Presione Entrar y luego Control más Señalar audio
Publicidad
Físico Cristián Huepe y la desinformación: “No basta enfrentarla con la herramienta de la verdad” PAÍS

Físico Cristián Huepe y la desinformación: “No basta enfrentarla con la herramienta de la verdad”

Publicidad
Francisca Castillo
Por : Francisca Castillo Periodista El Mostrador
Ver Más

El investigador de la Northwestern University y socio fundador de NetSense Lab sostiene que las “verdades alternativas” como las que ha expresado el diputado Johannes Kaiser, hay que combatirlas no solo con la verdad sino que incorponando componentes emocionales.


Desde hace más de una década que el físico teórico especializado en sistemas complejos, Cristián Huepe -investigador de la Northwestern University y socio fundador de NetSense Lab- ha estudiado el fenómeno de la posverdad y el impacto social de la desinformación. 

Tras aplicar la teoría de redes para estudiar la información falsa fue dándose cuenta cómo las redes sociales y las nuevas tecnologías penetrarían la política para desarrollar nuevas formas de generar adhesión a partir de “verdades alternativas”, las que ya no se puede enfrentar solo con la “herramienta de la verdad”.

-Hace poco vimos las declaraciones del candidato Johannes Kaiser que cuestiona la efectividad del sistema de vacunación. ¿Cuáles son los riesgos materiales de esas “verdades alternativas”? 

-Enfrentar esa realidad alternativa es un desafío que nadie ha logrado completamente resolver. Por un lado, hay que combatir con la herramienta de la verdad, digamos el fact-checking y cosas por el estilo, pero eso no basta. También hay que combatir la posverdad o estas realidades alternativas, desde un punto de vista más emocional. Lo que uno empieza a entender con el tiempo, es que lo más importante de las posverdades es su componente emocional.

Al final de cuentas, muchas veces tanto al emisor como al receptor no le importa si el dato es real. Lo que le importa es expresar la emoción en torno a esa situación. Por ejemplo, si tengo una duda un poco emocional o siento que están abusando por imponerme las vacunas, voy a sacar un dato que casi no me importa si es real o no para decir que son peligrosas. Pasa lo mismo con otras discusiones, como el cambio climático o la inmigración. 

Entonces, cuando se contradicen esas posverdades, es importante decir la verdad, pero por otro lado, también contraponer con un argumento emocional. Por ejemplo, las vacunas permiten prevenir enfermedades, pero además, ahora hay tantos niños que han muerto por esta falta de vacunas. En el fondo, usar la verdad, pero usar la verdad también desde un punto de vista emocional, porque al final la mayor fuerza de la posverdad es un componente emocional, no racional. 

-¿Qué tan vulnerable es Chile al fenómeno de la posverdad?
-Chile tiene dos posibilidades. Por un lado, es un país que podría ser muy vulnerable porque la penetración digital es muy alta, la gente está muy conectada a los teléfonos celulares y recibe gran parte de las noticias de los celulares mucho más que en otros países de desarrollo comparado.  Pero por otro lado, Chile es un país relativamente pequeño y tiene todavía un cierto respeto por los medios o por lo menos por algunas instituciones colectivas, un cierto punto de encuentro colectivo. Creo que esas cosas se han ido desarrollando incluso culturalmente, como, por ejemplo, la lógica de que existen ciertos museos a los cuales vamos todos, espacios a los cuales vamos todos, programas de televisión que a lo mejor vemos todos. O incluso aspectos un poco más públicos como el Banco del Estado, Televisión Nacional, este tipo de estructuras, una plaza de encuentro en el que nos encontramos. En la medida que existan esas instancias en que nos encontramos todos, es más fácil combatir la posverdad y conversar nuestras realidades de manera tal de no desconectarnos uno de los otros a ese nivel.

-¿Esos espacios de encuentro logran hacer el contrapeso de manera efectiva? 
-El hecho de que existan espacios de encuentro naturales que nos permitan conversar y comparar realidades para no desconectarnos en un mundo de posverdad, no implica que sepamos cómo abordarlo. El cómo la gente lidia con el espacio de la opinión pública, es un aprendizaje que todavía no se ha realizado en ninguna parte del mundo. Yo diría que la sociedad libre, donde la gente tiene la capacidad de enfrentar la posverdad como quiera, pero que más ha sido bombardeada por esa posverdad, es en los Estados Unidos.

Aquí todavía los periodistas están batallando sobre cómo abordar la posverdad, y con los políticos es lo mismo. Si hay una mentira de campaña, por ejemplo, que se esté acusando de un lado, bueno, si se sale a responder esa mentira, puede darle más relevancia en la campaña. Entonces a veces es un poquito difícil saber exactamente cómo manejar eso. A ese nivel creo que la sociedad chilena está poco preparada, porque no existe la costumbre de esas corrientes alternativas de verdad, por así decirlo. 

Por lo tanto, tanto los periodistas, como los políticos tienen pocas herramientas, porque no hay mucha costumbre para abordarlo, y eso es algo que hay que desarrollar. Es un desafío al que se está enfrentando la gente en todo el mundo. 

-¿Cómo ha visto la evolución en los últimos años respecto al fenómeno de la desinformación? 
-La verdad es que la desinformación ha crecido y la capacidad de vivir en mundos alternativos de la posverdad también ha crecido. Fue el 2012 la primera vez que miro un poquito la posibilidad de que desde un punto de vista completamente teórico, en la medida que la gente conversa más en sus propias redes, esas redes se conectan con el resto de las redes, entonces pueden empezar a creer cualquier cosa. Y las realidades terminan siendo islas, en el sentido de que estas redes viven en su propio universo de información. 

Diría que alrededor del 2016, con la elección de Trump y el revuelo a nivel internacional, el hecho de que se creara esa isla se transformó en un fenómeno influyente. Entonces desde ese momento hasta ahora lo que ha sucedido es que ya no son una isla, sino que son múltiples islas, como que cada persona, cada tendencia, cada idea, vive en una isla distinta. 

Pensemos que hoy en día las capacidades de informarse con fuentes muy distintas ha crecido, se ha multiplicado. Hace 16 años no estábamos todos escuchando podcasts, por ejemplo. Ahora hay un podcast para cualquier tema, de serie, y ese universo de podcast muchas veces incluso conversan entre ellos y crean un nuevo universo. Eso ya no solamente es para una idea o una noticia falsa, sino que son para prácticamente todas las noticias, podemos verlas desde un microcosmos aislado.

-¿Cómo ves el rol de los medios de comunicación ante ese componente emocional al momento de comunicar o informar? 
-Es bien delicado, porque ahí existen culturas distintas de cómo se procesa la información. Con amigos periodistas, varias veces había discutido la diferencia entre la cultura del periodismo más europeo y el periodismo norteamericano. Chile tiene las dos influencias.

El periodismo europeo tiende a ser más de opinión, entonces se entiende que el periodista, aunque hable de cosas objetivas, lo va a hacer en muchas ocasiones desde una perspectiva. Pero lo importante es que el periodista sea honesto en lo que está diciendo y en decir también cuál es la perspectiva opuesta, que haga síntesis y que entregue información verídica. 

En Estados Unidos, la cultura es más bien pretender que el periodista no tiene ninguna opinión. Entonces tiene que decir, estos dicen esto, estos dicen lo otro y yo no tengo idea cuál es la realidad. Creo que las dos opciones son un poquito delicadas. 

Si se insiste mucho en la primera y el periodista es demasiado protagonista, entonces pierde credibilidad. Pero por otro lado, si se insiste mucho en la objetividad, entonces las personas no son capaces de distinguir, por ejemplo, entre alguna gente que cree que la Tierra es esférica y otros que creen que la Tierra es plana. Lo cual tampoco es correcto. 

Entonces debería existir un balance. Es un balance un poco complejo, para poder cumplir lo que decía antes, entregar la información objetiva, pero también entregar la información emocional que le permita a la persona entender que, por ejemplo, la postura que cree que la Tierra es plana es mucho menos razonable que la que entiende que es esférica. 

-¿Es correcto asociar el fenómeno de la desinformación con algún sector político determinado?
-Hay que tener mucho ojo. Al final de cuentas, la información ha sido manejada tanto por la extrema derecha, como por la extrema izquierda. Ya sabemos que regímenes autoritarios de cualquier sector son capaces de tener un ministerio de la información para poder controlarla.

La extrema derecha quizás tiene un poquito más de visibilidad hoy día, en gran parte porque hay líderes importantes como Donald Trump, que tienen gran relevancia mundial y terminan influyendo en cómo se habla de la posverdad.

O incluso a veces gente que no se identifica tan claramente con lo extrema de izquierda o con lo extrema de derecha, como por ejemplo todos los movimientos ultranaturistas, que en el fondo dicen que se oponen a todas las vacunas, o se oponen a cualquier intervención médica que no sean homeopáticas. Eso la verdad es que casi no tiene postura política, pero imponen una realidad alternativa, empezando a encontrar supuestos estudios que relacionan ciertos medicamentos con ciertas enfermedades o cosas por el estilo.

Entonces, la capacidad de comentar, crear o creer la verdad no se asocia con lo político, y quizás simplemente tiene más prevalencia en un momento dado para un lado o para el otro, dependiendo de los líderes que existen en un momento dado. 

-¿Cómo ves el rol del Estado al respecto? Acá en Chile existió la Comisión contra la Desinformación y entregaron una serie de recomendaciones, donde hablan, por ejemplo, sobre la regulación de la publicidad electoral en las redes sociales,  a propósito de la desinformación que circula.
-Creo que es importante que el Estado se haga cargo de este problema, y la regulación es una manera, pero no tiene que detenerse ahí. Al final de cuentas, no vamos a poder hacer leyes que prohíban la posverdad. Eso es imposible, incluso atentaría contra ciertas libertades básicas.

Creo que la comisión no lo hizo mal. La perspectiva que tomaron en general era buena, en el sentido de no hacer regulaciones que prohibieran el fenómeno, sino que entregar herramientas a la gente, o que permitan que la sociedad desarrolle herramientas para combatir eso.

Un problema con esa comisión fue que al principio no quedó claro eso por varias razones, entonces se pensó que había otras intenciones. Pero estaba integrada por gente muy seria, y se dieron recomendaciones bastante razonables, para que las personas puedan entender la posverdad desde un punto de vista más completo, y tener  herramientas para poder distinguir qué tipo de noticias están observando.

Pero más allá que eso, creo que al final de cuentas el resolver la posverdad es un problema que tiene que hacer la sociedad completa, no lo puede hacer solo el gobierno desde un punto de vista de regulación. 

De hecho, estamos trabajando en un proyecto de Startup Netsense Lab, donde queremos entregar un software que permita entender más bien cómo se prepara la información.  Entonces, todos los actores de la sociedad pueden tener roles distintos, y cada persona tiene que también ser capaz de cuestionarse si lo que está escuchando y lo que está repitiendo lo cree porque quiere creerlo, o lo cree porque realmente tiene información que lo verifica. Todos somos responsables de combatir la posverdad.

Claves

Notas relacionadas

Publicidad

Tendencias