hemos conversado es que Inria Chile nos va a permitir canalizar que startups chilenas puedan acceder a esos recursos, aliarse con startups francesas y obtener financiamiento desde ese espacio también, por ejemplo. Se trata de una puerta de dos lados. Una hacia Francia y todo el ecosistema europeo, y una hacia Chile y ojalá todo el ecosistema latinoamericano.
-Se entiende el interés que puede tener Chile de poner sus fichas en Europa a través de Francia, ¿pero cuál es el interés de Francia de estar acá en Chile?
-Yo diría que por varias razones. Una es esta historia, de 60 años de colaboración científica, y con una buena presencia de empresas. Lo segundo es porque tanto Chile como Francia tenemos ambiciones bien claras respecto de qué queremos de la inteligencia artificial. Chile ha hecho inversiones en recursos, hemos construido una posición de liderazgo a nivel de Latinoamérica. Entendemos que no es un tema que exista o se pueda cerrar solo en Estados Unidos o en China, sino que tiene que estar diversificado en cuanto a su origen. Y eso es una visión sobre la cual además hemos construido capacidades.
Entonces, tanto Chile como Francia, a lo largo de los últimos cinco años o seis años, dijimos sí, aquí hacemos una apuesta, sí, aquí invertimos, y aquí sí invertimos además con esta visión. Entonces, eso es lo que ve. Visión, compromiso económico, compromiso político en una agenda y capacidades ya instaladas en el país sobre las cuales construirse.
-Los grandes polos, sin embargo, de desarrollo de la inteligencia artificial no están en Europa, sino en Estados Unidos y en China.
-Cierto. Las grandes empresas de IA no están en Europa ni están en Chile. Sin embargo, la inteligencia artificial no es solo una tecnología. La inteligencia artificial es un vector de transformación social. Y eso no lo medimos. Y, sin embargo, es extremadamente importante. Entonces cuando nosotros decimos Chile, líder en inteligencia artificial, no significa que queremos tener la mayor cantidad de empresas desarrollando algoritmos de IA. Queremos tener esas empresas, por supuesto, pero queremos esto otro también.
Cuando hablamos de inteligencia artificial, no estamos hablando de una tecnología, estamos hablando de una revolución. Y entonces la visión social, cultural, política que hay detrás es súper importante. Y cuando uno mira lo que ha ocurrido, con errores y con aciertos, porque hay de los dos, luces y sombras, han tenido una aproximación desde lo político-social a la tecnología que, creo, ha tenido un impacto en la discusión global. Y algo de eso es lo que nosotros estamos tratando de capturar.
-Quiero conectar, finalmente, la inteligencia artificial con la otra industria global en pleno apogeo, la de las energías renovables. Europa está también interesado en avanzar en la certificación de hidrógeno verde, ¿cómo esta regulación en materia de IA incorpora elementos de sostenibilidad?
-Hay una política que acompaña esta regulación que creo que es esencial, que es lo que estamos haciendo con el Plan Nacional de Data Center. La inteligencia artificial como tecnología no ocurre en el vacío, sino que requiere de cables y de computadores y de GPU y de un montón de máquinas. Y esas máquinas tienen un consumo hídrico y un consumo energético que es brutal. Y en particular el consumo energético hoy día es uno de los principales cuellos de botella para el desarrollo de esa industria. Tanto es así que todos leímos la noticia de una gran empresa tecnológica reactivando una planta nuclear para poder entregarle energía a su data center.
Entonces, volviendo a esta lógica de cómo construimos el mundo, nosotros queremos IA y desarrollo tecnológico, queremos una industria descarbonizada y más sustentable y nos sentamos a ver cómo podemos combinar estas dos cosas, y resulta que Chile tiene una agenda de energía renovable muy potente y ocurre que, a diferencia de la energía que es muy difícil de mover, los datos no son tan difíciles. Entonces dijimos ¿cómo podemos conectar las dos cosas? Y a partir de ahí aparece el Plan Nacional de Data Center, que lo que busca es poder conectar la necesidad de infraestructura con energías renovables y ojalá desde acá contribuir a que esta industria, que hoy día no es una industria muy amistosa con el medio ambiente, sí lo pueda ser en un futuro cercano, aprovechando las capacidades que tiene Chile, por ejemplo, en energías limpias.