Conseguir votos en el Barrio Norte de Concepción, donde su expartido (la DC) lo había bloqueado, era a juicio del autor el objetivo del gobernador Rodrigo Díaz al financiar a Polizzi, sobrina de un conocido caudillo político de ese sector.
Camila Polizzi y el poder al desnudo (Editorial Zig Zag) es el primer libro del periodista Maxiliano Alarcón, miembro del staff de Interferencia, ha trabajado también en medio como El Mercurio y Radio Universidad de Chile, y en la investigación periodística que se lanza oficialmente el próximo viernes 6, a las 19 horas, en la librería Catalonia, en avenida Santa Isabel 1235, Providencia.
En el texto se adentra no solo en la vida de la polémica penquista, que hasta hace poco se financiaba -mientras se encuentra en arresto domiciliario en su casa de Concepción- vendiendo contenido erótico en redes sociales, lo que posteriormente fue imitado por la exalcaldesa Cathy Barriga, negocio que comenzó a fracasar cuando -en el caso de ambas- la justicia dictó embargos sobre los dineros obtenidos por dicha vía.
-¿Cómo se inserta este caso en el contexto nacional?
-Estalla en momentos en que el caso principal era Democracia Viva, un tema muy potente a nivel mediático y político porque estaba directamente involucrada la diputada Catarlna Pérez, íntima de Giorgio Jackson y de Gabriel Boric. Entonces los medios -y también los políticos- le hincaron el diente a ese caso, en cuyo contexto además ocurrió el robo de computadores en el Ministerio de Desarrollo Social, que fue muy extraño y que después prácticamente se olvida. En eso estaban todos cuando, de repente, Las Últimas Noticias publica en su portada un título que decía “Caso lencería” y hablaba de los 57 mil pesos gastados en una tienda de ropa interior. Eso cambió totalmente el foco de la atención nacional, tanto a nivel político como tanto a nivel mediático, de lo que era el caso convenio hasta ese momento. En Democracia Viva se entiende que se hayan fijado porque había importantes figuras de poder, como Giorgio Jackson y Carlos Montes, pero después todo el foco cambia hacia un personaje que no tenía ningún tipo de poder.
No es por tratar de defenderla, pero Camila Polizzi era una mujer egresada de cuarto medio, madre soltera de dos hijas, que no tenía padrinos políticos importantes ni una familia ligada -por ejemplo- al mundo de los negocios, y toda la atención se centra en ella. Lo curioso también es que estaba estallando el caso Procultura, que hoy podemos decir que, al menos para mí, es el caso más importante del caso Convenios, tanto por la cantidad de plata implicada como por los vínculos de Alberto Larraín. En términos de dinero, solo en Bío Bío son más de dos millones.
-Hay gente que ha sostenido que hubo una operación política y mediática. ¿Suscribes a esa idea?
-Yo no puedo afirmar eso, pero sí planteo en el libro que cuando estalló este caso, en las afueras del Gobierno Regional del Bío Bío había matinales de canales nacionales que llegaron a tener hasta tres periodistas, cubriendo el caso de una chica de Concepción que era irrelevante en términos de poder. Claro, hay personas que piensan eso que se operó directamente desde La Moneda para tapar, para que la atención se entrara acá y no se mirara a lo otro. Y claro, ¿qué era lo otro? Era Giorgio Jackson por un lado y Procultura, por el otro. En ese contexto todo se concentró en Camila Polizzi y así fue más o menos durante un año. Hasta el día de hoy Camila Polizz es un tema muy muy de interés para los medios de comunicación, mientras que Procultura pasó prácticamente desapercibido y Democracia Viva prácticamente al olvido.
-¿Y no será que ello obedezca a la difusión de su propia imagen que ella efectuaba, en ese momento por medio de Instagram?
-Exacto, y eso también es lo que a mí me gusta de esta historia: que está llena de grises. No podemos decir, por ejemplo, que la situación de Camila Polizzi es muy injusta o que también es totalmente culpable, y así de cualquier personaje, incluyendo Rodrigo Díaz, también de las fiscales. No podemos afirmar algo como blanco o negro, que es como lo que se acostumbra ahora socialmente. Yo creo que lo interesante de esta historia es el área de grises. Y claro, en el libro se relata como Camila Polizzi comenzó a explotar su propia imagen desde la adolescencia. Por decirlo de algún modo, fue la reina del fotolog en Concepción, era muy conocida ahí y a eso se suman elementos que ya tienen que ver con la mala suerte para ella, como involucrarse con un señor analfabeto o que un seremi hable de sicariato. Así se fueron sumando muchos elementos que hacen de esta historia algo muy interesante. Además, recordemos que la política se farandulizó mucho desde hace algunos años atrás, un poco antes del estallido social. Entonces es una historia que mezcla ambos elementos.
-En el título hablas del poder. ¿Quiénes son los personajes que lo representan en el libro, si no es -como ya indicaste- Camila Polizzi?
-Fundamentalmente, el gobernador regional, Rodrigo Díaz y la Fiscal Regional, Marcela Cartagena y, un poco más abajo, la fiscal anticorrupción María José Aguayo. Ellos tienen poder real en términos objetivos. En el caso del gobernador, es un cargo que yo creo que la opinión pública todavía no entiende muy bien, pero se trata de personas manejan una cantidad de plata con la cual pueden acceder a mucho poder, porque puede financiar las iniciativas que quieran, pues recordemos que había un cierto tipo de proyectos que podían financiar hasta por un monto determinado sin necesidad de consultar el Consejo Regional. Volviendo a los personajes, en el libro se relata cómo Polizzi tenía una ambición, gracias a lo cual llegó a los círculos políticos de Concepción. Rodrigo Díaz también tenía su propia ambición, que era ser un caudillo de la zona. En provincia, a diferencia de la capital, la política no sobrevive sin caudillos, pues los partidos políticos no tienen una subsistencia, una orgánica que funcione, sino que simplemente funcionan en base a sus caudillos. Y Rodrigo Díaz estaba apuntando a convertirse en el principal caudillo del Bío Bío para así después llegar a otras instancias. Se dice que quería llegar al Senado o que incluso pensaba aspirar a la presidencia, porque estaba gozando de una muy buena posición.
-¿Cuál es el vínculo? ¿Pudiste determinar por qué ella fue beneficiada económicamente?
-Sí, por el clientelismo. Rodrigo Díaz había renunciado a la Democracia Cristiana, estaba sin partido político, pero incluso cuando era DC él venía incluyendo personas de otros partidos políticos, desde la centroizquierda. Por ejemplo, trabajaba con Rodrigo Martínez, que era socialista, pero después, cuando asume como gobernador, ya fuera de la DC, empieza a ampliar su mundo. ¿Y cómo lo amplía? A manos de Evópoli, principalmente de Javier Álvarez, el empresario. Rodrigo Díaz se cambia de casa, pasa a vivir en un barrio de clase media, que es Huertos Familiares, y se va a vivir a Lonco. Entonces empieza a cambiar todo su perfil, se empieza a derechizar más y también empieza a incluir todo lo que le sirva, todo lo que le permita acumular más redes, porque como era independiente, se sentía con total libertad, y como aquí la política funciona en base a caudillaje, tenía mucho sentido. Y en este contexto de sumar gente, estaba Camila Polizzi, a quien le había ido muy mal con el Frente Amplio y después le fue mal con los radicales, ya a la que apoyó con una foto para su candidatura a diputada.
-¿Había alguna coincidencia política con ella? ¿Usaron el dinero para financiar campañas?
-No. Es una relación que se enmarca dentro de una estrategia política de Rodrigo Díaz de clientelismo, en orden a financiar ciertas actividades y, posteriormente, pedir ayuda a esas personas, algo muy habitual en política. Rodrigo Díaz pensaba en formar un partido político, el partido regionalista se llamaba, y se fue a piso después de que estalló el caso convenios. Aquí hay otro contexto importante. En el libro también aparece la figura del némesis de Rodrigo Díaz, que es Álvaro Ortiz, alcalde de Concepción durante muchos años, hijo del diputado José Miguel Ortiz, entonces ellos como caudillos también tenían muchos territorios cerrados para ellos. Y uno de estos era el sector Barrio Norte. Camila Polizzi es sobrina de un conocido dirigente social, Juan Polizzi, conocido “como el alcalde de Barrio Norte”. Entonces la lógica de la administración de Rodrigo Díaz era ‘mira, Álvaro Ortiz nos tiene totalmente cerrado Barrio Norte, entonces agarramos a la Polizzi y entramos a Barrio Norte”.
-Mencionabas también como figura de poder aquí a la fiscal, ¿en qué sentido la ves así?
-El hilo conductor del libro es la ambición de Camila Polizzi, que después se cruza con la ambición de Rodrigo Díaz, y luego esta ambición se cruza con la de Marcela Cartagena, aunque su ambición en ese momento era salir del fango. Ella estaba muy mal mediáticamente y probablemente laboralmente también, por el manejo que tuvo en el caso de Tomás Bravo, de Tomasito, el niño que murió ahí en Arauco. Estaba en un punto tan crítico que un grupo de diputados había pedido su destitución y eso estaba en tramitación en el momento en que estalla el caso convenios. Entonces, de cierta manera esto ya es periodismo interpretativo, pero el caso de Camila Polizzi le cae del cielo. Es lo que mejor le pudo haber pasado. Ella obviamente tenía la necesidad de llevar este caso adelante para seguir exponiéndose a sí misma ante los medios como una fiscal diligente.
Lee el primer capítulo de Camila Polizzi: El poder al desnudo