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Chile: “El País de las Carpas” PAÍS Propia

Chile: “El País de las Carpas”

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Karinna Soto presentó en enero un libro “deslumbrante” sobre los más marginados de Chile: los que viven en calle. En rucos. En las rendijas de la sociedad. El trabajo contiene 19 vidas. Cuatro de ellas en común. A varios los hemos entrevistado y damos cuenta de que son más valientes que un soldado.


En los más de 7 años que llevo trabajando en el Hogar de Cristo, he conocido y entrevistado a decenas de personas en situación de calle. Hombres y mujeres. Viejos y jóvenes. Con mucho y poco consumo. Más consumo de alcohol, los del sur y los más viejos. Más consumo de pasta base, los del norte y los más jóvenes. Mucho más dañadas ellas, que ellos. Envejecidos prematuramente, ellas y ellos por igual. Todos tienen en común una suerte de singularidad, de extravagancia evidente. Son excéntricos, porque se alejan del centro. Y se alejan porque casi siempre algo o alguien los ha marginado, los ha echado u obligado a irse. Son víctimas de una poderosa fuerza centrífuga social que los ha dejado expulsado. Dejándolos sin nada. En la calle.

La ingeniero comercial Karinna Soto cofundó hace 25 años la Corporación Nuestra Casa, lideró los programas de calle del gobierno de Sebastián Piñera y hoy está en 3xi, siempre en el mismo tema. Por eso sabe mucho más que yo de esta extra-vagancia a la que ha dedicado su vida.

En su recién lanzado libro “País de Carpas”, alude a lo que yo llamo excéntrico. O extra-vagante. Ella lo hace con imágenes de la física y la astronomía. Escribe en la presentación de su libro que “las disciplinas sociales dedicadas a la atención de personas en situación de grave exclusión social a menudo transitan espacios límite. Espacios fronterizos también teóricos entre el desarrollo de la propia vida y el de las vidas ajenas. Siguiendo la llamada del misterio de esos horizontes de sucesos humanos, nos sumergimos en las sombras de las realidades donde las fuerzas invisibles de la desigualdad distorsionan la trayectoria de las vidas de las personas”.

Mar, cielo, tierra

Karinna cuenta las historias de Katherine, Fernanda –El Mar, llama a sus entrevistas–, Tomás, Edinson y Marlene, Jaime y Fabián, Eduardo y Lupercio, Rosa e Ignacio –El Cielo–. Y cierra con Esteban, Robert, Patricio, Cristián, Luis, Lucho, Fidel e Isabel –La Tierra– todos muertos, bajo tierra. Muchos muertos de manera violenta. Y solos. Siempre solos.

El prólogo es del sociólogo español de Pedro José Cabrera, experto en materias de pobreza, amigo de Benito Baranda y conocedor de Chile y los chilenos, en particular de los que viven en calle. Al final de su texto, escribe: “Nadie que se sienta chileno o ame a Chile, podrá sentirse indiferente ante el paisaje humano que se nos muestra a través de esta ventana privilegiada que ha entreabierto para todos nosotros Karinna Soto”.

Y apunta el dato quizás más significativo de “El País de las Carpas”. Su autora no se resta. Se considera y se define como una excéntrica más. No porque haya vivido en situación de calle, pero sí porque es alguien que conoció en su infancia el abandono y la exclusión.

Pedro José Cabrera señala también esta singularidad del libro al que considera “deslumbrante”. Afirma: Karinna “ha incorporado su biografía como una más, a esa corriente de vidas que, junto a alguna que otra sombra, se nos muestran siempre como poderosas portadoras de luz. Una luz deslumbrante, una luz que nos ilumina la mente y el corazón”.

Comparto que leer las vidas, reflexiones, transformaciones de personas a las que conozco, ilumina. Me pasa con los casos de Katherine Lavín, a quien conozco y he entrevistado más de una vez. Una mujer valiente, buena, que pasó cerca de años sumida en el consumo de drogas, la prostitución, la violencia, la calle. Y que hoy hace todo por vivir sana, limpia, activa, y recuperar todo lo que vivió en ese tiempo infernal. El perfile que construye de ella la autora de “País de Carpas” es justo y preciso.

Y con Jaime Astudillo, un hombre inteligente, informado, que sabe más de inteligencia y contrainteligencia que la propia PDI, porque “la calle fue mi universidad”, como me dijo en la primera entrevista que le hice. Esa vez conocí el moderno departamento que comparte con su hijo, gracias al programa Vivienda Primero, del cual Karinna Soto fue motor. Una política pública encomiable, porque no se queda en el asistencialismo. Es un dispositivo que realmente saca de la calle a las personas que viven en ella y las integra socialmente.

Jaime, a sus 60 años, sigue siendo un recolector de cachureos que vende en la feria. Maneja su triciclo. Recibe su pensión de invalidez y la de Bastián, el hijo que adoptó cuando vivía en la calle y tenía una pareja. Al que la pasta base le despertó la enfermedad mental que el abandono y la calle acrecentaron. Jaime, Bastián y Hachiko, la mascota que también vivió con ellos en la calle, hoy comparten una vida digna. Un techo, un espacio pulcro, un hogar.

Decencia y dignidad para todos

Aunque Jaime cursó sólo hasta tercero básico, es versado como el que más en política. A mí me analizó uno a uno los presidentes post dictadura (se salvó Boric, que aún no asumía cuando hablamos). A Karinna Soto le despellejó a la actual ministra de Interior Carolina Tohá, a la que dice haber encarado en una feria. Así lo narra la autora: “No creo que usted entienda, señora alcaldesa, con mucho respeto. Le quiero decir que usted es negligente. Usted está a cargo de esos forajidos, porque no tienen otro nombre, que baldean las calles –donde nosotros vivimos–. Cinco veces me han llevado todas mis cosas, cinco veces me han botado todo: mi carpa, mi ropa, mis documentos, mis remedios, todo. Usted, señora alcaldesa, me dijo la otra vez que fuera a ver una cosa de un subsidio pal arriendo, yo fui donde usted me dijo y me encontré con un portazo en la cara. ¿Por qué? Porque yo vivo en la calle y no cumplo con los requisitos…”.

Katherine cuenta su verdad para ayudar a otros. Está convencida de que haber escrito un libro con sus vivencias –que en el Hogar de Cristo le ayudamos a imprimir –, sirve, da esperanzas, como la canción de Diego Torres, cuando dice saber que se puede, querer que se pueda. Jaime la suya, sin diplomacia. Con conocimiento de causa. Como cuando me dijo: “El estallido social fue muy violento. En los tiempos de la dictadura a mí nunca me apaleó carabineros, ahora ellos sí apalean. Y eso pasa porque hay una crisis muy grande de inteligencia en este país y para solucionar eso se necesita reorganizar a las instituciones maleadas y profesionalizarlas. En Carabineros, en cuanto a profesionalismo, las únicas unidades que se salvan son el OS7 y el OS9. Y está buena también la PDI. Me gusta sobre todo la brigada antisecuestros”. Jaime dice. Y sabe, porque tuvo calle.

Para finalizar y reforzar la recomendación de este libro que habla de Chile de los chilenos, las palabras con que Pedro José Cabrera concluye el prólogo de “El País de las Carpas”: “Todas las personas presentes en este libro, iluminan y hacen aparecer ante nosotros el camino que debemos seguir recorriendo, la senda que discurre entre el país de las carpas y el país de la decencia y la dignidad de todos”.

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