Un estudio de la Universidad de Buffalo y el Laboratorio Jackson reveló que la duplicación del gen AMY1, responsable de descomponer almidones en glucosa, facilitó la adaptación humana a alimentos ricos en almidón desde hace 800 mil años.
Si alguna vez has luchado por bajar de peso a través de la disminución de los carbohidratos de tu dieta, sabes bien lo difícil que es. Los científicos explican que esto ocurre porque estamos peleando contra miles de años de adaptación genética. Y eso no es fácil.
Veamos. Los humanos tenemos múltiples copias de un gen que nos permite descomponer en la boca el almidón de los carbohidratos complejos, posibilitándonos metabolizar alimentos como el pan y las pastas. Por décadas, la ciencia busca saber cómo y cuándo se expandió el número de estos genes.
Un nuevo estudio de la Universidad de Buffalo (Nueva York) y el Laboratorio Jackson (JAX) –publicado en Science– reveló cómo la duplicación del gen de la amilasa salival (AMY1), no solo puede haber ayudado a la adaptación humana a los alimentos con almidón, sino que puede haber ocurrido hace más de 800 mil años. La amilasa es una enzima que no solo descompone el almidón en glucosa, sino que también le da sabor al pan.
“La idea es que mientras más genes de amilasa tengas, más amilasa puedes producir y más almidón puedes digerir de manera efectiva”, señala el autor del estudio, profesor del Departamento de Ciencias Biológicas de la Facultad de Artes y Ciencias de la UB, Omer Gokcumen.
Los investigadores analizaron los genomas de 68 humanos antiguos, incluida una muestra de Siberia de 45 mil años de antigüedad. Descubrieron que los cazadores-recolectores preagrícolas ya tenían un promedio de 4 a 8 copias de AMY1 por célula diploide, lo que sugiere que los humanos ya caminaban por Eurasia con altos números de copias de AMY1 mucho antes de comenzar a cultivar las plantas y a comer grandes cantidades de almidón.
«Las duplicaciones en nuestros genomas sentaron las bases para una variación significativa en la región de la amilasa, permitiendo a los humanos adaptarse a las dietas cambiantes a medida que el consumo de almidón aumentó drásticamente con la llegada de nuevas tecnologías y estilos de vida», agrega Gokcumen.
En una investigación anterior, el profesor Gokcumen mostró que los animales domésticos que viven junto a los humanos, como perros y cerdos, también tienen un mayor número de copias del gen de la amilasa en comparación con los animales que no dependen de dietas altas en almidón.
Los hallazgos permitirán explorar el impacto en la salud metabólica y descubrir los mecanismos involucrados en la digestión del almidón y el metabolismo de la glucosa. «La investigación futura podría revelar sus efectos precisos y el momento de la selección, proporcionando información sobre la genética, la nutrición y la salud”, agrega la investigadora de JAX, Feyza Yilmaz.
Quizá entonces podamos «manejar» los carbohidratos que nos entregan energía, pero también varios kilos extra.
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