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El hombre que nunca existió: el experto en la guerra de Camboya (Parte II) Investigación Captura de pantalla

El hombre que nunca existió: el experto en la guerra de Camboya (Parte II)

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Carlos Basso Prieto
Por : Carlos Basso Prieto Unidad de Investigación de El Mostrador.
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Distintos soldados y suboficiales entregaron datos fragmentarios en la causa que sustancia el ministro Alvaro Mesa respecto del aspecto físico, la personalidad y la preparación cultural que tenía en hombre que estuvo preso en el regimiento Tucapel y que luego fue ejecutado.


Resumen
Síntesis generada con OpenAI
El “Nortino” fue un prisionero ejecutado en 1974 a orillas del Lago Villarrica tras haber estado detenido en el regimiento Tucapel de Temuco. Se trataba de un hombre educado, de unos 25-30 años, apodado también “El Porteño” o “El Telefonista”. Exmilitares testificaron sobre su detención, torturas y ejecución. La violencia en el regimiento era extrema, con abusos tanto contra prisioneros como contra soldados. Su identidad sigue sin confirmarse.
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De “El nortino”, el misterioso hombre sin identificación ejecutado a orillas del Lago Villarrica en 1974, cuya historia relatamos ayer en El Mostrador, solo quedan algunos testimonios judiciales, nunca antes publicados, que quizá sirvan como indicios para que alguien lo reconozca. 

Tal como se explicó, se trataba de una persona educada, que permaneció varias semanas — quizá meses —en una sala ubicada al lado de la guardia del regimiento Tucapel, de Temuco, en calidad de detenido, desde donde fue trasladado en un camión hasta las orillas del cuerpo lacustre. Una vez allí, sin que se sepa por qué, le dispararon un tiro detrás en la nuca, para luego abrir su cuerpo (a fin de que no flotara). Como si eso no fuera suficiente, le cortaron el pene, que dejaron en su boca, en un detalle ilustrativo de la violencia y odio que imperaba entre quienes cometieron dicho crimen.

Según dijo a la justicia uno de los exmilitares que denunció el asesinato, Heraldo Espinoza, recordando los meses previos, en los cuales “El Nortino” permanecía en calidad de detenido en una sala contigua a la guardia del regimiento Tucapel de Temuco, “esta persona tenía como 25 a 30 años, de buena complexión física. Yo le daba café por las noches, lo que era una contravención a la órdenes que teníamos. Se notaba bien instruido, yo conversaba con él, nunca le pregunté por qué estaba ahí. Estaba incomunicado en una pieza como esta en la que estoy en este momento, pensativo, presintiendo talvez lo que le podía pasar. Tenía un colchón, una cama en el suelo. No era rubio ni era moreno tampoco. Puede haber medido como 1.70, no era tan alto. Siempre estaba con un papelito como enrrollándolo en sus manos”. 

Asimismo, precisó que “empezó a crecerle barba y bigotes, no era muy tupido de barba. Tenía el pelo largo porque le había crecido en la detención por la cual estaba. No supe de algún apodo de él ni tampoco su nombre. Su rostro era delgado, no de cara muy larga. Me acuerdo claro del hombre. Se notaba compungido por el hecho de estar preso. No era ni gordo ni flaco, tenía una contextura deportiva. No era tan viejo el hombre. La persona estaba incomunicada. Era una persona instruida, no era un huasito de campo”.

Sin embargo, como consta en distintas partes del proceso instruido por el ministro en visita, el prisionero sí tenía apodos: “El nortino”, “El Porteño” y “El Telefonista” son los que mencionan distintas personas a lo largo de la investigación.

Camboya

A su vez, el segundo testigo que relató el homicidio de “El Nortino”, Manuel Mora, dijo al juez Mesa que “yo descartaría una cara redonda, su fisonomía era más bien delgada, de no más de 1.70. Me consta que a los centinelas les hablaba de la guerra de Camboya, como una persona que tenía esperanza de que iban a cambiar las cosas. Era sociable”.

Al respecto, precisó que “recuerdo que en una ocasión le oí decir lo de Camboya y de unos lagartos, como de fuerzas especiales dentro de la guerrilla, puede ser, o como que ‘en Camboya estamos avanzando’. Yo le oí esto sólo a la pasada, nunca establecí una conversación con él”.

Otros dos exmilitares también lo recordaron en medio de la investigación del ministro en visita. Uno de ellos fue Julio César Jara Castro, quien aceptó que “en la unidad también hubo detenidos por temas políticos, pero había un grupo especial dedicado a ellos, perteneciente al SIM (Servicio de Inteligencia Militar)”.

Respecto del NN, argumentó que “durante las oportunidades que me correspondió efectuar servicios de guardia en el regimiento, recuerdo perfectamente a un detenido que estuvo en la sala de prevención alrededor de un mes, al cual en dos oportunidades le di agua, pero él no hablaba nada, ya que se encontraba muy maltratado, producto de los interrogatorios y las torturas a que fue sometido. Esta persona tiene que haber tenido cerca de 30 años, pero sus rasgos físicos no los recuerdo, como tampoco sé quién lo detuvo y cuál fue su destino. Quienes debieran saber su situación son los integrantes del SIM, quienes veían a los detenidos por temas políticos”.

A su vez, José Joel Matus Salazar aseveró que “esta persona estaba como junior allá”, en referencia a la guardia del regimiento. Aseveró que otro suboficial, de apellido Zúñiga, conversaba harto con él y que “era de 1.70, de unos 25 años para abajo; era una persona a la que le gustaba leer, tomaba el diario, los leía todos; pelo castaño largo, no usaba anillos, le decían ‘El Porteño’. Se notaba educado, nadie llegó a preguntar por él”.

Además, entregó datos acerca de su aprehensión, aunque sin explicar cómo se enteró de ello: “supe que lo habían encontrado en una sede de un partido político y por eso lo detuvieron”, aunque a diferencia de lo señalado por Castro, comentó que “nunca lo vi torturado o en mal estado. Estuvo meses. A Salgado le pregunté, este lo hacía lustrar las botas. La forma de su rostro era alargada. Estaba bien vestido cuando llegó, no usaba bigotes. Alvarado también lo ocupó en la oficina para hacer el aseo”.

Eduardo Zúñiga Díaz por supuesto que lo recordaba. Interrogado al respecto en 2017 señaló que “hubo una persona a la que le decíamos ‘El telefonista’. Nadie lo visitó”.

Sin embargo, agregó que “no supe qué le pasó; era un detenido, debe haber tenido unos 20 a 25 años, el hombre dormía en la misma guardia en un calabozo, puede ser que en el libro de guardia esté el nombre” especuló, aunque ese documento nunca fue encontrado.

Quien también aceptó que había presos políticos dentro de las dependencias del regimiento fue Daniel González Ortiz, el cual aseguró que a cargo de ellos estaba “el chacal Espinoza, junto a su patrulla, denominada Patrulla Chacal”.

La violencia constante

Si lo señalado por Espinoza y Mora es efectivo, en lo relativo a la forma en que asesinaron a “El Nortino” y lo que hicieron después con su cuerpo, la pregunta que subyace es a qué obedece tanta violencia innecesaria.

Sin embargo, basta revisar las declaraciones de quienes formaban parte de ese regimiento por aquellos años para entender que la agresividad, especialmente de los oficiales, era común y no solo se practicaba en contra de los “enemigos”, sino también de quienes laboraban allí.

Carlos Bernal dijo que “recuerdo una ocasión en que Espinoza estaba conversando con una persona en el patio descubierto, a quien un comandante le había regalado un perro policial, que estaba bonito, y toda la compañía vio como el Loco Espinoza, delante del que era dueño del perro, le disparó tres balazos y lo mató”.

Bernal también relató que fue agredido por otro teniente, de apellido Valdebenito, por una supuesta falta disciplinaria: “fui llevado a la guardia del regimiento, donde este me castigó con golpes y quemaduras de cigarro en el pecho y los testículos. También me dio a comer dos cucharadas grandes de sal, las que me puso en la noche para que me las tragara”.

Armando Vallejos Barra, a su vez, aseveró recordar a dos tenientes de apellido García, hermanos entre sí, de quienes dijo que “eran como unos perros”. Uno de ellos, confidenció al juez, se subió a su espalda y saltó sobre ella, por haber fallado en un ejercicio. Hasta hoy en día tiene problemas en la espalda, debido a ello.

Asimismo, según quedó constancia en la investigación, “también sufrió la amputación de un dedo de su mano izquierda por un golpe que le dieron con un fusil en un ejercicio”.

A su vez, Ricardo Gayoso Molina afirmó que “Espinoza era rayado, si hasta a las pololas les colocaba granadas ese loco. No entiendo y hasta ahora todavía no lo hago, de cómo los coroneles no se daban cuenta de que lo hacía, si hasta nosotros nos dábamos cuenta. Rambo no es ninguna cosa al lado de Espinoza”.

José Romero Silva, en tanto, dijo que —al igual que los anteriores— que él nunca se enteró de lo ocurrido en la orilla del Lago Villarrica. “Este hecho no lo supe”, argumentó. Sin embargo, no lo puso en duda: “Es probable que haya pasado así como se cuenta porque Velásquez y el loco Espinoza nos hicieron comer perros en la isla”.

Mañana en El Mostrador:

El hombre que nunca existió: Los tres posibles nombres (Parte III)

 

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