Preocuparse por el bienestar de los peces en Latinoamérica es una cuestión de ética y responsabilidad ambiental, además de ser esencial para la sostenibilidad, salud pública y desarrollo económico de la región.
La sintiencia de los peces es un tema que ha ganado atención en los últimos años, a medida que la ciencia avanza en la comprensión de las capacidades cognitivas y emocionales de estos animales. Durante mucho tiempo, se ha asumido que los peces carecen de estas capacidades, en parte debido a sus diferencias anatómicas y evolutivas con los mamíferos y las aves. Sin
embargo, numerosos estudios científicos recientes comprueban que esta postura es incorrecta y que los peces poseen una lista sorprendentemente larga de comportamientos y respuestas que indican sintiencia, y por ende capacidad de dolor y sufrimiento.
Investigaciones en diversas entidades académicas alrededor del mundo han demostrado que los peces tienen sistemas nerviosos complejos y estructuras cerebrales análogas a las de otros animales considerados sintientes. Por ejemplo, se ha encontrado que los peces tienen receptores de dolor (nociceptores) y responden a estímulos dolorosos de maneras que sugieren no sólo una reacción refleja, sino una experiencia consciente del dolor, ya que estas reacciones se puede reducir al utilizar anestésicos y analgésicos.
Además, los peces pueden aprender de sus experiencias y recordar eventos pasados, lo que implica un nivel de cognición y memoria.
Los peces también muestran comportamientos sociales complejos. Algunas especies forman jerarquías sociales, cooperan en la caza y el cuidado de los jóvenes, y pueden reconocer a individuos específicos dentro de su grupo. Estas interacciones sociales sofisticadas sugieren una capacidad para expresar emociones y relaciones que antes no se les atribuían.
La percepción de los peces como seres sintientes tiene importantes implicaciones éticas. El reconocimiento de su capacidad para sufrir y experimentar placer plantea preguntas sobre las prácticas en la pesca comercial, la acuicultura y el uso de peces en la investigación científica.
La gestión y el trato de los peces en estos contextos requieren una reevaluación para garantizar que se minimice el sufrimiento y se respeten sus necesidades de bienestar animal.
La evidencia científica contundente sobre la sintiencia de los peces, ha llevado a la comunidad internacional a reevaluar regulaciones, leyes y mejores prácticas en cuánto al uso de los peces en la industria pesquera, acuícola, entre otras.
La Organización Mundial de Salud Animal (OMSA), estableció el código sanitario para animales acuáticos, el cual incluye una sección de bienestar animal para peces. Este código es una guía para los 183 países miembros de la organización, con respecto a legislación y regulación de sanidad animal y salud pública. Chile es un miembro activo de esta coalición. La Comisión para
los Animales Acuáticos recurre a los conocimientos de eminentes expertos internacionales para contribuir al desarrollo de las normas y garantizar que se basen en la información científica más reciente.
Otro desarrollo importante fue la declaración de sintiencia de Cambridge, firmada en julio de 2012 por un grupo de destacados neurocientíficos, la cual afirma que muchos animales no humanos poseen los sustratos neurológicos que generan la conciencia y la capacidad de experimentar estados afectivos y que la conciencia no está limitada únicamente a los seres humanos, sino que también se encuentra presente en diversas especies. Este documento enfatiza que reconocer la sintiencia en estos animales conlleva profundas implicaciones éticas para su tratamiento en la investigación científica, la agricultura, la pesca y el entretenimiento.
Estos avances llevaron a la aprobación de la Ley de bienestar animal en el Reino Unido, en 2022, que exige al gobierno considerar la sintiencia de los animales al crear leyes y regulaciones que los afecten. Esta ley es pionera a nivel global ya que no solo incluye a los peces, sino también a los cefalópodos (como pulpos y calamares) y a los decápodos (como langostas y cangrejos), reconociendo la evidencia científica de su sintiencia.
También la Unión Europea, adoptó una directiva en 2005 que exige se considere el bienestar de los animales, incluidos los peces.
En Canadá, se estableció recientemente el Código de buenas prácticas para producciones de salmónidos, el cual incluye múltiples referencias a intervenciones para garantizar el bienestar de esta especie en producciones acuícolas.
Las industrias basadas en la pesca, producción y consumo de peces son fuertes pilares en la economías de Latinoamérica, siendo Chile uno de los principales productores y exportadores de la región. Sin embargo, la región también se enfrenta a graves problemas de sanidad y bienestar en estas industrias, incluyendo degradación de los ecosistemas, propagación de enfermedades, alto uso de antibióticos y alta mortalidad en las granjas.
Por tanto, es de vital importancia que la industria adopte estrategias basadas en el modelo de “Una sola salud, un bienestar”, promovido por la Organización Mundial de la Salud. Este enfoque reconoce la interconexión entre humanos, animales y ecosistemas. Para mejorar la sustentabilidad, las políticas e intervenciones deben abarcar estas tres dimensiones, asegurando así impactos positivos y significativos en nuestra región.
Ignorar el bienestar de los peces al crear leyes y políticas no solo es una omisión de la evidencia científica disponible, sino que también tiene consecuencias directas en la sustentabilidad de nuestros recursos hídricos y económicos en la región.
Latinoamérica alberga una increíble biodiversidad acuática en ríos, lagos y mares, cuyoequilibrio es esencial para la salud ambiental. La pesca, fuente crucial de alimentos y empleo, requiere sostenibilidad para evitar la sobreexplotación y garantizar recursos para futuras generaciones. Además, el bienestar de los peces impacta la salud humana, ya que peces saludables provienen de entornos limpios, reduciendo riesgos de enfermedades transmitidas por alimentos.
La pesca y la acuicultura, pilares económicos en varios países, pueden mejorar su competitividad en mercados internacionales mediante prácticas responsables y éticas.
A medida que la conciencia global sobre el bienestar animal crece, Latinoamérica tiene la oportunidad de liderar con ejemplos positivos, fortaleciendo relaciones internacionales y su reputación en responsabilidad ambiental y social. Finalmente, muchas comunidades indígenas y locales dependen de la pesca y los ecosistemas acuáticos para su sustento y tradiciones culturales.
Asegurar el bienestar de los peces contribuye a preservar estas culturas y sus modos de vida. En resumen, preocuparse por el bienestar de los peces en Latinoamérica es una cuestión de ética y responsabilidad ambiental, además de ser esencial para la sostenibilidad, salud pública y desarrollo económico de la región.
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