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Claudia Pizarro: “La mitad de las mujeres de La Pintana son jefas de hogar” PAÍS

Claudia Pizarro: “La mitad de las mujeres de La Pintana son jefas de hogar”

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La alcaldesa fervientemente decé de una de las comunas más pobres del país comenta una realidad que arrojó el reciente Censo, ad portas del Día de la Madre. Criada en este municipio, describe cómo ha cambiado la pobreza desde los tiempos que vivió con sus padres y hermanos en un hoyo arenero.


Es irreductiblemente democratacristiana. Tanto que tiene un candidato presidencial que no transa: Alberto Undurraga, pese a que ni aparece en las encuestas.

Claudia Pizarro Peña (60), alcaldesa de la comuna de La Pintana por tercer y último periodo consecutivo, se hizo decé por Iris Peña, su mamá, pese a los reparos de Gilberto Pizarro, su papá, que la quería bien guardada en la casa. Inicialmente, la casa familiar era una improvisada construcción en el hoyo arenero de Avenida La Feria con Salesianos. Un lugar peligroso, degradado precario, que hoy está convertido en un gran parque, el André Jarlán.

Estos son recuerdos de mediados de la década del 60, cuando ella como hija mayor de cuatro hermanos, se quedó en la población La Victoria, con sus abuelos para asistir al kínder. “Mis padres se fueron a vivir al hoyo arenero para conseguir una solución habitacional. Esta alcaldesa, sus padres, vivieron ahí. Esa solución llegó en 1969, en el gobierno de Eduardo Frei Montalva. Nos fuimos a una operación sitio a la población Pablo de Rokha. El comité era el 9 de marzo. Todavía hay un club deportivo que se llama así: 9 de marzo. Llegamos a instalarnos a un pedazo de tierra. Era un sitio bien grande, pero no había nada, sólo la tierra. Ahí pusieron una mediagua mis papas”.

Entonces eso correspondía a La Granja, la que, a comienzos de los años 80, se dividió, dando origen a La Pintana. Una comuna nueva que acogió a miles de pobladores erradicados de manera forzosa por la dictadura militar desde Las Condes, Providencia y La Reina. 

Problemas de origen 

Ya antes, en la década del 70, la niña de los ojos de sus abuelos, padres y tíos, Claudia Gerlene, conoció lo que era vivir sin agua potable. “El agua había que ir a buscarla muy lejos. Todo era difícil, del terror. Tampoco había escuela. Fueron los vecinos los que construyeron la primera escuela, que partió en una mediagua. Después hicieron los bancos, las mesas. Todo muy simple: bancas de tablones. Era la Escuela 108, donde partí en primero básico. Hoy es el liceo Pablo de Rokha. Hasta ir al baño era sacrificado: había simplemente un pozo séptico”. 

La hoy alcaldesa afirma que muchos de sus compañeros pasaban hambre: “Yo crecí viendo niños desnutridos. Tenían una guatas enormes y unas cabezas grandes. Yo tuve la fortuna de no vivir eso y de ver cómo mi mamá se dedicaba a diario a alimentar a otros en las ollas comunes. Ella fue mi ejemplo de compromiso social. Mi familia me lo entregaba todo. Éramos felices, pero veía la pobreza y los problemas a mi alrededor”. 

–¿Cómo ha cambiado la pobreza en La Pintana desde esos años en que era parte de La Granja hasta ahora que es una de las comunas con mayor pobreza y vulnerabilidad del país? 

–Esa condición es real; somos una de las comunas más pobres del país. Yo quisiera que esa situación fuera distinta. Sueño con eso, pero es complejo porque fue construida para viviendas sociales. Se construyó mal en La Pintana. No es posible una buena vida en una casa de 12 metros cuadrados. No es lo mismo que en una de 30 metros cuadrados. Para evitar el hacinamiento, la gente hace la vida en la calle, fuera de la casa. 

Claudia hace notar que, en 1981, se salió el río Mapocho. Ese fue el año en que nació La Pintana. Fueron miles de personas que llegaron con sus enseres, parte de sus mediaguas, a vivir a la comuna. “Muchos trabajaban de jardinero, de nana, de maestro chasquilla en Las Condes y quedaron lejísimo de sus pegas. Perdieron sus trabajos, su ingreso. Es increíble como eso sigue repercutiendo 40 años después”, reflexiona. Dice que muchas veces se encuentra con los nietos de esos primeros vecinos y las historias son las mismas: desarraigo y enormes dificultades para enfrentar la vida en un lugar sin servicios ni equipamiento.  

Eso hoy tiene consecuencias concretas. En todo. 

–Las autoridades de entonces no imaginaron que esos pobladores llegarían a tener autos y no existen espacios en las casas para estacionamiento. Hoy las calles están llenas de autos frente a las casas que impiden la circulación, pero es imposible pensar en sacarles partes. Imagínate lo complejo que es en el caso de un incendio, de una urgencia médica en que debe entrar una ambulancia e incluso para que simplemente circulen los camiones recolectores de basura. Todo es difícil, porque la comuna está mal concebida desde el origen. 

Carreras cortas

El reciente Censo 2024 ha entregado datos elocuentes sobre La Pintana. Uno de ellos es que la mitad de las mujeres de la comuna son jefas de hogar. Es decir, mujeres solas, que deben sacar adelante a sus hijos sin apoyo, por sí mismas. Deben trabajar, educarlos, cuidarlos, sin ayuda de nadie. 

–Acá todo es “aperrar”, como yo digo. La crianza de los niños, alimentarlos, educarlos, son tareas que requieren autonomía económica. Para eso trabajamos nosotros a través de las OTEC (Organismos Técnicos de Capacitación). Para darles un oficio a las mujeres, para capacitarlas y empoderarlas. 

Sostiene que en los últimos 8 años han formado a 951 mujeres jefas de hogar en un oficio. “Tenemos peluqueras, gastrónomas, costureras, que están muy en la moda del reciclaje de la mezclilla. Así logran esa autonomía que es la única manera de independizarse del yugo que han debido soportar muchas de ellas”. 

–¿A qué te refieres concretamente?

–A que muchas mujeres soportan el VIF, la violencia intrafamiliar, hasta que sus hijos egresan de la enseñanza media. Ahí se liberan, se ponen a estudiar y a trabajar. Antes no lo hicieron porque no tenían ingresos propios. Hay muchos casos así, de mujeres que han soportado mucho abuso por años sólo por sus hijos. 

La alcaldesa explica que los oficios en que las forman les sirven para instalar un pequeño emprendimiento en sus casas. Una peluquería, una amasandería, un taller de costura. Eso les permite estar en sus casas, cerca de sus hijos, evitándose el gasto en tiempo y locomoción. Y estando presentes, porque es la ausencia de las madres (y los padres, cuando están) lo que más expone a sus hijos al nefasto influjo de las bandas delictuales. 

–Hoy los expertos advierten que la educación ha dejado de ver una herramienta de progreso social para las familias más vulnerables. Que hay maneras más eficientes de “surgir”… ¿Lo ves así?

–Lo que pasa es que hay que dar más incentivos al mundo del trabajo. Yo creo que el sueldo mínimo es poco atractivo para un chico que sale de cuarto medio. Por eso son tan importantes los acuerdos políticos para avanzar en iniciativas públicas. Ahí siento que estamos muy trancados. Estudiar doce años para ganar un sueldo mínimo no es ventajoso para los jóvenes ni para sus familias.

–¿O sea, las familias no creen en que la educación permita progresar? ¿Tú qué piensas al respecto? 

–Nosotros insistimos que la educación sí es una herramienta real de cambio, de transformación social, no solo para el joven que estudia, sino para todo su entorno familiar. Por eso, hemos apostado por entregar becas. 

Afirma que cada año 240 jóvenes pintaninos que entran a la educación superior reciben esas becas. Fundamentalmente para cursar carreras de formación técnica. “Esto porque los chicos de La Pintana quieren recibirse pronto para entrar a trabajar y eligen carreras muy cortas. Más adelante, cuando ya están trabajando, algunos se especializan”. Resalta lo importante que es la gratuidad para los estudiantes de su comuna. “Antes de ella, de cada diez jóvenes que salían de la enseñanza media, tres seguían estudios superiores, universitarios o técnicos. Hoy, con la gratuidad, esa proporción ha pasado a seis de cada diez”. 

Vuelvo a la escuela

Claudia Pizarro es de las alcaldesas que ha necesitado protección policial a causa de sus denuncias contra las bandas narco y también contra la narcopolítica. Ahora está más prudente, lo que nos lleva a preguntarle tres veces sobre cómo se evita que estas bandas delictuales seduzcan a los jóvenes de la comuna con la promesa de la plata fácil. Finalmente, nos responde así:

–No es fácil, porque la realidad es que un joven que llega a ser “soldado” de los narcos gana muchísimo más que un sueldo mínimo mensual. Un portonazo al mes resuelve muchas necesidades económicas y de validación social. Es decir, la batalla es muy desigual. Competimos en desigualdad de condiciones. Lo que nosotros requerimos es construir la comuna de otra forma. Nosotros ya no somos sostenedores de los colegios municipales; antes tuvimos 13. Ya no; ahora nosotros nos dedicamos a la reinserción escolar. En 2018, salimos a buscar a los niños que dejaron de estudiar para devolverlos a las salas de clases con un programa social que se llama ´Vuelvo a la escuela´. El primer año fueron 13 niños de un total de ochocientos los que quisieron volver. Hoy ya hemos sacado a quinientos de la calle”. 

Comenta que se trata de un trabajo de joyería. “El primer año es de nivelación. De recuperar los años perdidos. Es un trabajo  multidisciplinar del que participan terapeutas y trabajadores sociales. Lo más importante en esta etapa es lo emocional, lo vocacional, lo psicológico. El primer año de regreso al colegio es la prueba definitiva para la reinserción, donde hay que lograr que los chicos y las chicas se re enamoren de la escuela. Al año siguiente, ya están en condiciones de ser reubicados en el curso que por edad les corresponde”.  

–El afán no es académico, sino afectivo…  

–Así es. Acá no se trata de que sepa sumar y restar, y que comprenda lo que lea. Es mucho más una cuestión de reconocimiento y dignidad. Nos importa mucho la dignidad en la escuela. Desde que no pasen frío hasta que se sientan cuidados y protegidos. El hogar y la escuela son los espacios de protección, no la calle. Por eso nos esforzamos para que tengan multicanchas, jardines, que las escuelas sean lugares bellos.    

Vocación: alcaldesa

–Para terminar, te vuelvo a preguntar: ¿cómo ha cambiado la pobreza en La Pintana desde tu infancia hasta ahora?

–Es una pobreza distinta, no la de los niños desnutridos o de los niños neopreneros que conocí en mi infancia. Es una pobreza de afectos. No es material, sino de carencias valóricas, de formación. Yo creo que lo que más se requiere en estos tiempos es fortalecer la familia y desarrollar la integración social. La clave de todo es que los padres estén más cerca, que la jefa de familia llegue más temprano y pueda estar con sus hijos. 

Como mujer separada, como madre sola, hace una reivindicación de la diversidad familiar: “Me preocupa cómo les estamos enseñando a los niños. Yo tengo una nieta a la que en la escuela le hablan siempre de la familia tradicional: mamá, papá, hijos. En La Pintana un cuarto de las familias están lideradas por una mujer sola, porque, como ya he dicho, la mitad de las vecinas son jefas de hogar. ¿Cómo se sienten esos niños, los hijos e hijas de esas mamás frente a esos modelos?”.

Eso se pregunta la alcaldesa de La Pintana por tercer período consecutivo a la que le cuesta responder qué hará cuando se acabe su último periodo y ya no pueda repostular. “Me cuesta proyectarme, pero tengo tiempo para pensar. No me veo en el Parlamento. A mí me gusta hacer, no legislar. Me gusta ver logros concretos. Mi pasión es ser alcaldesa, cambiar para bien la vida de las personas”. 

– ¿Y la presidencia de la República? Aunque dicen que de alcaldesa a presidenta nunca se ha dado, que no resulta…  

–Yo creo que la misión del próximo presidente o presidenta es súper difícil. Son tiempos de mucha división, de mucha odiosidad política y con esos niveles de rabia cuesta mucho avanzar. De verdad, lo único que le deseo a quien salga electo es mucha suerte. 

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