Hace diez años, Tampico, en el noreste de México, estaba sumida en el miedo y la violencia: la gente se escondía en sus casas al caer la tarde, los niños faltaban frecuentemente a clases y viajar por carretera, según algunos residentes, “era lo mismo que un suicidio”.
Hace una década, Tampico, en el noreste de México, era una ciudad dominada por el miedo y la violencia. Los habitantes vivían bajo un toque de queda autoimpuesto y el crimen era parte de la vida diaria, con 30 secuestros al mes y 100 homicidios al año. Sin embargo, hoy, Tampico y sus municipios vecinos, Madero y Altamira, se destacan como una de las zonas urbanas más seguras del país, un fenómeno que contrasta con la crisis de violencia en México.
Este notable cambio comenzó cuando la ciudadanía, cansada de la situación, decidió actuar. Empresarios como Jorge, quien fue secuestrado durante la ola de violencia de 2009 y prefiere no identificarse mayormente, recuerdan cómo el crimen se extendía sin control. Las autoridades locales estaban cooptadas por el crimen organizado, lo que hacía imposible denunciar, pues los criminales interceptaban la información oficial. Ante esta corrupción, la sociedad civil se organizó y surgió la Mesa Ciudadana de Seguridad y Justicia de la Zona Sur de Tamaulipas.
Luis Apperti, uno de los fundadores de la Mesa, explica que más allá de la pobreza, la corrupción era la raíz del problema. La Mesa creó un Observatorio de Seguridad, recaudó fondos para mejorar la infraestructura policial y estableció un centro de denuncias independiente. Con el tiempo, la colaboración entre las Fuerzas Armadas, las autoridades judiciales y la comunidad permitió un notable avance. En tres años, triplicaron el número de policías, y en cinco, erradicaron los secuestros.
Una de las claves del éxito fue el acceso a información confiable. La Mesa logró que las autoridades policiales y judiciales trabajaran de manera eficiente, pero lo más importante fue generar un sentido de pertenencia en la comunidad. La gente comenzó a denunciar, convencida de que no podía ser pasiva ante el crimen. Esto impulsó una serie de protestas anuales, con la población vestida de blanco, que exigía paz.
Willy Zúñiga, actual rector de la Universidad de Seguridad y Justicia de Tamaulipas, resalta que la clave fue restaurar la confianza en las instituciones y profesionalizar la policía. La universidad, creada como parte del esfuerzo de la Mesa, se ha convertido en un semillero de recursos humanos especializados, con un enfoque en el sentido común y el servicio a la comunidad.
La experiencia de Tampico demuestra que, más allá de la pobreza y la falta de oportunidades, combatir la violencia requiere instituciones confiables y la participación ciudadana. Aunque Tamaulipas sigue siendo vulnerable al crimen organizado por su ubicación geográfica, Tampico ha logrado crear un oasis de seguridad, gracias a la colaboración entre la comunidad y las autoridades.
Este modelo, que pone énfasis en la inteligencia y la coordinación, podría servir de ejemplo para el resto del país, especialmente en el contexto del nuevo gobierno de Claudia Sheinbaum.