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¡Buenas tardes, habitantes de este calmo Universo Paralelo! Esta edición nuevamente está dedicada a una enfermedad. Reconozco que me cuesta mucho llevar este tipo de temas, dado lo hipocondriaco que soy. Pero como lo hicimos hace poco con el cáncer, no podemos en una revista de ciencia ignorar una enfermedad tan en boga en una sociedad cada vez más envejecida: la enfermedad de Alzheimer.
En esta edición tenemos grandes invitados. Primero, y aunque parezca inusual en este contexto, un doctor en Bellas Artes. Sucede que, como nos cuenta el Dr. Claudio Petit-Laurent Charpentier, el arte es una herramienta fundamental para estudiar enfermedades del sistema nervioso y entender varios de sus aspectos, así como también a modo de terapia.
Luego, la doctora en Ciencias Biomédicas e investigadora del Centro de Biomedicina de la Universidad Mayor, Natalia Salvadores, nos cuenta sobre los esfuerzos para encontrar formas de diagnosticar tempranamente la enfermedad, lo que permite que los tratamientos sean más efectivos.
La imagen de esta semana exhibe el cerebro de un ratón y es obra de la química y doctora en Ciencias Biológicas Macarena Arrázola.
No les digo esta vez que disfruten esta edición. No es fácil disfrutar estos temas, pero siempre es mejor saber y entender las cosas para combatir los miedos. Ayúdennos con la difusión de la ciencia en los medios, compartiendo este Universo Paralelo. Y si les llegó de alguien, ¡inscríbanse ya!
El alzhéimer es una enfermedad neurodegenerativa que afecta progresivamente la memoria, el comportamiento y el pensamiento de las personas. La memoria es el elemento constitutivo de la identidad, por lo que el impacto del alzhéimer no solo es físico, sino también profundamente emocional y existencial.
La memoria es un espacio íntimo donde se guardan experiencias significativas. Así lo señala el investigador español Jesús Conill en su publicación “La intimidad corporal y sus bases neurobiológicas”: “La memoria es una experiencia repleta de vivencias y de significaciones, y que tiene la peculiaridad de ser de cada cual (mía) y se expresa en primera persona, siendo experiencia de sí mismo”.
Por ello, el arte se ha utilizado como herramienta para acceder al mundo interior del paciente. El caso de William Utermohlen (1933-2007) es un ejemplo destacado que evidencia que el arte actúa como un refugio y medio de comunicación cuando las palabras y los recuerdos se desvanecen. Este caso se presenta en la publicación “Creatividad pictórica en la enfermedad de Alzheimer”, de Esther-Lee Marcus, Yakir Kaufman y Amir Cohen-Shalev, en donde se muestran autorretratos del artista en las diferentes etapas de su padecimiento. Dos de ellos se pueden ver en las imágenes que acompañan a este texto.
El alzhéimer plantea desafíos complejos, no solo en términos de salud, sino también en la percepción y en las relaciones interpersonales. El arte ofrece un medio para sobrellevar y colaborar en un proceso doloroso en que las cuidadoras, a través del poder de la empatía y el vínculo humano, se convierten en las verdaderas guardianas del bienestar emocional y físico de quienes padecen esta enfermedad.
“¿Por qué querría saber si tendré alzhéimer cuando sea mayor?”. Es lo que muchas personas se preguntan al escuchar sobre los esfuerzos científicos para desarrollar herramientas para el diagnóstico temprano de esta catastrófica enfermedad.
“Quizá si supiera, podría planificar mi vida antes de perder la memoria para siempre”, es una de las respuestas más comunes. Y esta incertidumbre es entendible, considerando que el alzhéimer es una enfermedad progresiva, para la cual aún no existe cura.
En primer lugar, el área de desarrollo terapéutico para el alzhéimer ha avanzado a pasos agigantados en los últimos años. Desde el 2021 a la fecha, la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA) de Estados Unidos ha aprobado tres tratamientos que, según la evidencia, disminuyen la progresión de la neurodegeneración si son administrados desde las fases iniciales de la enfermedad.
Actualmente el diagnóstico de alzhéimer se basa principalmente en la observación de síntomas. Dado que las alteraciones cerebrales ocurren a lo largo de muchos años, el diagnóstico se realiza cuando la enfermedad está avanzada y el daño es irreversible. Durante décadas, cientos de estudios clínicos de nuevos fármacos han fallado y, probablemente, en muchos casos el motivo ha sido que las pruebas se han realizado en pacientes que se encuentran en etapas avanzadas.
Estos dos puntos deberían ayudar a comprender la importancia del diagnóstico temprano y responder la pregunta inicial. En definitiva, para avanzar en el desarrollo de una terapia eficiente para el alzhéimer, es crucial impulsar el desarrollo de herramientas que permitan su identificación temprana. Esto nos permitirá avanzar hacia un futuro menos oscuro y más esperanzador para esta enfermedad.
Cada semana hacemos las mismas cuatro preguntas a una persona dedicada a la ciencia. En esta edición, entrevistamos a la doctora en Epidemiología Genética, Carolina Ochoa Rosales.
-¿Qué te motivó a dedicarte a la ciencia?
-Desde pequeña fui muy curiosa, quería saber cómo funcionaba todo. Siempre preguntaba el por qué de las cosas, y me volaba la cabeza descubrir la lógica detrás de los fenómenos que me llamaban la atención, especialmente de los biológicos y químicos. Me emocionaba darme cuenta de que todo tenía una explicación lógica.
Soy de profesión bioquímica porque descubrí que esta carrera científica me iba a entregar las respuestas que necesitaba. Luego, seguí especializándome con un doctorado en Epidemiología Genética en Países Bajos, área en la que investigo desde hace 8 años. Actualmente soy académica del Instituto Latinoamericano de Salud Cerebral, BrainLat, de la Universidad Adolfo Ibáñez.
-¿Cuál es la obra científica que más influyó en tu actividad?
-Siempre me llamó la atención la genética. Desde que estaba en el colegio soñaba con estudiar genética y trabajar en el megaproyecto de secuenciación completa del genoma humano, liderado por científicos de Estados Unidos. El 2001 se publicó la secuencia por primera vez en prestigiosas revistas científicas y el 2006 el proyecto se dio por concluido.
Esto ocurrió mucho antes de que me graduara de bioquímica y desde ese entonces las preguntas de investigación y las técnicas utilizadas en los estudios genéticos han avanzado a pasos agigantados. Hoy en día nos enfrentamos a nuevos desafíos en el área, y tengo la fortuna de estar viviendo mi sueño de dedicarme a la investigación en genética, específicamente, estudio los determinantes genéticos y epigenéticos asociados al envejecimiento y la enfermedad de Alzheimer.
-¿Cuál es el problema científico más importante por resolver?
-No existe un solo problema, sino que cada área de estudio enfrenta sus propios desafíos, que se pueden resolver mediante la aplicación del método científico.
Algunos tardarán más o menos en encontrar las respuestas que queremos. Entre los más populares y extendidos están la unificación de las dos grandes teorías físicas que definen el universo: la relatividad general (el comportamiento del universo a gran escala, el mundo que vemos) y la mecánica cuántica (el comportamiento de partículas subatómicas y sus fuerzas, el mundo que no vemos pero que podemos medir). En biología y ciencias médicas diría que el mayor interés es revertir el envejecimiento y aumentar la esperanza de vida libre de enfermedades. En este último tema se puede clasificar mi línea de investigación.
-¿Cuál es la pregunta que te desvela como científica y cómo la enfrentas?
-En vez de una gran pregunta, lo que me llega a desvelar, literalmente, es algún problema o preocupación que esté enfrentando en mi investigación, en el día a día. A veces estoy conciliando el sueño y viene a mi mente la respuesta al problema. Allí es cuando me levanto y voy al computador a escribir la solución, de lo contrario, al otro día no me acuerdo de lo que se me ocurrió. Justo antes de dormir, sin los estímulos y ruidos del quehacer diario, me resulta un gran momento para pensar.
En la imagen observamos un corte sagital del cerebro de un ratón de edad avanzada. Esta fue obtenida mediante una técnica de inmunofluorescencia que permite ver diferentes tipos de células del cerebro usando colores. En verde se aprecian las neuronas del cerebro, mientras que en rojo se distinguen las microglías. Los cambios que sufren estas últimas durante un proceso neurodegenerativo nos permiten estudiar el fenómeno de la neuroinflamación del cerebro.
Esta imagen la tomamos en el laboratorio de NeuroAging del Centro de Biología Integrativa de la Universidad Mayor (@neuroaginglab). En este laboratorio estudiamos los fenómenos que ocurren en el sistema nervioso central a lo largo del envejecimiento, particularmente aquellos asociados a eventos neuroinflamatorios que impactan en la función cognitiva y la memoria en edad avanzada. La imagen que presentamos es parte de un trabajo recientemente publicado en la destacada revista Aging Cell.
La memoria de trabajo como fundamento de la evolución cultural. El concepto de “memoria de trabajo” se define como la retención de una pequeña cantidad de información que se encuentra rápidamente accesible en el desarrollo de tareas cognitivas. La memoria de trabajo facilita la comprensión, el razonamiento y la resolución de problemas.
Existen muchas teorías sobre qué es exactamente la memoria de trabajo, cuáles son sus componentes operativos y cómo esta influye en una serie de elementos de nuestra evolución cultural y social. Una de ellas plantea que tiene al menos cuatro componentes:
Las preguntas que muchos creen necesario responder son: ¿es la memoria de trabajo igual en todas las personas?, ¿es igual a lo largo de las sociedades?, ¿es la misma para todas las culturas e idiomas? Si uno de sus componentes fundamentales es el componente lingüístico, ¿no debería cambiar en distintas sociedades? Y si esto es así, ¿cómo se relaciona la cultura con la memoria?
La hipótesis Sapir-Whorf. Quizás más de alguno de ustedes haya visto la película Arrival, de 2016. La única con un héroe antropólogo que no es Indiana Jones ni Drácula (esta segunda referencia es solo para los más entendidos).
Usando técnicas de resonancia magnética funcional para observar la activación de distintas áreas del cerebro, se ha logrado determinar que existen diferencias culturales importantes en la percepción que los individuos tienen del mundo, en donde se ha planteado –grosso modo– que, mientras los asiáticos son más sensibles a los aspectos contextuales, los occidentales son más orientados a aspectos concretos.
¿Qué hace que un documental trascienda la pantalla y conecte con tantas personas? La memoria infinita (2023), dirigido por Maite Alberdi, no solo es una obra excepcional por su calidad narrativa, sino también por su capacidad de inspirar a quienes la ven.
Paulina, además de ser un pilar en la vida de Augusto, trabajó junto a la Corporación Profesional de Alzheimer y otras Demencias (COPRAD), para promover investigaciones y políticas públicas destinadas a mejorar la calidad de vida de quienes enfrentan esta enfermedad.
Este documental me impulsa a seguir fortaleciendo la investigación y a motivar a otros a explorar soluciones para enfrentar la demencia, particularmente en América Latina, una región cuya diversidad requiere enfoques únicos y colaborativos.
La memoria infinita está disponible en la plataforma Netflix.
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