Turistificación: cuando el turismo transforma y desplaza
En 2024, “turistificación” fue incluida entre las doce palabras candidatas a palabra del año por la Fundación del Español Urgente (FundéuRAE) y la Real Academia Española (RAE). Aunque no resultó ganadora, su presencia en esta prestigiosa selección destacó la importancia de un fenómeno que ha transformado ciudades y comunidades a nivel global. Este término abrió un debate necesario sobre cómo el turismo afecta nuestras vidas y espacios, y nos recordó los riesgos asociados a su falta de planificación.
La turistificación, en esencia, describe cómo un lugar adapta sus dinámicas para satisfacer las demandas de un turismo masivo, muchas veces sin control ni estrategia. Ciudades como Barcelona, Venecia o Ámsterdam han enfrentado serias consecuencias derivadas de este fenómeno, las cuales nos sirven como advertencia:
El turismo masivo, cuando no es gestionado adecuadamente, genera un impacto significativo en diversos ámbitos. Este fenómeno eleva el costo de vida en las comunidades afectadas, desplazando a los habitantes originales debido a alquileres inaccesibles y la desaparición de comercios tradicionales, transformando los barrios en espacios dedicados exclusivamente a los visitantes.
Además, acelera la gentrificación, diluyendo la identidad local y reemplazando los entornos originales con espacios orientados a un público más acomodado o foráneo. Paralelamente, la sobreexplotación de recursos y monumentos culturales compromete su preservación, mientras que la congestión en playas y centros históricos evidencia la urgencia de repensar los límites del turismo masivo para mitigar estos efectos.
En Chile, el número de turistas internacionales sigue en aumento, una oportunidad que no está exenta de desafíos. Hoy más que nunca, es fundamental actuar para evitar los problemas que han afectado a otros países. Una herramienta clave para gestionar este crecimiento son los Planes de Desarrollo Turístico Comunal (Pladetur). Sin embargo, la mayoría de las comunas chilenas carecen de estos planes, mientras que aquellas que los poseen deben actualizarlos para enfrentar las demandas actuales del turismo sostenible.
El gobierno tiene un papel crucial en este proceso, no solo apoyando la modernización de los Pladetur existentes, sino también encantando a los municipios que aún no cuentan con uno, demostrando los beneficios de planificar el turismo con visión de futuro. Es vital anticiparse a fenómenos como la “turismofobia” y garantizar que el desarrollo turístico no sacrifique el bienestar de las comunidades locales.
El 2024 nos dejó una lección clara: el turismo es un motor de desarrollo, pero solo si se gestiona con responsabilidad y planificación. Chile tiene la oportunidad de aprender de los errores de otros países y construir un modelo que equilibre el crecimiento turístico con la preservación del entorno y la calidad de vida de sus habitantes. El momento de actuar es ahora.
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