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Medicina veterinaria tradicional: investigación buscó resignificar saberes campesinos en Pucón y Curarrehue Animales

Medicina veterinaria tradicional: investigación buscó resignificar saberes campesinos en Pucón y Curarrehue

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La medicina veterinaria moderna ha tenido un predominio frente a la medicina veterinaria tradicional. “Es un conocimiento que ha sufrido un fuerte proceso de erosión”, indica investigación.


El orégano y el canelo son algunas de las hierbas medicinales que más utiliza Pablo Neculpan, un campesino proveniente de Relicura, en la comuna de Curarrehue. Él las emplea en el tratamiento de enfermedades o problemas de salud de su ganado, compuesto principalmente por vacas, caballos y ovejas.

Se trata de saberes que, tal como explica Pablo, son conocimientos que se han traspasado de generación en generación, a partir de las observaciones que sus propios antepasados alguna vez realizaron.

“Uno no necesariamente puede creer por superstición o por tincada, sino que también hay prueba en los hechos (…) esta medicina uno la iba adaptando a sus recursos para poder subsistir tanto en alimentos como en salud”, afirma.

“Mi suegro me hablaba del toronjil cuyano”, cuenta a modo de ejemplo, este hombre de 44 años. “Contaba que en una ocasión andaba una yegua con un potrillo que estaba un poquito desnutrido, entonces la yegua, que andaba comiendo, fue a dar a un manchón de toronjil cuyano y cuando él revisó la bosta del potrillo, vio parásitos que el animal había botado ahí. Y después se recuperó”.

El tratamiento de animales basado en prácticas socioculturales sostenidas a lo largo del tiempo es conocido como medicina veterinaria tradicional o etnoveterinaria, y surge de la experiencia de campesinos y campesinas que, a través de la prueba y el error, han desarrollado sus propios conceptos y técnicas en el manejo y cuidado del ganado.

Un conocimiento erosionado

“La medicina veterinaria tradicional tiene una raigambre profunda”, explica el investigador de los centros UC de Desarrollo Local (Cedel UC) y Ecología Aplicada y Biodiversidad (Capes), Tomás Ibarra.

“Esto se pone de manifiesto en el complejo cuerpo de conocimientos, prácticas y creencias vinculadas al cuidado de los animales en territorios rurales. Por ejemplo, entre las prácticas de manejo animal que aún se mantienen y son utilizadas comúnmente, se encuentra el uso de ceniza en gallineros para prevenir y eliminar ectoparásitos en aves, la planificación de castraciones en luna menguante, como también el uso de abono animal para la fertilización de praderas”, sostiene.

Sin embargo, para el investigador este conocimiento se ha ido erosionado con el pasar de los años, lo que, en sus palabras, “se refiere básicamente a que el conocimiento y la práctica relacionada al mundo agrícola, se ha visto afectado por una serie de procesos históricos y contemporáneos”.

Para entender los factores que influyen en esta pérdida y conocer su vigencia entre los campesinos del sur de Chile, Ibarra participó en un estudio encabezado por la investigadora Fernanda Olivares, médica veterinaria magíster en Desarrollo Rural, junto a la académica de la Universidad Austral de Chile Carla Marchant, un trabajo que también buscó documentar y revitalizar este tipo de conocimientos.

Los efectos de una agricultura intensiva

El trabajo, cuyos resultados fueron publicados en la destacada revista Journal of Ethnobiology and Ethnomedicine, abordó la experiencia de 60 campesinos y campesinas del sur de los Andes, específicamente de los municipios de Pucón y Curarrehue, a través de entrevistas que tuvieron lugar entre diciembre de 2020 y marzo de 2021.

A partir de estas conversaciones, los investigadores pudieron determinar algunos de los fenómenos que intervienen en esta erosión paulatina del saber veterinario tradicional. Según Ibarra, éste es un proceso político y social de décadas, que tiene sus bases en la Contrarreforma Agraria desarrollada en dictadura.

Por entonces, “se les empieza a tratar a los campesinos de agricultores y de clientes, y se da con mucha fuerza la conversión de estos hacia una agricultura intensiva y, en particular, al manejo del ganado basado en el uso de químicos o agroquímicos, entre ellos fármacos” señala.

Los efectos que tendría el uso de estos elementos en el ganado tendrían una directa relación no solo con la pérdida de estas prácticas, sino que también con la pérdida de biodiversidad. Como señalan Marchant y Olivares, “estudios de nivel mundial alertan de los crecientes procesos de resistencia bacteriana y parasitaria que se han desatado por el uso intensivo de fármacos sintéticos, junto con la contaminación alimentaria y ambiental que genera el empleo de estos químicos en los sistemas de producción animal”.

Por ejemplo, explican, “se ha estudiado que el uso fármacos como la ivermectina —compuesto medicinal utilizado en animales para tratar afecciones como la nematodiasis, garrapatas y sarna— se relaciona con la disminución de los escarabajos estercoleros que habitan las praderas movilizando el abono animal, asociándose a una mayor fertilidad del suelo y control biológico indirecto de parásitos en animales”.

Para Pablo Neculpan, sin embargo, el uso de fármacos es una forma rápida y fácil de tratar a sus animales. “Uno siempre cuida a sus animales cuando están afectados”, señala, “por ejemplo, ahora tengo un animal que tiene mucha mucosidad y para salir luego del paso, ahí vamos al fármaco”.

Políticas públicas culturalmente apropiadas

Es por ello por lo que los investigadores apuestan por el desarrollo de políticas públicas que estén en sintonía con las comunidades que se ven impactadas por este tipo de acciones y sus prácticas.

“Para que las acciones de proyectos y planes de dichas políticas públicas que trabajan con la agricultura familiar y el mundo rural sean exitosas”, explican las autoras del estudio.

“Es necesario que estas sean territorialmente pertinentes y participativas, es decir, que se realicen considerando la diversidad biocultural de las y los campesinos de cada rincón del país”, agregan.

En otros países de la región, como Colombia, Bolivia o Perú, el desarrollo de políticas públicas con enfoque participativo ha dado buenos resultados, al ser medidas que han involucrado a las comunidades desde el principio. Para Ibarra, estas políticas públicas pertinentes con el mundo agrícola tienen que desarrollarse de manera sistémica y generalizada.

“No solamente la política pública referida al ministerio de Agricultura o al Instituto Nacional de Desarrollo Agropecuario (Indap), sino que también políticas educativas, económicas, que fomenten la revitalización de estos saberes, con cambios de carácter más sistémico”, menciona.

“Las políticas no tienen que quedarse en lo que fue, sino que avanzar a una estrategia de adaptación e innovación en la práctica de manejo de animales”, agrega, “para poder fomentar e incluir el conocimiento tradicional con nuevos aspectos que se han ido desarrollando en los territorios, nuevos conocimientos, nuevas prácticas e ir pensando en el futuro de los rebaños, de la economía local y en realidad de la soberanía alimentaria local”.

Transferencia a las comunidades

Para colaborar en este esfuerzo, una de las primeras metas de los investigadores es devolver y difundir los resultados de este estudio a la misma comunidad. Lo anterior, a partir del diseño e implementación de talleres de medicina tradicional veterinaria en comunidades liderados por representantes de los mismos territorios que conozcan esta práctica.

“También queremos buscar otros mecanismos de comunicación de los hallazgos, tales como la generación de un manual de medicina veterinaria tradicional, que permitan ampliar el alcance de esta investigación a través de distintos medios”, plantea Ibarra.

Se trata, de alguna forma, de diseminar estos saberes de la misma forma como llegaron a Pablo a través de sus padres, abuelos y suegros, y que hoy él trabaja con sus propias hijas. “Una de ellas está estudiando agronomía y a ella le voy enseñando el uso de estas hierbas en los animales”, relata.

Para el campesino, estos son conocimientos valiosos en su subsistir y en cómo comprende su relación con el ganado, algo que, asegura, fue un conocimiento que “siempre fue”, que siempre existió, al menos en los relatos de su familia.

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