Michelle Bachelet y avance de la ultraderecha: aprovechan “el descontento y el miedo”
En un conversatorio en la Universidad de Valparaíso, transmitido por El Mostrador, Michelle Bachelet analizó el fenómeno de la ultraderecha en América Latina. La expresidenta adelantó los desafíos que enfrenta la izquierda para mantener la democracia en la región ante la creciente polarización.
La expresidenta Michelle Bachelet se refirió al fenómeno de la ultraderecha en América Latina, advirtiendo sobre los riesgos que este representa para la democracia en la región. Según Bachelet, mientras en el pasado se temía a las dictaduras militares instaladas por golpes de Estado, en la actualidad, la amenaza viene de líderes electos democráticamente que, una vez en el poder, erosionan y debilitan las instituciones democráticas.
“Lo primero que quería decir es que en nuestra región, así como en nuestro país, la percepción histórica era que la democracia moría producto de golpes de Estado. Esa es la historia de nuestra región. Dictaduras instaladas por golpe de Estado. Y lo que hemos visto como una evolución en el último tiempo es que eso ya no es necesario que pase, igual la democracia se debilita”, afirmó Bachelet durante su charla en la Universidad de Valparaíso, titulada “Riesgos y Retos de la Democracia”, la cual fue transmitida por El Mostrador.
La expresidenta destacó que casos como los de Brasil con Jair Bolsonaro, El Salvador con Nayib Bukele y Argentina con Javier Milei, una vez en el poder, proceden a desmantelar instituciones clave. “Lo vimos en los tres casos que usted mencionaba justamente, en el sentido de, por ejemplo, quitar fuerza, hacer desaparecer ministerios. El caso de Brasil, los ministerios como de igualdad, en relación a la posibilidad de los afrodescendientes. Diminución del rol de los ministerios de la mujer. El caso Milei, por ejemplo, hace desaparecer el Ministerio de la Mujer, pero además prohíbe hablar del género y la perspectiva de género en la administración pública”, dijo Bachelet.
Este proceso no solo implica cambios institucionales, sino también ideológicos. “No solo genera cambios institucionales, sino además ideológicos, en términos de terminar con una mirada, que era un avance en la sociedad nuestra, de mirar de qué manera las distintas políticas públicas, las distintas iniciativas podían incluir esa perspectiva de género”, añadió.
La exmandataria también señaló que este panorama obliga a ser más cuidadosos a la hora de elegir a nuestros gobernantes. “El problema es que esto implica que tenemos que ser súper cuidadosos con quien elegimos. Porque teóricamente muchas de estas personas, como Bukele que es verdad que ha tomado preso más de 70.000 jóvenes acusados de ser miembro de las Maras, pero sin debido proceso, sin respeto a sus derechos humanos”, subrayó.
Si bien la administración de Nayib Bukele ha logrado disminuir las tasas de homicidio y de inseguridad, Bachelet advirtió sobre las implicancias democráticas de sus políticas. “Teóricamente ha sido efectivo, porque ha logrado disminuir tasas de homicidio y de inseguridad, pero por otro lado, sin respetar cosas básicas, o democráticas, ha aumentando el número de personas que dicen que prefieren a un régimen democrático, a un régimen autoritario pero eficiente”.
La expresidenta también se refirió a un aspecto crucial que subyace en este fenómeno: la desilusión de la ciudadanía con la democracia. “Esto nos lleva, yo diría, a un punto muy central. Si la democracia no cumple con lo que la gente espera, ¿por qué la gente va a defender la democracia? ¿Por qué va a votar por líderes que sean claramente democráticos, respetuosos de los derechos humanos, del Estado de Derecho?”
En este contexto, Bachelet compartió su experiencia como alta comisionada de las Naciones Unidas, donde pudo observar protestas sociales en distintos países del mundo. “Un poquito antes de la pandemia, yo empecé como alta comisionada, pues yo seguía todos los días lo que pasaba en todos los países, vi que en 80 países del mundo había gente en la calle protestando por diversas razones. La mayoría socioeconómica, digamos, pobreza, anticorrupción”.
Para Bachelet, la falta de cumplimiento de las promesas de los líderes genera un profundo malestar. “Yo creo que hay una lección que nos tiene que sacar muy fuertemente es que la democracia tiene que generar los resultados, que si los líderes prometen cosas tienen que cumplirla. Porque de lo contrario las personas empiezan a temer, lo que hemos visto en América Latina, en el mundo y aquí también, una tremenda desconfianza al sistema político, a las instituciones”.
La expresidenta señaló que, en este escenario, las promesas no cumplidas pueden minar aún más la confianza en el sistema democrático. “Lo que yo quiero decir es que la democracia tiene que generar aquellos resultados que son los necesarios para que las personas puedan mejorar su calidad de vida”.
Por otro lado, Bachelet reflexionó sobre los cambios geopolíticos y las tensiones internacionales, como las que se viven actualmente en Europa y el Medio Oriente, que alimentan el clima de incertidumbre global. “Por otro lado, los líderes no deben hacer promesas que saben que no van a cumplir. Esa es la primera cosa, ¿no? Porque la gente también es muy sensible a sentir que los utilizaron para sacar el voto, pero que luego no era un compromiso real”.
La expresidenta también hizo mención de cómo el miedo y la incertidumbre alimentan los liderazgos autoritarios, que se presentan como la solución a los problemas. “Lo que sucede es que la ultraderecha, a menudo, lo que hace es aprovechar el descontento y el miedo, reflejando la ira y la frustración de las personas, proponiendo, además, soluciones simplistas a problemas que son complejos y que sabemos que no se resuelven de manera simple”.
Bachelet destacó que los populistas logran conectar emocionalmente con la ciudadanía, mientras que los movimientos progresistas tienden a apelar a la razón. “Lo hacen de una manera en que le hablan al corazón, o diríamos en chileno, a la guata de la gente, mientras el mundo del progresismo le habla al cerebro, al razón”.
Desafíos para enfrentar a la ultraderecha
La expresidenta subrayó que uno de los principales desafíos es el régimen político actual, que en muchos casos impide la estabilidad y las alianzas necesarias para gobernar. “Lo primero es que yo creo que tenemos dificultades con el régimen político que tenemos. Porque, salvo en el caso de los presidentes, yo no me acuerdo por qué se decidió en Chile que los presidentes no podían ser electos inmediatamente. Al final resulta bueno, porque cuando uno es presidente puede pensar estratégicamente y no está pensando en la reelección”.
Bachelet también destacó que el sistema político actual favorece a la polarización y la falta de acuerdos, lo que da lugar a un ambiente político tóxico. “Yo he dicho en otras veces, espero que nadie se ofenda aquí, que yo cuento que la política está tóxica. O sea, porque está polarizado, porque se usa, se insulta, no hay respeto por los demás, porque se usan elementos personales en temas que debieran ser políticos y pensando en el país”.
A su juicio, este panorama ha generado desilusión en una parte importante de la ciudadanía, que ve cómo los políticos pelean por cosas pequeñas y no por mejorar las condiciones de vida de las personas. “Yo creo que se ha deteriorado el nivel de la política y eso hace que muchos ciudadanos que ven al mundo de la política peleando por cosas pequeñas, peleando por cosas que no tienen que ver con cómo me mejoran la vida a mí y a mi comunidad, creo que eso ha hecho que mucha gente se desilusione mucho de la política”.
La exmandataria hizo un llamado a los políticos a adoptar liderazgos más empáticos, que puedan escuchar y entender las preocupaciones de la gente. “Yo siento que aquí hay que hacer un llamado al mundo de la política de que lo que necesitamos son liderazgos empáticos. No necesariamente liderazgos femeninos, sino que empáticos. Es decir, que sean capaces de ponerse en los zapatos de la otra persona. De entender el dolor de la otra”.
Por último, Bachelet destacó cómo la ultraderecha ha aprovechado las redes sociales para conectar con la ciudadanía, mientras que los movimientos progresistas aún no han logrado adaptar su mensaje a las nuevas plataformas digitales. “Ellos están en redes sociales, en TikTok. Otra vez un amigo me decía, oye, mi sobrina es fanática de ti, pero le encanta el TikTok de (José Antonio) Kast. Lo ve siempre. Yo como soy un dinosaurio tecnológico no veo ningún TikTok, así que no tengo ningún problema, pero sé que es muy importante”.
Bachelet concluyó diciendo que el progresismo debe repensar su estrategia comunicacional para conectar mejor con las preocupaciones reales de la sociedad chilena, como la seguridad, el desempleo y las migraciones. “Lo que hace 20 años atrás, o 17 años atrás, que fue mi primer gobierno, es muy distinto a lo que uno ve en la realidad. Hoy día la temática que asusta a las personas es la seguridad, es el tema del desempleo, es el tema de las migraciones”.
“Desde el progresismo tenemos la obligación de repensar de qué manera (…) queremos respeto a los derechos humanos, respeto al Estado de Derecho, pero a la vez hacernos cargo y tratar de buscar soluciones que sean efectivas. No solo soluciones moralmente correctas, sino que puedan ser efectivas”, cerró.
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