La secuela tiene un equilibrio menos perfecto entre emoción y acción que la primera, con decapitaciones y peleas con espadas que aunque nunca abruman a los personajes, se acercan bastante.
Paul Mescal es el “fascinante centro” de la esperada secuela de Gladiator de Ridley Scott, en la que equilibra el drama emocional y los temas sociales con un espectáculo de acción total.
¿Cómo no amar una película que tiene espadas, sandalias, tiburones en el Coliseo Romano inundado, Denzel Washington con túnicas sueltas y Paul Mescal mordiendo a un babuino?
Hay mucho más que eso, tanto serio como exagerado, en la emocionante y divertida secuela de Gladiator de Ridley Scott -la original que ganó el Oscar a la mejor película hace casi un cuarto de siglo-.
Llena de espectáculo y actuaciones espectaculares, “Gladiador II” es, de lejos, la mejor película comercial del año.
Mescal, una elección contraintuitiva dados sus papeles de personajes sensibles en Normal People y Aftersun, es el fascinante centro de la película, manteniéndola unida con el mismo poder y magnetismo que Russell Crowe le brindó a la original.
La secuela tiene un equilibrio menos perfecto entre emoción y acción que la primera, con decapitaciones y peleas con espadas que aunque nunca abruman a los personajes, se acercan bastante.
Las comparaciones no son gratuitas, porque “Gladiador II” está llena de ecos de la original, en la que el gladiador de Crowe, Maximus, y el vil César, Commodus (Joaquin Phoenix), lucharon a muerte en el Coliseo.
Lucius, el hijo de Maximus con la hermana de Commodus, Lucilla (Connie Nielsen, quien vuelve a ese papel en la secuela), era entonces un niño pequeño al que enviaron lejos de Roma por su propia seguridad.
Quince años después lo interpreta Mescal, más musculoso de lo habitual, pero afortunadamente no inflado hasta las proporciones caricaturescas de un personaje de Marvel.
En los episodios de menor escala, Scott sabe cuándo darle a Mescal los primeros planos que le permiten brillar, exudando la determinación y la ira de Lucius.
Eso es especialmente cierto en sus desafiantes conversaciones con Macrinus, quien aún no sabe que Lucius es el heredero del imperio, pero se pregunta por qué este gladiador puede citar a Virgilio.
La inteligente actuación de Mescal eleva el nivel de la película más allá de su violento combate.
Y parte de la violencia es emocional.
La mayoría de los espectadores sabrán de antemano, como revela el tráiler de la película, que Lucius es el hijo de Maximus, por lo que estamos muy por delante de la mayoría de los personajes.
Pero uno de los episodios más estimulantes tiene lugar cuando Lucilla reconoce al gladiador como su hijo y lo visita en su celda, en un encuentro que desafía nuestras fáciles expectativas.
Sin embargo, bajo su apariencia de complacer al público, el tema de la película sobre el poder político, sobre quién lo ejerce y cómo, es fuerte y tiene un propósito, aunque Scott lo teja cautelosamente en el colorido espectáculo.
Cuando The New York Times le preguntó si veía una conexión entre su Imperio Romano y el mundo político actual, Scott respondió sin rodeos: “Sí. Si no lo vemos, empeoramos”, y agregó: “Intento mantener eso en primer plano” en la película, señalando algunas de las preguntas de Lucius sobre lo que Roma valora.
“¿Es así como Roma trata a sus héroes?”, grita Lucius desde la arena cuando uno de ellos muere.
Ese tema social era evidente en la primera “Gladiador”, donde el senador Gracchus (Derek Jacobi, que vuelve brevemente en la secuela), de mentalidad cívica, advierte contra la subestimación de la superficialidad de la multitud, que se aplaca fácilmente con pan y circo.
“Les traerá la muerte y lo amarán por ello”, dice de Cómodo, que no ofrece más que la distracción de los juegos.
En “Gladiador II”, Lucilla dice: “La gente está cansada de la locura, la tiranía”.
Quién de ellos tiene razón es la pregunta abierta en la secuela, mientras Lucius habla sobre el sueño de su abuelo de una República romana y pregunta a los ciudadanos: “¿Nos atrevemos a reconstruir ese sueño juntos?”.
Si tenemos suerte, Scott puede tener una respuesta. Le dijo a The Hollywood Reporter que tiene una idea para “Gladiador III” inspirada en “El padrino II”. De sus labios a los oídos de los dioses romanos.