Entender que razón y emoción están conectadas, facilita la capacidad adaptativa de la persona, manifestada en sus respuestas a los problemas relacionales y a las conductas disruptivas, que determinan la posibilidad de actuar, pensar, imaginar y recordar. En esta línea, comprender que se puede transitar hacia un encuentro amable, amistoso y colaborativo con el estudio, permite resignificar y reescribir historias pasadas de odio y amargura, las que luego se instalan como creencias y actitudes en el aprendizaje. Es, por lo tanto, bueno recordar que para enseñar las matemáticas debemos poner atención a las emociones.
Ya están aquí los resultados de la PAES que miles de jóvenes rindieron tras años de estudio y preparación. Una prueba que instala una nueva escala para la asignación del puntaje junto a una evaluación centrada en medir competencias y habilidades. Así, es posible incluso que un estudiante que no haya tenido la oportunidad de conocer todos los contenidos demuestre la habilidad hacia la asignatura, por ejemplo, la matemática, prueba que cambió hacia un formato dividido en una parte obligatoria y otra optativa. Sin embargo, pareciera ser que existen ciertos patrones recurrentes ante una prueba de matemáticas, como la ansiedad y el nerviosismo. Dichos patrones se aprenden en el aula, en la interacción con los compañeros y compañeras y, por supuesto, con las(os) docentes, pero resulta oportuno relevar que en un ambiente de cooperación se pueden trabajar y resolver.
Y es que la matemática es una asignatura ante la que los estudiantes manifiestan una cierta predisposición negativa, explicada por aspectos personales, creencias y actitudes, instalándose una mala imagen y diversas emociones que pueden influir en la experiencia de aprendizaje. Pero ¿por qué aparece este cuco a las matemáticas?
Una de las razones tiene que ver con esta suma de experiencias emocionales y cognitivas negativas que se transmiten de persona a persona. Otra, tiene que ver con los contenidos, como el álgebra elemental, factorizaciones, productos notables y expresiones algebraicas en general. Estas poseen una naturaleza matemática basada en estructuras abstractas para el aprendizaje, lo que las convierte en temas difíciles de estudiar. Pero, cuando se requiere de un mayor nivel de abstracción y se está ante ejercicios de mayor dificultad, se desencadenan emociones negativas debido a la poca variedad para relacionarlo con conocimientos previos, instalándose así el desafío de avanzar en los procesos de enseñanza, pues –como hemos visto hasta aquí– existe una relación entre el aprendizaje y las emociones.
Desde un contexto general de la educación, existe un vínculo entre el aprendizaje, las emociones y la influencia que tienen ciertos procesos como la motivación, actitudes, intereses, por nombrar algunos, los cuales se relacionan con la experiencia afectiva, individual y subjetiva de las personas en el proceso de aprendizaje. Así, se considera que la emoción es un proceso multidimensional y complejo, en el que están integradas respuestas de tipo neurofisiológico, cognitivas y conductuales. Por esto, la importancia de prestar atención a aspectos emocionales en un aula de matemáticas obedece no solo a una cuestión lógica que los seres humanos sentimos, sino a que la exclusiva centralidad en aspectos cognitivos en educación desatiende el desarrollo de habilidades socioemocionales, pudiendo generar situaciones de violencia y/o problemas de salud mental que inciden en el ámbito social y terminan afectando procesos en las aulas. Es más, el modo en que los docentes se relacionan con sus estudiantes predice sus experiencias emocionales en el aula.
En este sentido, las emociones más frecuentes durante la resolución de problemas de matemática de alta dificultad están dadas por frustración y confusión, con transiciones a emociones negativas marcadas por el aburrimiento, rabia y ansiedad, instalando la importancia del rol guía y formador que desempeñe un(a) docente.
Es importante resaltar el clima de aula que se genera mientras se realiza una clase y en ella se abordan contenidos complejos. Las y los docentes son modeladores de conducta, por lo que la actitud que transmitan en relación con las matemáticas será muy importante para la experiencia de aprendizaje de las y los estudiantes. Entonces, teniendo claro que esta disciplina carga con un prejuicio negativo, es importante que se generen instancias donde alumnas y alumnos tengan experiencias positivas de aprendizaje. De ahí que, por ejemplo, la tutoría entre estudiantes puede ser un elemento que, además de ayudar a que el aprendizaje se refuerce entre pares, ayude a que se desarrollen otras habilidades sociales que podrán apoyar la regulación emocional y el manejo de la frustración cuando los contenidos son más difíciles. De esta forma, podremos contribuir al desarrollo integral de quienes se enfrentan al aprendizaje de las matemáticas, y avanzar desde la cooperación en el proceso de enseñanza, de manera de derribar las temidas brechas al momento de finalizar la enseñanza escolar, que es en parte lo que la PAES pretende relevar con su instalación.
Entender que razón y emoción están conectadas, facilita la capacidad adaptativa de la persona, manifestada en sus respuestas a los problemas relacionales y a las conductas disruptivas, que determinan la posibilidad de actuar, pensar, imaginar y recordar. En esta línea, comprender que se puede transitar hacia un encuentro amable, amistoso y colaborativo con el estudio, permite resignificar y reescribir historias pasadas de odio y amargura, las que luego se instalan como creencias y actitudes en el aprendizaje. Es, por lo tanto, bueno recordar que para enseñar las matemáticas debemos poner atención a las emociones.