Lo que comenzó como un simple proyecto en un taller de Concepción, hoy es la primera iniciativa de fabricación de vehículos de micromovilidad eléctrica en Chile. Comenzaron con la venta vía encargo y a mediano plazo esperan levantar su propia fábrica que mantenga el espíritu sustentable de la compañía.
Lucas Quiroz y Bruno Osses se conocían desde los 13 años en la ciudad de Concepción. Uno fanático de las bicicletas y el otro de las motos, de una u otra forma siempre terminaban encontrándose cuando buscaban fierros, pernos y horquillas. Pero no fue hasta una conversación casual a inicios de 2020, cuando Bruno invitó a Lucas a su taller, que se fraguó la idea que dio sentido a su gusto por los vehículos de dos ruedas.
En esa tarde, conversando sobre cómo diseñar un cargador portátil, comentaron de manera trivial sobre un nuevo servicio de arriendo de scooters eléctricos que llegó a la ciudad.
“Bruno me comentó que la experiencia de uso y la movilidad era súper buena y yo le pregunté: ‘¿por qué no hacíamos uno nosotros?’. Entonces ahí, dentro de la chatarra, teníamos una bicicleta oxidada, un motor, una rueda y ahí empezamos a formular la idea de cómo hacer un scooter. Obviamente, el planteamiento inicial fue hacerlo solamente de chatarra”, rememora Quiroz, diseñador y cofounder de E-Wood.
Así nació el primer prototipo rudimentario, que ya traía un armazón de madera y un motor de baterías 100% recicladas. Según cuenta Lucas, aquella decisión casi fortuita de incluir la madera, por ser algo que tenían a mano, hoy es visto como un acierto, ya que aporta estabilidad, una excelente relación peso-rigidez, y el carácter propio a su producto.
El paso siguiente fue realizar un modelo con mejores acabados, que diseñaron de manera digital, mejorando además los circuitos y batería. Con eso, consiguieron un fondo de innovación para estudiantes de la Universidad Católica de la Santísima Concepción (UCSC) que les permitió seguir experimentando con prototipos y llegar a su MVP.
El espíritu sustentable de E-Wood se configuró desde el inicio. El dúo apela al concepto de “minería urbana”, rescatando de la basura elementos todavía funcionales como las baterías, las cuales reacondicionan y generan los moldes de soporte vía impresión 3D; y el apoyo en la maestranza local, con una red de talleres y artesanos que les proveen las piezas de madera y metal.
Tras ganar un semilla de Corfo y lograr la incubación en el Incuba UdeC, la startup ya desarrolló dos versiones de su scooter eléctrico: el modelo básico y uno proo. Las diferencias entre ambos radican en la potencia del motor (350 o 700 watts); el tamaño de la batería, que va de los 40 a 55 kilómetros de autonomía; y prestaciones de estabilidad como el ancho de manubrio y batería. Por su parte, la paleta de colores se compone de un azul océano, verde bosque, amarillo enérgico y full black.
Quiroz señala que “nuestra meta en 2023 es seguir vendiendo. Ojalá triplicarla. Eso nos permitirá seguir mejorando aspectos tecnológicos, ya que hasta ahora en Chile no hay nadie produciendo Scooters, pero si hay mucha competencia china. Por eso, diferenciarnos en el factor tecnológico es algo fundamental, también el servicio de soporte técnico y postventa. También es nuestra idea integrar software con una app”.
A mediano plazo, se espera llevar sus scooters a todo Chile y otros países latinoamericanos, además de levantar una fábrica propia para el ensamble y desarrollo de ciertas piezas. Eso sí, dicen no querer abandonar el espíritu de colaboración y redes locales que les permite interactuar con distintos talleres, ni menos abandonar la misión de rescatar baterías que aún son útiles para la micromovilidad.
“Nuestra idea es levantar capital, claro, pero lo mejor de todo es relacionarte con otros dialogar con gente que te aporta otro punto de vista y así también formar mi industria a nivel local, ir generando una una masa de conocimiento que se quede acá en Chile, destacando en la manufactura que es tan rica en el Biobío. Y que sea de Concepción para el mundo. No solo pensamos en que sea una iniciativa local, por qué no impulsar nuestro concepto a Holanda o Alemania, países donde la micromobilidad está instalada y tendría una excelente llegada”, cierra el cofundador de E-Wood.