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Presidente de ganaderos de Coyhaique sobre correos extorsivos: “Podría tratarse de un oportunista”
Una serie de amenazas dirigidas a miembros de una organización gremial ganadera y a un conocido empresario asesinado en extrañas circunstancias, configuran un enigmático puzzle policial en Coyhaique. El presidente de los ganaderos de Aysén habla por primera del caso que remece a la región de Aysén.
Amenazas, incendios y un crimen no resuelto. Esos son los elementos que confluyen en un misterioso asesinato que mantiene en vilo a la población de Coyhaique –ocurrido el 7 de febrero de este año– luego de que se diera a conocer el homicidio de un conocido empresario de la zona, Marcel Foessel Bunting, tras recibir una serie de mensajes extorsivos, detalles que fueron revelados en un reportaje de la Unidad de Investigación de El Mostrador.
Los textos de amenaza no solo fueron enviados al empresario, quien dos días antes de su muerte fue condenado por abuso sexual, sino también a varios miembros de la Organización Agrícola y Ganadera Austral (Ogana), que agrupa a prominentes empresarios de la zona.
“Advertencia. Estás dentro de la lacra que se ha aprovechado por generaciones y que usufructa [sic] de beneficios que ganaron aprovechándose del resto con engaños, abusos, uso de contactos y malas prácticas”, fue uno de los mensajes extorsivos que recibieron alrededor de 15 empresarios, donde además se les exigía el pago de cerca de 60 mil dólares en bitcoins. De lo contrario, advertía la misiva, correrían la misma suerte de otro empresario que, días antes, sufrió un aparente atentado incendiario en su lodge de pesca.
El presidente de Ogana, Pablo Mata Almonacid, accedió a conversar con El Mostrador sobre los hechos que han conmocionado a Coyhaique y que tiene a su agrupación como foco de amenazas extorsivas, en medio de un complejo puzzle policial que involucra al hijo de un expresidente de la organización.
—¿Cuál fue la decisión de la organización cuando recibieron los correos?
—Las personas que recibieron los mensajes rápidamente se contactaron conmigo, para ver de qué manera íbamos a proceder. Decidimos no hacerlo público en medios, porque una amenaza de este tipo tiene la finalidad de asustar y una de las formas de combatir el amedrentamiento es no indicar que uno está asustado. Así que no lo hicimos público y recurrimos a la Brigada del Cibercrimen.
—¿Cuál era la hipótesis de ustedes?
—Entre los socios de Ogana, algunos pensaban que podía estar extendiéndose el terrorismo de la zona de la Araucanía, que era la CAM se estaba moviendo al sur. Otros pensaban que podía ser un pirómano que hace un tiempo quemó un montón de galpones en las inmediaciones de Coyhaique, básicamente en entornos rurales. Algunos decían que les habían llegado amenazas otras veces, sobre hacer pública información que tenían, pero nunca pasó nada. Esas eran las tesis que manejábamos en ese momento.
—El correo acusaba a miembros de la organización de malas prácticas, abusos y aprovechamiento. ¿Sienten que tienen enemigos en la región?
-Ellos tienen que proporcionar la sensación que son capaces de hacer daño, porque el mecanismo de la extorsión funciona a base de temor. Entonces, me imagino que es una justificación para el odio que pudiera existir detrás de esa intención. Pero, en verdad, esa no es una versión que circule en Coyhaique, ni en la región de Aysén, es una copia del discurso de la CAM en la Novena Región. Coyhaique no tiene esa problemática, ese modus operandi, ni odios ancestrales. Aquí no habían indígenas que fueran movidos, no hay odios cultivados en generaciones. Somos todos nietos o bisnietos de pioneros que fueron, probablemente, los primeros que llegaron a determinados lugares.
—¿Marcel Foessel, a quien asesinaron a comienzos de mes y también recibió amenazas, era parte de Ogana?
—Marcel no era parte de Ogana. Su padre, don Alberto, fue presidente de la organización y era una persona muy respetada, muy querida, muy correcta, con esa formación alemana que cumplen al detalle todo lo que se compromete. Los hijos son todos conocidos nuestros, pero ninguno era miembro de Ogana. Si Marcel Foessel recibió los mismos tipos de correos, no conversó con nosotros sobre eso.
—¿Cree que los últimos hechos ocurridos en Coyhaique están en la lógica del nuevo crimen organizado?
—No lo creo, es muy difícil. Coyhaique tiene dos salidas en el lado sur y dos entradas en el sector norte. O sea, cualquier persona que comete un delito serio no tiene dónde escapar. No tenemos conectividad con el resto del país. Para salir tenemos que tomar un ferry, avión o salir por Argentina. Entonces, la posibilidad de ocultar delitos serios acá es mínima. Además, somos 60 mil personas, existe el boca a boca, el chisme de pueblo que hace muy difícil que, detrás de esto, exista crimen organizado estilo Tren de Aragua. No creo que el tema vaya por ahí.
—¿Por dónde cree que pasa el asunto, entonces?
—Probablemente, podría tratarse de un oportunista que buscaba dinero aprovechándose del incendio del lodge, como nos dijo la policía, un tipo que tenía algo de información, no mucha. No soy experto en computación, pero si alguien va a amedrentar a un grupo de ganaderos lo va a hacer de una IP que no sea rastreable, lo digo por la información que aparece en el reportaje que realizaron ustedes. A mí, si en verdad fue así, me parece una cuestión muy amateur.
—¿No cree entonces que el crimen de Marcel Foessel tiene relación con las amenazas dirigidas a la organización?
—Pienso que no tiene absolutamente nada que ver, pero no lo puedo asegurar. Si tuviera más información se la haría llegar a la policía.