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Marcelo Sánchez: “Clona, alcohol y armas hechizas: combinación letal” PAÍS

Marcelo Sánchez: “Clona, alcohol y armas hechizas: combinación letal”

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El gerente de la Fundación San Carlos del Maipo habló con crudeza de los menores de edad involucrados en delitos violentos. O son soldados o son zombies del narco y del crimen organizado, “industria” que los recluta por su inimputabilidad ante la ley.


–En Chile se venden 4 millones de cajas de benzodiacepinas al año. Un millón de ellas terminan en el mercado informal, comercializadas en las ferias libres. Gran parte de ellas son consumidas por niños, niñas y adolescentes –asegura el ingeniero comercial y gerente de la Fundación San Carlos del Maipo, Marcelo Sánchez. 

El profesional que lidera esta organización orientada al desarrollo positivo de la infancia a través de la prevención y la evidencia fue el primer invitado al programa Hora de Conversar que Hogar de Cristo divulga vía streaming en alianza con El Mostrador. Sánchez no tiene sutilezas ni pelos en la lengua cuando describe cómo actúa el crimen organizado utilizando a la infancia y adolescencia más vulnerable. 

Cuando un legislador afirma que legalizar la marihuana es positivo, que sólo que hay que poner todos los esfuerzos para que su consumo no llegue a los niños, yo digo: “Mira cómo entró la Tutsi, cómo han entrado las llamadas drogas de diseño entre los niños y cómo se utilizan las drogas lícitas, como las benzodiacepinas en este grupo”. 

Hace notar que los menores de edad que hoy vemos participar con cada vez mayor frecuencia en delitos violentos lo hacen bajo el consumo de clonazepan mezclado con alcohol. “Súmale a eso el uso de armas modificadas y es letalidad segura. No hay racionalidad en el comportamiento de un menor de edad que mezcla clona con alcohol”.

Marcelo Sánchez

–¿Tienes evidencia, concepto que te importa mucho, para esto que describes?

–En el 50 por ciento de los delitos graves contra las personas cometidos por menores está presente la droga. Hay una correlación evidente. Hoy las bandas criminales han cambiado el “uso” que les dan a los niños. Hace cinco años, los usaban como “sapos”, en roles más bien periféricos, de observación. Hoy día o son soldados o son zombies. A estos últimos se le remunera con droga. El efecto de un taquito de alcohol con clona es el mismo de la cocaína. Es paradójico, porque el clonazepan baja el ánimo, pero mezclado con alcohol, lo activa. Es un estado que dura poco: quince a veinte minutos. Ahí el cabro, vuelve a consumir la mezcla y se olvida de lo que hizo, de lo que pasó. 

El negocio de “los parcelazos”

–Por lo que describes éste es un fenómeno mucho más masculino que femenino. ¿O también hay niñas y adolescentes involucradas en delitos violentos? 

–Los delitos violentos contra las personas son mayoritariamente masculinos, cometidos por niños. Portonazos, encerronas, asaltos, secuestros, extorsiones, son masculinos. Y la edad de los menores involucrados es entre los 15 y los 17 años. Con la entrada del crimen organizado, especialmente a Latinoamérica, tal como revelan los estudios de la Society for Prevention Research, con sede en Washington, se ha instalado en los países la estrategia de involucrar a niños en acciones delictivas. Esto porque la mayor parte de los países tiene sistemas penales diferenciados para adultos y menores y ellos reclutan a niños que son inimputables o que están protegidos por la ley penal adolescente. Es este grupo etario el que las bandas están usando para sus acciones más violentas. 

Lo maquiavélico de la estrategia es que además de aprovecharse de su inimputabilidad enredan en la maraña criminal a todo el entorno. Lo explica Marcelo Sánchez: “Las bandas criminales logran romper la cohesión social en los territorios donde operan, porque ningún ninguna mamá, ninguna abuelita, ninguna tía, va a cooperar con la autoridad si su hijo, su nieto, su sobrino está participando en una banda”.  

A esto se suma que el Ministerio Público tiene tiempos muy acotados para desarrollar las investigaciones que involucran a menores. “Por esto, muchas causas se archivan; no hay recursos para levantar pruebas y hacer investigaciones complejas”.

–No me has dicho cuál es la estrategia de esta industria satánica con las niñas. ¿Cómo las usan? 

–Tanto nuestra fundación como el Hogar de Cristo y muchas otras participamos de una plataforma llamada Actuar es Urgente. Esto debido a que hoy en Chile hay más de seis mil niñas que son víctimas de explotación sexual comercial. Son menores de todas las edades, aunque la mayoría está entre los 14 y los 17 años, con un marcado foco por parte de las redes en las niñas y adolescentes que son parte del sistema de protección. En los últimos cinco años las denuncias por explotación sexual comercial de menores ha crecido en 2.4 veces. Uno se pregunta por qué este aumento. 

–¿Cuál es la respuesta?

–El aumento se debe al ingreso de los grupos extorsivos a Chile. Hoy existen más de dos decenas de estos grupos, donde destaca el Tren de Aragua. Estos grupos extorsivos tienen distintas líneas de negocio. Primero, la extorsión pura y dura del comercio. Te ofrezco protección y si no la aceptas, te quemo tu local. Y segundo, la explotación sexual y la trata de personas. Estos grupos tienen un mercado específico: el de los líderes del narcotráfico. Les entregan servicios sexuales a través de la explotación comercial infantil en fiestas, como los “parcelazos”. Son delitos crecientes, lamentablemente solo una de cada diez denuncias se acoge a trámite y dentro de las que se acogen seis de cada diez se archivan. ¿Por qué? Porque es muy difícil poder configurar el delito.  

“Adolescencia” de Netflix

Prevención y evidencia con las claves para revertir este oscuro cuadro que describe Marcelo Sánchez. “Lamentablemente, “estamos llegando mal y tarde”. Explica que “más de la mitad de los programas dedicados a la niñez en Chile no tienen resultados positivos o lo que logran es apenas suficiente. Esto señalado por la propia Dirección de Presupuesto. La oferta pública carece de programas de alto estándar que cuenten al menos con estudios autorizados, grupo control, pauta de fidelidad e implementación, equipo profesional formado… Hay buena voluntad, pero faltan evidencia y seriedad”. 

–¿No rescatas ningún programa preventivo para la niñez vulnerada en sus derechos que funcione? 

–Familia Unida es un programa nuestro de apoyo a la parentalidad que opera desde la niñez hasta la adolescencia de los niños, y funciona. Busca prevenir consumos problemáticos de alcohol y drogas, promover la sexualidad responsable y anticiparse a las conductas de riesgo. Es significativo y eficiente porque permiten a los padres crear factores protectores en la etapa en que tienen influencia sobre sus hijos.  

Sánchez fija ese límite en los 13 años y menos. “Cualquier padre va a entenderme cuando digo que los hijos te oyen, te hacen caso, sólo hasta cierta edad. Ya en la adolescencia, su grupo de referencia son los pares. Tanto es así que hay estudios que demuestran que hasta su nivel de atención a las voces adultas disminuye. La etapa en que se crea el vínculo protector de los hijos es desde que nacen hasta los 13, al inicio de la adolescencia. Por eso, de lo que se trata es de llegar antes. No empezar con programas preventivos a los 14, 15, 16, 17 años, como es hoy. Ahí ya todo está jugado. La oferta pública de este tipo de políticas hoy se concentra de los 14 en adelante, cuando ya hay poco que hacer”. 

Escuchándolo, es imposible no remitirse a “Adolescencia”, la serie británica de Netflix, donde se expone un caso de violencia adolescente incomprensible para los padres en una sociedad extremadamente rigurosa para juzgar la responsabilidad penal de los menores de edad. En Inglaterra, un niño de 10 años que delinque puede ser imputable. 

–Efectivamente, Reino Unido ha recibido muchas críticas por esos criterios punitivos extremos. La Universidad de Edimburgo tiene un magnífico estudio de la profesora de criminología Susan McVie, donde se sigue a 4 mil 300 niños desde los 12 hasta la adultez. La investigación demuestra que en la medida que los niños interactúan más tempranamente con el sistema de justicia desarrollan con mayor probabilidad trayectorias criminales. Esto se debe a que se desvinculan de su familia, su colegio, su entorno, creando una estigmatización que resta oportunidades, genera disociación, falta de empatía… Este seguimiento revela que el contacto temprano con la justicia se correlaciona con peores resultados en la adultez, como desempleo, problemas de salud mental y delincuencia persistente. No obstante, la mayoría de los jóvenes abandonan la conducta delictiva al madurar, pero con apoyo adecuado.

–Otra reflexión que despierta la serie “Adolescencia” es lo poco que saben los padres de sus hijos adolescentes. Que se sienten tranquilos si ven que están conectados en su pieza… sin tener idea de lo que piensan, sienten y hacen. 

–Los padres de hoy no entienden nada. Lo que agrava lo que siempre fue difícil. Además de los problemas de comunicación, es evidente que los factores de riesgo están mucho más presentes, y son transversales, además. ¿Cómo hablamos con los papás, por ejemplo, del riesgo de la marihuana en los niños, cuando hoy las elites consideran natural su consumo y buscan legalizarla? Si culturalmente se instala que es inocuo su consumo, como en todo a la larga, los más perjudicados son los niños. La evidencia científica ha sido sólida para demostrar que el consumo de cannabis entre los 14 y los 22 años, puede hacer perder hasta ocho puntos de coeficiente intelectual. Y eso lo único que hace es reproducir la exclusión social.  

No a las residencias de protección

Marzo 2025. AGENCIA BLACKOUT

Buscando notas de esperanza, pese al pasmo y al estupor de los padres, Sánchez reivindica la importancia de llegar antes, de intervenir desde la más temprana infancia y de descartar la institucionalización como medida protectora. “El sistema de protección del Estado para niños, niñas y adolescentes gravemente vulnerados, no funciona”.

–¿Qué sería lo que sí funciona? 

–En la Asamblea de Naciones Unidas de 2010 se concordó en que la mejor forma de protección para los niños es resguardar su derecho a vivir en familia. Donde mejor se desarrollan habilidades socioemocionales es en la familia. En el caso de los niños que requieren cuidados alternativos, la respuesta es una familia acogida. Todos los gobiernos han recogido y comprendido esa prioridad, pero no ha pasado mucho. Es cierto: se ha reducido el tamaño de las residencias, se han instalado algunas especializadas, pero es evidente que la institucionalización debe ser la última ratio, pero se sigue actuando como si esa fuera la mejor fórmula.   

En concreto, las familias de acogida en las que todos concuerdan como la mejor solución reciben 500 mil pesos por niño al mes de subvención total, a diferencia de las residencias que cuentan con un millón 300 mil pesos mensuales y muy distantes de los centros estatales de atención directa que tienen un costo mensual por niño de 4 millones de pesos. “De los 500 mil pesos mensuales destinados a una familia de acogida, sólo 90 mil son entrega directa. La diferencia se va a seguro de salud; educación; seguimiento y control del proceso del organismo colaborador que está supervisando a la familia de acogida”, detalla. Y hace notar la incongruencia de que el mejor sistema según todos, sea el que menos recursos recibe. 

“En Francia y en Bélgica existen familias de acogida integradas por profesionales que son pareja. Se contrata psicólogos, trabajadores sociales, y se le pone en coordinación con equipos clínicos para trabajar con las niñas y los niños de mayor riesgo”. Aquí entramos al tema más duro: el del daño a la salud mental de niños, niñas y adolescentes que han sido gravemente vulnerados. El daño, el trauma que arrastran esos niños no se resuelve con voluntad y declaraciones bien inspiradas.

–Hoy día los niños que están, por ejemplo, en una residencia no cuentan con especialistas, no cuentan con atención clínica prioritaria. Actualmente existe un déficit de 800 siquiatras infanto adolescentes y eso es evidente en el sistema de protección y en el sector público, en general –comenta con desaliento.

¿Quiénes son los más pobres? 

–Pensando en las maneras de proteger a la niñez, ¿concuerdas con que la escuela es un espacio de protección y el abandono escolar un riesgo?

–Uno no puede generalizar; la escuela no siempre es un espacio de protección. Y uno lo ve en la evidencia internacional, cuando una escuela es excluyente, dura, inflexible, controladora y no considera el contexto cultural de sus alumnos, no resulta un espacio protector. Hay escuelas que parten derrotadas, que alejan a los niños, donde se da la tragedia de que los profesores dicen cosas como “de estos cabros no se puede sacar nada bueno”. 

–¿Pero una escuela de reingreso?

–La  escuela de reingreso es distinta. Lo es cualquiera que tiene expectativas altas de sus estudiantes, que no los ningunea. La que crea vínculos con ellos, la que los hace sentir que pertenecen. Este es el primer factor protector: el sentido de pertenencia. El segundo elemento tiene ver con que la escuela esté articulada con la familia y con la comunidad, porque la educación no se da solo en el aula, por eso también importan las actividades extracurriculares. Pero, más que la escuela, el primer espacio protector es la familia. 

Marcelo Sánchez lleva 14 años trabajando en esta fundación nacida en 1997, al amparo de la Sociedad Canal del Maipo. Pese al nombre no es una organización religiosa, como se suele creer, sino a los canalistas del Maipo, quienes ese año deciden contribuir a “la recuperación de entornos degradados y apoyar en la solución de diversos problemas sociales que se originan en la vulneración de derechos de los niños y sus familias”. 

 –Hoy trabajamos con la voluntad de la gota que horada la piedra en lograr un mejor futuro para los niños. No hay que olvidar que Chile ha hecho grandes avances en los últimos años para reducir la pobreza y eso a veces se nos olvida. Sin embargo, no podemos ignorar que siempre, ayer y hoy, sigue habiendo pobres y los más pobres entre los pobres, siguen siendo los niños.

Ve el programa Hora de conversar:

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