Es el cerro más grande de Valparaíso y quizá, el menos conocido. El secreto mejor guardado de la oferta turística porteña.
Para turistas y nacionales Valparaíso empieza o termina en la Plaza Sotomayor, que es el centro cívico de la ciudad y el eje principal del famoso y fundacional Barrio Puerto. Pero pocos metros más allá, la vía costera nos conecta con el cerro más grande de la ciudad en el que habitan casi un tercio de los habitantes de Valparaíso: Playa Ancha.
Playa Ancha desde su fundación es una verdadera república independiente, toda vez que entre sus históricos barrios se erigieron hospitales, universidades, bancos, almacenes, emporios que, hasta hoy, dotan de total autonomía a sus habitantes.
Esa condición de independencia y tradición, sin influencias, ha permitido que hoy el cerro Playa Ancha sea uno de los baluartes patrimoniales más interesantes y cuidados del puerto, transformándose en un nuevo polo turístico en Valparaíso.
La mejor manera de encontrarse con estos tesoros citadinos es caminando. Parto la ruta conociendo Azotea resto bar (Avenida Gran Bretaña 21), una casona patrimonial recuperada y transformada en restaurante y hotel. Su propuesta es sencilla, universal y cumplidora.
Bien el sour, equilibrado y seco, y mejor las calugas de pescado, fritas, acompañadas con pebre, un clásico porteño. Ojalá redujera la cantidad de pizzas, para meter más productos con identidad. Con todo, su vista privilegiada de la bahía de Valparaíso y la música de The Beatles, lo vuelven un imperdible.
Salgo de ahí, motivada por recorrer la famosa avenida Gran Bretaña, con sus fantásticas casas de estilo californiano, construidas después del terremoto de Valparaíso de 1906 que devastó la ciudad y permitió el desarrollo de un Playa Ancha hasta ese momento, vaciado.
La madera es la característica principal, igual como se usaba en San Francisco en Estados Unidos, ciudad que inspiró al reconocido arquitecto Esteban Orlando Harrington, nacido en Valparaíso en 1873 y formado en San Francisco, quien fuera el responsable de rediseñar este barrio. Me lo cuenta Felipe Muñoz, creador de EcoMapu (www.ecomapu.com), cuyas rutas permiten conocer y admirar los secretos de esta desconocida Playa Ancha.
El recorrido permite contemplar los antiguos emporios que en pleno 2023, mantienen su estética, ritmo y pujante actividad comercial. En Playa Ancha no hay supermercados de cadena, ni centros comerciales, ni multi tiendas, solo almaceneros de barrio, que aún conservan las costumbres impuestas por aquellos migrantes europeos, generalmente italianos, que desarrollaron la actividad comercial en el puerto desde finales del siglo XIX.
Destacan el almacén Naval (Avenida Gran Bretaña 21) con sus estanterías de madera originales llenas de abarrotes, verduras, licores, golosinas, chacinas y un largo etcétera, que sigue atendiendo de lunes a domingo, desde su apertura en 1923.
También, la panadería y pastelería Menta (Avenida Playa Ancha 114) con su horno de leña, y que produce cuatro veces al día pan batido que es como llaman los porteños y viñamarinos a la marraqueta o pan francés.
Otra parada obligada es el café República (Avenida Playa Ancha 30). Es más que un buen café. Es un espacio para entender la idiosincrasia playanchina, para oír boleros, para conversar, para entender y apreciar la vida de barrio.
Llevo un par de horas caminando y el hambre acecha. Gastronómicamente hablando, Playa Ancha es un destino en construcción, pero me atrevo a sugerir dos establecimientos. Las Torpederas, el restaurante de la playa homónima, es un valor seguro.
La merluza fresca y de talla impecable, pescada en la caleta El Membrillo, con la clásica ensalada chilena y papas mayo, es todo lo que está bien. Igual que el restaurante San Pedro, en la parte trasera de la caleta (sin vista al mar), pero con producto fresco, cuidado y a buen precio.
No te puedes ir de Playa Ancha sin dar un paseo por su costanera, en plena Avenida Altamirano, con sus rompeolas y bancas pintadas a mano con diseños de aves migratorias del lugar. Además, la playa Las Torpederas cuenta con actividades de buceo y stand up paddle.
Y para cerrar el día, una once en la acogedora cafetería Waddington (Waddington 284) un emblema en el corazón del cerro.
Mi visita fue una revelación de lo cotidiano, de las bellezas barriales escondidas que sobreviven al olvido, tan auténticas, tan bonitas, que sobrecogen. Apúntelo en su agenda, próxima parada, Playa Ancha.