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Cómo evitar que las personas de calle “reboten” de servicio en servicio PAÍS

Cómo evitar que las personas de calle “reboten” de servicio en servicio

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Frustración y desconfianza generan en quienes viven en situación de calle las políticas públicas poco integradas. Aquí, el sociólogo y jefe de estudios del Hogar de Cristo explica el sistema integrado de servicios que ha permitido a más de 200 personas romper con sus trayectorias de exclusión.


Una abuela venezolana e indocumentada. A cargo de dos nietas menores de edad. Con precaria experiencia laboral. Ha sido garzona, ayudante de cocina, aseadora en restaurantes y casinos. Una mujer cuyo único sueño es obtener un trabajo estable para poder arrendar una vivienda para ella y sus nietas hasta que les sea posible regresar a su sufrido país. 

Hoy ella y las niñas son “personas en situación de calle”. 

Un eufemismo inventado en Chile para no estigmatizar y dar una señal de esperanza a quienes, desde el año pasado, la Real Academia de la Lengua Española considera que sufren “sinhogarismo”. O sea, que no tienen hogar, casa, techo, y se las arreglan como pueden viviendo en la inseguridad y la violencia de la calle. 

Se estima que serían unos 40 mil en todo el país, una cifra que supera por lejos la oficial. Pero la impresión de quienes conocen esta realidad es que probablemente sean todavía más. Un incremento visible y creciente en cualquier gran ciudad del país en la forma de rucos. Y que se explica por el fenómeno migratorio y la crisis de vivienda actual. Habrá que esperar los resultados del Censo para dimensionar con mayor certeza la cifra. 

Felipe Expósito, sociólogo con amplia experiencia en investigación social y jefe de estudios en el Hogar de Cristo desde hace años, conoce cómo ha mutado esta realidad. Distingue a “las personas en situación de calle tradicionales, chilenas, que son en su mayoría hombres”, de las extranjeras, que han venido desde otros países en busca de una mejor vida. “Ahí hay mujeres, niños, familias. Y la diferencia fundamental es que esas personas cuando logran regularizar su situación, tener un trabajo e ingresos y conseguir un arriendo, de inmediato dejan la calle”. 

A las otras –en su mayoría, chilenos–, la calle se les pega como una lapa. Los envejece, los daña, acentúa sus problemas de consumo y de salud mental, así como la pérdida de vínculos familiares o significativos. Cuesta mucho que se desprendan de esa calle tan pegajosa como el asfalto en estos días de sol inclemente. Por eso, el énfasis de Felipe en señalar que los caminos de solución para unos y otros no son los mismos. Aunque en ambos casos, el remedio para una solución definitiva se llame vivienda. 

El Hogar de Cristo se ha dedicado desde su origen, hace más de 80 años, a atender a ese grupo que representa la manifestación más cruda de la pobreza y la exclusión social. Esto explica que sus números sean levemente distintos a los generales, que incluyen a los extranjeros. 

Hace unas semanas, en un encuentro internacional sobre sinhogarismo, que se desarrolló en la Universidad Alberto Hurtado, Felipe Expósito entregó cifras en una concurrida charla. En un año, el Hogar de Cristo atiende a más de 10.500 personas en situación de calle. De ellas, el 90 % son hombres. Más del 44 % tiene sobre 50 años y solo un 9 % son extranjeros. 

 “Estos son las cifras Hogar de Cristo. El 10 % de mujeres que atendemos es menor que el 15 % que arrojan los números generales. Así como también es menor nuestra cifra de extranjeros atendidos, los que globalmente también andan cerca del 15 % del total de personas en situación de calle en Chile. Al trabajar más con chilenos que con migrantes, la cifra de mujeres es menor. Eso explica la diferencia”, afirma Expósito.

Sin zapatos, sin calzones

–¿Por qué, entonces, elegiste usar el caso de una abuela venezolana, de una extranjera, para tu exposición sobre el modelo de servicios integrados para abordar el sinhogarismo?

Felipe se ríe. No tiene una explicación. Pero para efectos de detallar en qué consiste el modelo, da igual si se trata de chilenos o extranjeros. Agrega:

–Mientras las mujeres chilenas llegan a la calle por múltiples vulneraciones desde la infancia, por escapar de violencia intrafamiliar, las migrantes muchas veces son parte de familias que están en situación irregular y no pueden encontrar trabajo y acceder a un arriendo. Esas mujeres estarán en la calle hasta que resuelvan esos problemas. 

Lo de las chilenas es mucho más estructural. Más complejo.

Durante la semana del seminario internacional en Santiago, Karinna Soto, la ingeniero comercial que hoy dirige el proyecto Juntos en la Calle desde la Corporación 3xi, presentó País de carpas, un conmovedor libro en el que se hermana con quienes viven en situación de calle. Lo hace desde la pérdida. En él recoge historias como la de Fernanda, de 19 años. Leemos:

En marzo de 2023, Fernanda pesaba un poco más de 45 kilos; usaba un vestido negro abotonado adelante, largo y desabrochado arriba, andaba sin zapatos y sin calzones. Ese día logró colarse a las oficinas ministeriales. Buscaba un baño donde ducharse, y sentada en un patio interior, se rascaba la entrepierna. Hace días que el agua no tocaba su cuerpo”.

Inteligente, aguerrida, alegre pese a todo, Fernanda, en los fríos días de invierno, intentaba acceder a las oficinas del Ministerio de Desarrollo Social, que están “en un edificio moderno de planta libre (…) En esos días, desde muy temprano, varias personas que viven en la calle llegan solo hasta la entrada, justo antes de los torniquetes. Los guardias son los encargados de evitar que ingresen. Son los más pobres entre los pobres y en la oficina pública que está dedicada a ellos les tienen prohibido el paso”.

La reflexión de Karinna Soto en País de carpas da para mucho. 

Vencer la desesperanza aprendida

Felipe Expósito cuenta que en 2023 el Hogar de Cristo implementó el primer piloto de este modelo integrado de servicios para abordar el sinhogarismo. “Partimos en Valparaíso con 10 personas y el año pasado escalamos el plan a 200 personas en situación de calle”. Para aclarar en qué consiste, el sociólogo menciona lo que hace hoy la Clínica Alemana con la historia clínica de sus pacientes: “Tienen una plataforma digital con toda la información de sus consultas, diagnósticos, tratamientos, al margen de si hayan sido hechos por el médico que los está atendiendo. Eso unifica la historia y facilita todo”. 

Agrega: “Este 2025, la plataforma digital que hemos desarrollado nos permite saber cuál es la situación laboral, de salud y de inclusión legal y apoyo jurídico. Contamos con un diagnóstico, un umbral inicial, en esos tres ámbitos”.   

–¿Qué hacen una vez que tienen ese triple diagnóstico?

–Un plan de intervención en conjunto con la propia persona. Y acciones para lograr el objetivo del plan. Por ejemplo, en lo laboral, la persona en situación de calle está desocupada, pero inscrita en la oficina municipal de información laboral (OMIL) que le corresponde al sector donde se mueve. Su umbral inicial entonces es de un manifiesto interés por generar ingresos mediante las alternativas laborales disponibles. O sea, el plan de intervención es conseguir trabajo. Y las acciones son desde la elaboración de su currículum hasta acompañarla a sus entrevistas de trabajo, pasando por una búsqueda conjunta de ofertas laborales de su interés.

Lo mismo aplica al tema salud y a su situación legal o estatus jurídico. En todos estos ámbitos, un equipo profesional y técnico del Hogar de Cristo acompaña a la persona en situación de calle. Se convierten en sus monitores permanentes en esta trilogía de planes de intervención individual, objetivos concretos y acciones para lograrlos. “La idea es que no haya cambios de interlocutores. Que el que acompañe sea siempre el mismo y conozca a la perfección los planes y los avances. Que esté completamente comprometido e interiorizado de la trayectoria de inclusión”, explica Felipe. Otra particularidad de la metodología es que se evalúan los avances de 0 a 6 en cada una de las tres áreas: empleo, salud y legal. “Eso permite enfocar el trabajo del equipo; acentuar la salud si lo laboral avanza o concentrarse en lo legal si el resto camina bien. Los equipos que trabajan con personas en situación de calle tienen una suerte de desesperanza aprendida, lo que este sistema contribuye a cambiar, porque ven avances concretos y pueden orientar su trabajo en objetivos reales”.  

Lo primero es una vivienda

Felipe Expósito hace notar que en general la política pública en Chile está poco integrada. “Por eso, las personas rebotan de un servicio a otro contando siempre lo mismo, y desmoralizándose mucho. Para integrar servicios, se requiere tener una mirada común. Eso facilita la coordinación de los trabajos y el paso de la calle a un programa Vivienda Primero, por ejemplo”. 

–¿Por qué importa tanto la vivienda?

–Cuando tú duermes en la calle, no tienes dónde bañarte, dónde guardar tus cosas, desde documentos esenciales como la cédula de identidad hasta tus remedios. ¿Cómo logras un trabajo si estás sucio, sin papeles y enfermo, sin tratamiento para tus problemas mentales y físicos, si desconoces a qué planes de ayuda tienes derecho? En el Hogar de Cristo estamos convencidos que para dejar la calle, la vivienda está a la base de la solución. 

Conseguir los papeles que permiten acceder a la PGU, un trámite básico, no es tan complejo. Pero para una persona en situación de calle eso mínimo es una barrera gigantesca que les impide avanzar. Hay que apoyarlos en lo urgente, porque si no gestionas lo básico, no podrás trabajar en metas de mediano y largo plazo, que es lo importante, como recomponer lazos familiares, por ejemplo.  

Felipe está convencido de las virtudes de esta metodología. Los resultados de los pilotos la avalan. 

“Después de siete meses de trabajo, las condiciones básicas de todos los participantes mejoraron mucho. Lo más complejo es avanzar en educación, en capacitación para el trabajo. Eso tiene que ver con lo que privilegian las personas de calle, que es lo más básico e inmediato. Pero para hacer grandes cambios, hay que partir por los pequeños. Las metas orientan la acción y los logros la consolidan. Para las personas en situación de calle y para quienes trabajan con ellos, saber dónde se quiere llegar cada día es esencial. Las metas vagas, amplias y sobre todo descoordinadas, se sienten muy lejanas, imposibles. No sirven. Cuando alguien escucha, conoce y guía un objetivo construido en conjunto, el que ha vivido el rechazo, la exclusión y la decepción permanente, confía. Y avanza. Eso es lo que logra esta metodología”, concluye. 

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