Las elecciones se celebran del 6 al 9 de julio y en ellas ciudadanos de los 27 países de la Unión Europea elegirán a los 720 diputados del Parlamento Europeo, que tiene competencias (junto a los gobiernos del Consejo de la UE) para, entre otras cosas, aprobar y modificar el presupuesto comunitario.
Soldados alemanes que supuestamente van a ser enviados a luchar contra los rusos en Ucrania. Hipotéticos polacos que huyen de la “dictadura de la Unión Europea” y buscan refugio en Bielorrusia. Rumores de que la UE está detrás del intento de asesinato del primer ministro eslovaco Robert Fico.
Todas estas “noticias” forman parte de distintas campañas de desinformación con origen en Rusia que han invadido las redes sociales en Europa en los meses previos a las elecciones al Parlamento Europeo, que comienzan este jueves.
Bajo el viejo lema de “divide y vencerás”, Rusia tiene los ojos puestos en su vecina Unión Europea, donde, según los analistas, busca socavar el apoyo a Ucrania y crear divisiones en la alianza trasatlántica.
Para ello cuenta con una red de aliados, tanto en gobiernos como en la oposición, que, por afinidades políticas, estratégicas o simplemente por dinero, merman el consenso, generan tensión y defienden los intereses rusos en el continente, advierten los expertos.
“Existen dos maneras de hacer que tu país sea más poderoso. Una es invertir internamente para hacerlo más poderoso y la otra es invertir para debilitar a tus enemigos. Y muy a menudo lo segundo es más barato y más eficaz que lo primero”, le dice a BBC Mundo Ian Bond, subdirector del Centre for European Reform, con sede en Londres.
Para Putin, argumenta el experto en Rusia, la creación de divisiones en Europa, entre la UE y Estados Unidos o en el mismo seno del país norteamericano “es una victoria para él, casi independientemente de lo que suceda en las próximas elecciones europeas”.
¿Y qué sacan sus aliados? Algunos esperan dinero y otros consideran que sus ideas se alinean con las de Putin, al que ven como un promotor de los valores tradicionales, de la cristiandad, de la oposición al matrimonio homosexual o a estilos de vida menos convencionales, explica Bond.
La reciente desarticulación de una red prorrusa que pagaba a diputados europeos para que promovieran propaganda del Kremlin es solo el último ejemplo de una campaña de influencia que lleva años en proceso y que ha puesto en alerta a las instituciones europeas.
Como advirtió la vicepresidenta de la Comisión Europea Věra Jourová en unas declaraciones a Politico, “no podemos permitirnos ir un paso por detrás de Putin y su ejército de propaganda en el tablero de ajedrez. Tenemos que tener constantemente presente que utilizará la desinformación y la injerencia extranjera como arma para dividir a Europa”.
Rusia cuenta con defensores tanto en partidos de la oposición como en gobiernos que están alineados con los objetivos de Putin en Europa.
Posiblemente, el primero de la lista y el que más quebraderos de cabeza ha dado a las instituciones europeas es el partido ultranacionalista de derecha Fidesz, de Viktor Orbán, que gobierna Hungría desde 2010.
Orbán ha sido descrito por algunos analistas como un “quintacolumnista en la UE y la OTAN”, donde lleva años bloqueando los esfuerzos por contener la influencia rusa.
El líder húngaro defendió en 2014 en un famoso discurso la “democracia iliberal”, y como Putin, ha cultivado la figura de “hombre fuerte”, que condena el liberalismo occidental y defiende los valores tradicionales.
Su lealtad a los regímenes ruso o chino ha tenido sus ventajas, como los préstamos recibidos de bancos rusos para llevar a cabo proyectos estatales de envergadura o la decisión -quizás anecdótica pero sin duda simbólica- del gigante ruso Gazprom de patrocinar al principal equipo de fútbol del país, el Ferencvárosi, vinculado con el gobierno.
A cambio, Orbán se ha convertido en la principal piedra en el zapato de la Unión Europea, donde ha puesto trabas tanto el envío de ayuda a Ucrania como los planes para utilizar los bienes rusos congelados en la UE por las sanciones contra Moscú para armar a Kyiv.
En la estela de Orbán está Robert Fico, el primer ministro de Eslovaquia que sufrió recientemente un intento de asesinato.
Fico ha dicho de Putin que ha sido “demonizado erróneamente” por Occidente y que Kyiv debería bajar las armas y aceptar un acuerdo de paz, mientras su gobierno se ha opuesto al envío de ayuda militar a Ucrania.
El discurso ha calado en un país miembro de la Unión Europea y de la zona euro.
“Un porcentaje importante de los eslovacos cree que Estados Unidos y no Rusia son responsables de la guerra en Ucrania, algo que es atípico en los países de la región”, asegura Ian Bond.
Algunos antiguos mandatarios, como el excanciller alemán Gerhard Schöder o el exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi también cultivaron las relaciones con Putin durante sus mandatos y una vez que abandonaron el poder.
Berlusconi, de hecho, visitó con Putin unas bodegas en la península de Crimea después de que fuera tomada por Rusia en 2014. Schröder ha enfurecido a muchos europeos también al mantener la cercanía con el presidente ruso incluso después del inicio de la invasión de Ucrania en 2022.
Pero si los de Hungría y Eslovaquia son los gobiernos dentro de la UE más cercanos a Rusia, Putin también cuenta con aliados en partidos de la oposición, especialmente en grupos de extrema derecha.
Alternativa por Alemania (AfD, por sus siglas en alemán) es, según los analistas, uno de ellos.
Dos de sus miembros, precisamente el número uno y dos de su lista para las elecciones al Parlamento Europeo, han sido vinculados con una red que al parecer utilizaba el medio digital Voice of Europe para difundir propaganda rusa en 16 idiomas y que habría pagado a políticos de extrema derecha para transmitir estas ideas.
Según el diario alemán Der Spiegel, Voice of Europe es una pequeña parte de una operación rusa a gran escala en la que AfD ocupa un papel central.
El partido euroescéptico y antiinmigración alemán ha criticado a la UE por su apoyo a Kyiv, y desde hace un tiempo difunde la narrativa de que Rusia libra una guerra en Ucrania porque Occidente ha violado sus intereses de seguridad, según ha denunciado el propio presidente de la agencia de inteligencia alemana, Thomas Haldenwang.
Uno de los partidos europeos que se ha vinculado con Rusia en los últimos años es la Reagrupación Nacional (RN, antiguo Frente Nacional) de Marine Le Pen en Francia.
Las señales estaban por todas partes, pero quizás la más significativa de todas fue el viaje que Le Pen hizo en la víspera de las elecciones presidenciales de 2017 a Moscú para reunirse con Vladimir Putin y alardear del apoyo a su candidatura.
Tres años antes, su partido había recibido un préstamo millonario de un oscuro banco ruso para financiar la campaña de las elecciones regionales de 2015, algo que, según Le Pen se debió a que ninguna entidad europea quiso prestarles el dinero.
Desde la invasión rusa de Ucrania, sin embargo, su discurso se ha vuelto más cauto.
“Creo que Le Pen se dio cuenta de que Rusia la estaba utilizando. Los rusos son muy cínicos con sus presuntos aliados en Europa. Puede que los apoyen hoy y que se deshagan de ellos cuando dejen de necesitarlos”, analiza para BBC Mundo Anton Shekhovtsov, director del Centro para la Integridad Democrática.
La invasión fue muy impopular en Europa y, según el politólogo, Le Pen “que es populista, supo cuándo distanciarse de los rusos, y eso fue un paso táctico muy inteligente por su parte”.
La extrema derecha austríaca también se encuentra en la lista de los cercanos al Kremlin.
El Partido de la Libertad de Austria (FPÖ, por sus siglas en alemán) tiene estrechos vínculos con la formación de Putin.
Quizás quien mejor supo escenificar este idilio fue la entonces ministra de Exteriores austriaca, Karin Kneissl, que en 2018 invitó a Putin a su boda y, tras bailar con él, hizo una reverencia ante el presidente ruso. Kneissl había sido nombrada por el FPÖ, que formaba parte del gobierno de coalición.
Un año después, Heinz-Christian Strache, líder en aquel momento del FPÖ y vicecanciller del país, y su número dos protagonizaron el escándalo político conocido como “caso Ibiza”. Ambos fueron grabados en secreto en esta isla española aceptando las propuestas de una misteriosa mujer que se hizo pasar por la sobrina de un magnate ruso y que les ofrecía una cobertura mediática favorable en los medios a cambio de contratos gubernamentales.
El escándalo provocó el colapso de la coalición de gobierno y la convocatoria de nuevas elecciones.
Otro de los partidos que el Kremlin ha cortejado durante años en Europa es la Liga de Matteo Salvini, en Italia, quien firmó en 2017 un acuerdo con la Rusia Unida de Putin.
El viceprimer ministro italiano asegura que ese acuerdo no sigue vigente, pero las sospechas de que su formación ha recibido dinero ruso a lo largo de los años han salpicado a Salvini en varias ocasiones, algo que él niega.
Desde la invasión rusa de Ucrania, como sucedió con el RN francés, la situación ha cambiado.
Salvini ha pedido -con la boca pequeña, según sus críticos-, el fin de la guerra y ha borrado de sus redes sociales las fotos que se hizo frente al Kremlin en 2019 con una camiseta con la imagen de Putin.
En lo que respecta a su relación con el Kremlin, “el partido se dividió incluso antes, cuando algunos miembros criticaron a Rusia muy vehementemente por el envenenamiento de (el opositor ruso Alexei) Navalny, y este sector se hizo con la política exterior de la formación tras la invasión de Ucrania”, señala Anton Shekhovtsov.
Aunque Salvini no se encontraba en este grupo, afirma el investigador, “tuvo que seguir esa línea porque era la agenda que había marcado el partido”.
Desde 2023, observa Shekhovtsov, “Rusia intenta de forma frenética difundir su narrativa por todas partes, por lo que utiliza cualquier oportunidad y lugar para expandir su propaganda y desinformación”.
En la campaña de las elecciones europeas, por ejemplo, busca influir en los contextos nacionales, promoviendo la desconfianza hacia las instituciones europeas y favoreciendo a aquellos partidos que sirven sus intereses, según los analistas.
Cualquier asunto que pueda generar descontento, desunión o fricción dentro de un país, puede convertirse en objetivo de sus redes de desinformación.
Para ello utiliza todo tipo de técnicas, desde campañas de desinformación en redes sociales -como las que detecta EU vs Disinfo, un proyecto de la Unión Europea que identifica, analiza y conciencia sobre la desinformación- a fuentes diplomáticas.
Parte de esta campaña parece haber sido el uso de Voice of Europe o los presuntos contactos con diputados europeos, a los que habrían “pagado para promover propaganda rusa”, según denunció el primer ministro belga, Alexander De Croo.
Tras la invasión de Ucrania, la UE suspendió dos medios del Kremlin, RT y Sputnik, a los que acusó de difundir propaganda. Estos medios, sin embargo, siguen siendo accesibles desde gran parte de Europa, según han denunciado medios ucranianos.
Para Anton Shekhovtsov, el principal objetivo ahora mismo de Rusia para influir en las elecciones europeas está relacionado con la guerra en Ucrania.
“Su objetivo más importante es ganar la guerra y solo lo puede hacer socavando el apoyo de Occidente a Ucrania. Sin este apoyo, Ucrania está condenada al fracaso”, argumenta el autor de “Rusia y la extrema derecha de Occidente: tango noir”.
En su opinión, Moscú ha tenido cierto éxito en ello, “no solo a través de la propaganda y la desinformación, sino también de la disuasión tradicional con el mito de la escalada, que ha hecho que Alemania, por ejemplo, no envíe los misiles Taurus a Ucrania”.
Una sociedad polarizada, además, tiene más dificultades para alcanzar consensos, recuerda Ian Bond: “En Europa se hace más difícil tomar decisiones. Lo vemos por ejemplo, con la frustración que hay con Viktor Orbán, que bloquea el dinero para la asistencia militar de la UE a Ucrania. Y todo eso es una victoria para Putin”.
Rusia está interesada, asegura Anton Shekhovtsov, “en que Europa tenga tantos problemas como sea posible, ya que eso distraerá a los países europeos de la guerra de Ucrania, así que no importa cómo lo consiga, sea a base de apoyar a la extrema derecha o a separatistas o corrompiendo a políticos convencionales”.