Inédito análisis hecho por la Fundación MERI y la Unión de Ornitólogos de Chile, entidades que realizan rehabilitación y liberación de estas emblemáticas aves, muestra sus desplazamientos y hábitos a lo largo del país, así como los principales desafíos que enfrenta la especie emblemática cordillerana.
Inéditos datos como su altura de vuelo, recorridos frecuentes y también áreas de alimentación reveló un análisis realizado por la Fundación MERI y la Unión de Ornitólogos de Chile, a través del proyecto Manku, el que tiene como objetivo conocer el comportamiento de los cóndores, aves emblemáticas por su valor ambiental, histórico y cultural.
El análisis muestra datos obtenidos a partir del monitoreo y seguimiento satelital realizado a un grupo de siete cóndores, machos y hembras, liberados a partir de 2019 tras nacer en cautiverio o ser rehabilitados. Se trata de Eluney, Maipo, Wilka, C36, C37, quienes fueron liberados en la Reserva Elemental Likandes, parque natural de San José de Maipo, además de Pumalín y Liquiñe, reintroducidos en la Patagonia.
“Con este estudio, hemos confirmado que las reinserciones que hemos realizado han sido exitosas y que cada grupo de cóndores, dependiendo de la realidad geográfica de la zona donde se insertan, tienen diferentes comportamientos”, señala Eduardo Pavez, quien lidera el proyecto Manku, el que nació en 2019.
El seguimiento -hecho con equipos satelitales que se instalan en las alas a los ejemplares- indicó que el grupo de cóndores liberado en la zona central efectúa recorridos que van desde la Región de Valparaíso hasta la Región del Biobío, preferentemente sobre la Cordillera de los Andes. Esta distancia equivale a aproximadamente 600 kilómetros de norte a sur, extensión que recorren durante varios días de búsqueda de alimento. Los datos muestran que la mayor parte del tiempo sobrevuelan territorios ocupados por praderas y matorrales. También se desplazan hacia la cordillera argentina y vuelven a Chile.
En tanto, los cóndores que fueron liberados en la Patagonia realizan recorridos de menor extensión, los que van entre 100 y 150 kilómetros. Esta diferencia con lo observado en la zona central, probablemente se debe a que en las regiones australes la disponibilidad de carroña para los cóndores, derivada de una gran masa ganadera y de poblaciones aún abundantes de guanacos, facilita el acceso a la comida.
En cuanto a los vuelos, se identificó que uno de los ejemplares de la zona central alcanzó una altitud máxima de 4.510 metros y la altura promedio fue de alrededor de 2.000 metros. En cambio, las aves monitoreadas en Patagonia se desplazan a una altitud promedio de alrededor de 700 metros. Esta diferencia -explica Pavez- se debe a que las cordilleras de la zona central son mucho más altas que las cordilleras y estepas que recorren los cóndores liberados en la Patagonia.
El análisis también exploró el uso que hacen los cóndores de rellenos sanitarios como fuente de alimento en la zona central de Chile. Algunos de los cóndores liberados los visitan de forma regular, movidos por la falta de alimento en la cordillera, especialmente durante el invierno. Esta es una situación preocupante dado el riesgo de intoxicaciones que implica esta fuente de alimento. En la Región Metropolitana los rellenos más visitados fueron Loma Los Colorados, Santa Marta y Santiago Poniente, en tanto que en la Región de O’Higgins lo fue La Yesca.
“Debido a la presencia cada vez menor de ganado en la cordillera, fuente principal de carroña para los cóndores en la zona central, los cóndores se ven obligados a acercarse a buscar alimentos a estos enormes rellenos sanitarios e ingieren desechos”, advierte Pavez, quien remarca la urgencia de que estos depósitos puedan realizar un manejo adecuado de los residuos cubriéndolos con la mayor frecuencia posible para evitar que estas aves se acerquen.
Sonia Español, directora ejecutiva de la Fundación MERI, explica que en estas aves “se observa un patrón evidente entre el recorrido realizado por los Cóndores y la expansión urbana de la geografía que habitan. A mayor expansión urbana, mayor desplazamiento deben realizar los cóndores para lograr alimentarse, si es que no terminan en los vertedores, en el peor de los casos. Considerando que esta especie cumple un rol fundamental en la cadena trófica de América Latina, debemos repensar el crecimiento de la ciudad y el factor contaminación, como un elemento critico que afecta nuestra biodiversidad”.
Por su parte, la presidenta ejecutiva de Filantropía Cortés Solari – de donde depende Fundación MERI-, Francisca Cortés Solari, reiteró el llamado a sensibilizar a la comunidad sobre la importancia de conservar esta especie emblemática de Chile y su hábitat: “Se trata de un esfuerzo único por conocer el estado de salud de los cóndores de Chile. Lamentablemente, la ciencia ratifica no sólo la degradación progresiva de nuestro ecosistema y su impacto en los cóndores, sino también el riesgo inminente que esto significa para nosotros mismos y el planeta, como factor de contaminación. El cóndor es un termómetro de lo que ocurre en nuestro entorno cordón cordillerano por lo que debemos escuchar que nos está diciendo esto”.