Publicidad

Cosas de la inteligencia artificial

Publicidad


Presentado por:

Patrocinante

¡Buenas tardes, habitantes de este Universo Paralelo! Este número está dedicado a la afamada –y también temida– inteligencia artificial (IA). La exploramos desde distintos ángulos: su supuesta “inteligencia”, las diferencias con lo humano, su impresionante eficiencia, sus curiosidades más insólitas, los dilemas éticos que despierta y hasta una serie que no te dejará indiferente.

Entre lo filosófico, lo inquietante y lo divertido, realizamos un recorrido completo por una tecnología que ya dejó de ser del futuro.

Hace unos días vi una excelente charla de Derek Muller, creador de Veritasium –un canal de ciencia para públicos amplios–, sobre el impacto de la inteligencia artificial en la educación (la charla está en inglés, pero mucho del contenido de Veritasium ha sido traducido al castellano). La conclusión es que no tendrá ninguno.

La tesis de Muller es controvertida: la enseñanza no puede tener demasiadas innovaciones, ya que llegó, a través de milenios de prueba y error, a su punto de máxima eficiencia. Y este es y seguirá siendo el congregar a un conjunto de estudiantes con un profesor en una sala de clases.

Por supuesto que hay mejores y peores profesores, pero ninguna tecnología será nunca capaz de cambiar radicalmente el carácter social, gregario del proceso de aprendizaje. No lo cambió el advenimiento de la imprenta, no lo cambió la radio, el cine sonoro ni la computadora personal.

  • En cada caso, los titulares hablaban de una revolución en la educación, pero si miramos por las ventanas de las aulas de hoy no veremos nada demasiado distinto a lo que se veía hace doscientos años.

Por cierto, cada uno de estos avances tecnológicos implicó una gran mejora en el acceso a la educación, pero no en la forma de enseñar.

La IA, de hecho, nos muestra claramente cuál es la clave del aprendizaje: el entrenamiento. Pero el entrenamiento duro requiere de motivación y es eso lo que los buenos profesores entregan. Es, además, lo que la inteligencia artificial está aún lejos de tener: curiosidad, propósito, cariño, sentido estético.

El número de hoy habla precisamente de aquello de lo que la inteligencia artificial carece. Y para eso hemos invitado a:

  • Francisco Rivas: neurocirujano y licenciado en Filosofía de la Universidad de Chile. También es escritor, con una prolífera creación literaria, en la que se cuentan aproximadamente 15 novelas, dos volúmenes de cuentos y un libro testimonial.
  • Leonardo Arriagada, doctor of Philosophy (PhD), University of Groningen-Universidad de Chile, quien además es investigador del arte generado por IA.

Y también contamos con la participación de la periodista Francisca Munita.

Prepárense para una edición que habla en código… humano y ojalá la disfruten con un café o lo que elija el algoritmo. Y, por favor, ayúdennos con la difusión de la ciencia en los medios, compartiendo este Universo Paralelo. Y si les llegó de alguien¡inscríbanse ya!

1

EL INSTINTO Y LA CREATIVIDAD NO SE PROGRAMAN

Dr. Francisco Rivas
Neurocirujano y licenciado en Filosofía

Para quienes nacimos a mediados del siglo XX, enfrentarse hoy a una máquina de sofisticación extraordinaria puede resultar desconcertante. Especialmente si nuestro acercamiento a la tecnología ha sido periférico, y si la práctica profesional, como en mi caso, se ha desarrollado en el arte quirúrgico, donde el conocimiento anatómico convive con la intuición, la destreza manual y un profundo respeto por la vida. El cirujano, más que técnico, ha sido siempre un artesano: alguien que reconoce, en la materia viva, una dimensión que escapa al cálculo.

Recuerdo la primera vez que abrí un cráneo y tuve ante mis ojos un cerebro palpitante, un cerebro vivo. Me encontré con un enredado conjunto de circunvoluciones cerebrales que más parecía un nido de gusanos que un “órgano pensante”. Pero fue mi maestro, el Dr. Eduardo Fuentes, quien me enseñó a ver otra cosa. Palpó ese cerebro enfermo con delicadeza, le habló, lo tranquilizó.

  • Y entonces –creo sinceramente que sucedió así– ese órgano le respondió: recuperó su color, se volvió más blando, más receptivo. Aquello no fue magia ni biología. Fue una forma de comunicación profunda, quizás ancestral, que no sabría explicar, pero que me convenció de que ahí, en esa sustancia, reside algo que no es replicable: el alma, el ser, que ninguna máquina podría poseer.

Hoy se dice que la inteligencia artificial (IA) podrá imitar todos nuestros comportamientos, incluso nuestras emociones. Que llegará un punto en que será indistinguible de nosotros.

Sin embargo, si tiene la capacidad de reproducir con tanta perfección las emociones humanas, ¿de qué manera podremos diferenciarnos de ella, de reconocer si nos embroma o nos amenaza? Pero por mucho que la IA intente replicar nuestras emociones, estas no tendrán el instinto humano que las acompaña. Ese mecanismo impredecible y espontáneo que nos lleva a actuar sin razonar, a veces incluso en contra de nuestra lógica o conveniencia.

  • El instinto no se programa, no se entrena: emerge, surge, como un eco de nuestra biología y nuestra historia evolutiva. Ni el más refinado algoritmo podrá capturar su inmediatez ni su complejidad.

Imaginemos una escena brutal: lanzamos un gato recién nacido contra una pared. La reacción de un ser humano ante ese hecho será imprevisible. Algunos se horrorizarán, otros quedarán paralizados, otros actuarán sin pensar.

Esa imprevisibilidad –que no es aleatoriedad, sino humanidad– es lo que ninguna IA puede igualar. Porque la IA no reacciona: responde según lo aprendido. No actúa por impulso, sino por instrucción. Su lógica será siempre externa y nunca dejará de ser fría e insensible como un pescado muerto. La nuestra, en cambio, nace desde lo más profundo del cuerpo y la experiencia.

  • Es posible que esa sea la fatal falencia de la IA: reaccionar en modo automático, aprendido. No se levanta con una idea inesperada ni busca soluciones inéditas por voluntad propia. Al no sentir deseo, nunca podrá tener iniciativa. Sin autonomía ni iniciativa, siempre espera una instrucción externa.
  • No explora: obedece. Puede procesar información a velocidades descomunales, superando cualquier capacidad humana, pero rapidez no equivale a comprensión. Una IA puede diagnosticar con alta precisión, pero no sabe por quélo hace. No reflexiona, no comprende el sufrimiento del paciente ni la incertidumbre de un pronóstico. Su “eficiencia” es una forma de cálculo, no de pensamiento.

Tal vez, como hiciera mi maestro con aquel cerebro vivo, deberíamos aprender a relacionarnos con la IA con respeto, sin temor, reconociendo sus límites y también los nuestros. No se trata de rechazarla, sino de entender que su perfección no es amenaza si recordamos lo que verdaderamente nos distingue: nuestra capacidad de reaccionar desde el instinto, desde esa sustancia blanda, misteriosa y fascinante que llevamos dentro del cráneo. La IA puede parecer humana. Pero no tiene hambre, no teme a la muerte, no ama, no tiembla. No tiene, en el fondo, esa chispa irreproducible que llamamos vida.

2

ÉTICA E INTELIGENCIA ARTIFICIAL: ¿QUIÉN PROGRAMA EL SENTIDO COMÚN?

Cada día hay más decisiones que no pasan por un humano. Algoritmos que eligen por nosotros, en todo ámbito de cosas. Lo que no siempre nos preguntamos es: ¿quién les pone los límites?

  • A diferencia de otras tecnologías, la IA no es solo una herramienta que ejecuta tareas: aprende, predice y toma decisionesEn muchos casos, lo hace de forma autónoma. Esto abre un abanico de dilemas que van mucho más allá de lo técnico: ¿quién es responsable cuando una IA discrimina?, ¿quién explica por qué un algoritmo rechazó a una persona para un empleo, un crédito o una beca?, ¿puede un sistema automatizado tomar decisiones que afecten vidas humanas sin supervisión humana?

La IA no tiene conciencia ni valores. Toma decisiones sobre la base de datos, patrones, probabilidades. Y eso no siempre es sinónimo de justicia. Ya hemos visto casos en los que sistemas automáticos han discriminado a mujeres en procesos de selección, han reforzado estereotipos raciales o han hecho recomendaciones peligrosas. No porque “quieran” hacerlo mal, sino porque aprenden de nosotros… y nosotros no somos precisamente perfectos.

  • Por eso, hablar de ética en inteligencia artificial no es algo teórico.Es urgente. No se trata solo de que las máquinas “funcionen”, sino de cómo funcionan, a quién benefician, a quién excluyen y quién se hace responsable si fallan.
  • Y esto va más allá de los algoritmos que procesan datos. Hoy ya vemos IA capaces de generar imágenes falsas de personas reales, crear videos manipulados –muchos con fines políticos para dañar al “bando contrario”–, suplantar identidades en redes sociales o incluso plagiar trabajos intelectuales completos. ¿Dónde queda el consentimiento, la autoría, la verdad?Lo que antes requería montaje, ahora se hace en minutos con un par de clics.

Aquí no basta con decir “es que el sistema lo decidió”. Alguien lo diseñó, alguien lo entrenó, alguien lo implementó. La tecnología no es neutral y, si no la cuestionamos, puede terminar amplificando las desigualdades en lugar de corregirlas.

  • El desafío es enorme. No solo necesitamos regulaciones claras y transparencia en cómo operan estos sistemas, también necesitamos abrir la conversación: desde desarrolladores hasta usuarios, desde gobiernos hasta escuelas. ¿Qué decisiones estamos dispuestos a dejar en manos de una máquina?¿Queremos eficiencia a toda costa? ¿O queremos sistemas que también sean justos?

La inteligencia artificial puede hacer cosas increíbles, sí. Pero eso no significa que no debamos ponerle límites. Y esos límites tienen que ver con humanidad, con criterio, con empatía. Justo lo que las máquinas no tienen.

3

EL CUESTIONARIO: LEONARDO ARRIAGADA

Cada semana hacemos las mismas cuatro preguntas a una persona dedicada a la ciencia. En esta edición entrevistamos a Leonardo Arriagada, doctor of Philosophy (PhD), University of Groningen-Universidad de Chile, quien además es investigador del arte generado por IA.

-¿Qué te motivó a dedicarte a la ciencia?

-Desde niño, la computación capturó mi interés. Crecí fascinado por las películas de ciencia ficción en las que las máquinas se fusionaban con los humanos, como Robocop, o aquellas donde emergía una conciencia artificial capaz de dominarnos, como en Terminator o The Matrix. Sin embargo, el verdadero punto de inflexión en mi trayectoria fue la viralización de las imágenes generadas por Google Deep Dream.

Recuerdo con claridad cómo, en aquel entonces, trabajaba en un área completamente ajena a la inteligencia artificial, el Transantiago, y aun así, el fenómeno era tema de conversación en todas partes. Las alucinantes imágenes de cerdos-caracoles o perros-peces que esa red neuronal veía en las nubes planteaban una pregunta fascinante: ¿estábamos viendo a las máquinas soñar? Ese cuestionamiento marcó el inicio de mi investigación en este campo.

-¿Cuál es la obra científica que más influyó en tu actividad?

-La inteligencia artificial es un campo en constante evolución, por lo que identificar una única obra resulta complicado. Sin embargo, ciertos hitos han marcado momentos decisivos. Por ejemplo, Google Deep Dream abrió el debate sobre la percepción y creatividad en las máquinas. Más adelante, el desarrollo de las redes generativas antagónicas (GANs) supuso un salto cualitativo. Estas redes, que integran un generador y un discriminador en un proceso de retroalimentación continua, permiten que la creación se evalúe y mejore de manera autónoma.

Un ejemplo emblemático es el Portrait of Edmond de Belamy, creado por el colectivo francés Obvious. Esta obra, generada íntegramente con GANs, se subastó en Christie’s en 2018, alcanzando un valor sorprendente y marcando un antes y un después en el reconocimiento del arte generado por IA, al evidenciar su capacidad para incursionar en los mercados tradicionales del arte.

-¿Cuál es el problema científico más importante por resolver?

-Uno de los grandes desafíos actuales es la falta de precisión en el uso del término “inteligencia artificial”. Con frecuencia, se agrupan bajo el mismo concepto sistemas que operan con principios completamente distintos. Por ejemplo, una imagen generada mediante una GAN es fruto de un proceso en el que la propia IA evalúa y ajusta su creación, lo que implica un cierto grado de autonomía computacional. En cambio, los modelos de difusión, como los utilizados en DALL·E o Midjourney, funcionan de manera distinta: aplican y reducen ruido sobre un input determinado, siguiendo reglas predefinidas que limitan la autonomía del sistema.

Sin embargo, muchas críticas a la creatividad de la IA parten de una confusión entre estos enfoques. Investigadores de renombre cuestionan la capacidad creativa de la inteligencia artificial basándose en modelos de difusión, sin considerar –o ignorando deliberadamente– que existen enfoques como las GANs, que sí exhiben autonomía en la generación de imágenes.

-¿Cuál es la pregunta que te desvela como científico y cómo la enfrentas?

-En un contexto donde la IA avanza a pasos agigantados en prácticamente todas las áreas del conocimiento y la creación, resulta desconcertante la falta de políticas públicas orientadas a incorporarla de manera estructural. Pero, sin duda, lo que más me inquieta es la discriminación hacia lo producido por inteligencia artificial.

Existe una tendencia a valorar lo humano por sobre lo no humano, como si la creatividad y la innovación solo pudieran ser legítimas cuando provienen de nosotros. Este sesgo me parece un acto de soberbia intelectual y me motiva a desmontar mitos en torno a la IA, demostrando que muchas críticas se basan en prejuicios infundados más que en un análisis riguroso.

4

LA IMAGEN DE LA SEMANA

Imagen creada por Illusion Diffusion.

Hay ciertas tareas en las que somos enormemente mejores que la mejor inteligencia artificial. Una de ellas es el procesamiento de cierto tipo de imágenes. Sobre todo, cuando la imagen no está allí objetivamente, sino que se debe extraer de un contexto subjetivo. Un ejemplo son algunas ilusiones ópticas.

  • Irónicamente, muchas de estas ilusiones se fabrican con facilidad utilizando modelos de inteligencia artificial, como la que se muestra en la imagen aquí expuesta, que creé usando la herramienta Illusion Diffusiondisponible online aquí.

Mi propio rostro aparece dibujado entre los edificios, la cordillera y la vegetación, y solo se puede ver si nos alejamos o entrecerramos los ojos.

En una época donde los computadores pueden ver, pensar y escribir, la tarea de distinguir entre lo humano y lo artificial se ha vuelto cada vez más compleja. Por eso, estas áreas en las que superamos a las máquinas son cruciales cuando queremos demostrar que somos seres biológicos.

  • Estamos ya acostumbrados, por ejemplo, a que se nos ponga a prueba con esos sencillos desafíos llamados CAPTCHAs. Pero cada día los algoritmos nos van derrotando al mejorar sus capacidades.

Recientemente, un equipo de investigadores propuso una solución basada en las ilusiones ópticas (se trata aún de un preprint que no ha pasado por la revisión por pares). Crearon IllusionCAPTCHA, una tecnología que aprovecha nuestra ventaja para ver formas emergentes, objetos que no están allí, patrones que captamos con intuición, y que confunden a los más avanzados algoritmos.

Más allá de las aplicaciones, las ilusiones ópticas son un interesante campo en donde se revela nuestra naturaleza humana. Esto, porque la evolución darwiniana no nos modeló para ser precisos en describir el mundo exterior, nos modeló para ser mejores en sobrevivir y reproducirnos. Y en ese desafío, muchas veces es mejor no ver lo que hay, sino lo que nos conviene ver.

El avance de la inteligencia artificial nos empuja, obligándonos a refugiarnos en los lugares más genuinamente humanos. Es allí donde mejor podemos comprender nuestra propia naturaleza.

5

BREVES PARALELAS

Por Francisca Munita
Periodista

MANUAL EXPRÉS PARA ENTENDER LA IA (PERO SIN ROBOTIZARTE)

Romeo, Romeo, ¿dónde estás que no te veo? En tu algoritmo.
No reniegues de la IA, ya está metida en tu vida. No es solo ChatGPT o DALL·E. La IA te conoce mejor que tu ex: sabe qué ves, qué compras, qué ruta tomas (y a la hora que lo haces) y hasta qué emoji usas más.

De lo bueno, poco; y bien usado, menos.
Menos del 10% de la humanidad sabe sacarle real provecho a la IA. Mientras algunos están automatizando su vida, otros siguen peleando con el Excel. ¡Vamos ahora por esa #VentajaComparativa!

La IA también deja huella (ambiental).
Entrenar un modelo como GPT puede generar más de 280 toneladas de CO₂ (como volar 125 veces a China) y usar 700 mil litros de agua. Eficiente, sí. Sustentable… mmm, falta.

¿Quién la usa más? Aquí el ranking:

  1. Singapur:ultrafan, con política pública pro-IA.
  2. Dinamarca:bien organizada y educada.
  3. UU.:top en desarrollo y uso.
  4. India y China:confían más en la IA que en los horóscopos.
  5. Chileeeeee:puntero en América Latina (sí, leíste bien). Somos la Miss Latam IA.

CURIOSIDADES: NI TERMINATOR SE ATREVIÓ A TANTO

No discuto con humanos (pero puedo hacerte sentir peor).
Algunas IA están entrenadas para ser empáticas. Así que, si llegas con rabia y quieres desquitarte con ellas, te responderán: “Entiendo tu frustración”. ¿Terapia o ironía digital? (ChatGPT: 1 – Peleadores: 0).

Claro que Grok, de Elon Musk e integrada a la red social X, es como el primo rebelde de ChatGPT. Irónico y mordaz, no tiene filtro. No te dirá “entiendo tu frustración”, sino “¿has probado dejar de ser tan dramático?”. Además dará opiniones controvertidas, por ejemplo, en política (ya los tuiteros lo han tratado de “facho pobre” y de “zurdo caviar”; lo vi con mis propios ojos).

IA machista, ¿en serio? ¡¡¡¡Lo que faltaba!!!!
Sí, y no porque lo quiera. Aprendió de datos sesgados. Por ejemplo, el algoritmo de Amazon descartaba a mujeres para roles técnicos, simplemente por aprender del historial de contrataciones previas. (¡Los pillamos!).

La primera ciudadana robot fue… saudí.
Sophia, robot humanoide, recibió ciudadanía en Arabia Saudita (octubre 2017). El mundo aplaudió, hasta que alguien preguntó: “¿Y las mujeres humanas saudíes con menos derechos que el robot?”. Es que Sophia ya era la reina: hablaba en público sin permiso; no usaba abaya ni hiyab; iba a eventos mixtos sin drama; salía en la tele sin censura; conversaba con hombres muy relajada. (Claro, como te programaron solo para obedecer).

Tu tatarabuelo parpadeó.
Con Deep Nostalgia puedes animar fotos antiguas. Y sí: tus antepasados te miran, mueven la cabeza, ¡y parece que te van a hablar! Nostalgia o película de terror: tú decides.

Un poema tan bueno que engañó a Japón.
En 2016, una IA escribió un poema que pasó la primera ronda de un concurso literario. El jurado no sabía que era artificial. ¡Exijan categoría aparte! Lo justo es justo, ¿no?

¡Ya son artistas!
Imitan a Bach, Rembrandt y Van Gogh con tanto detalle que sus obras se han vendido por miles de dólares y expuesto en museos. La IA no llora, la IA factura.

Bienvenidos al club de los anti-IA.
Sí, como los antivacunas. Este grupo tiene miedo a perder el trabajo, a los deepfakes, a los robots espías y a que un bot te gane en ajedrez.

Protestas, huelgas y campañas:

  • Guionistas de Hollywood (2023): “¡No más guiones hechos por robots!”.
  • Artistas en DeviantArt y Behance, furiosos por los plagios de IA.
  • Estudiantes en Corea protestando contra tutores-IA que reemplazaban profes.

La revolución no será televisada, pero sí probablemente generada por IA.

6

RECOMENDACIONES: LA IA QUE TE AYUDA Y TAMBIÉN TE INCOMODA

Por Francisca Munita
Periodista

Recomendaciones de IA para vivir mejor (alegría, alegría)

Ahorra tiempo en tareas repetitivas:
– La IA puede ayudarte a responder correos, generar informes, clasificar documentos y agendar reuniones.
– Herramientas: ChatGPT, Outlook con IA, Google Workspace.
– Ahorro estimado: 1 a 2 horas diarias.

Mejora tu redacción y comunicación:
– Redacta correos claros, arma presentaciones, corrige ortografía y traduce documentos.
– Herramientas: Grammarly, DeepL, ChatGPT.
– Ahorro estimado: 30 a 60 minutos diarios.

Automatiza el análisis de datos:
– Revisa planillas, crea gráficos y detecta patrones o errores rápidamente.
– Herramientas: Excel Copilot, Power BI, Google Sheets.
– Ahorro estimado: hasta 3 horas en tareas complejas.

Organiza tus tiempos y tareas:
– Prioriza lo importante, evita distracciones y planifica con claridad.
– Herramientas: Notion AI, ClickUp, asistentes virtuales.
– Ahorro estimado: 30 minutos diarios.

Aprende más rápido y resuelve dudas:
– Busca soluciones técnicas, comprende conceptos y prepara capacitaciones.
– Herramientas: ChatGPT, YouTube con IA, Khan Academy.
– Ahorro estimado: variable, pero significativo.

¿Resultado?
– Entre 2 a 5 horas ahorradas al día. Hasta 25 horas semanales. Más de 3 días laborales al mes.
– Prepárate para un fin de semana largo, sumándolos al sábado y domingo. Claro que las recomendaciones de lugares las dejo para otro número.

Bonus track: la IA también puede ayudarte en casa. Organiza compras, rutinas familiares, menús y recetas personalizadas según lo que tienes. Cuenta cuentos, controla pantallas, apoya en tareas escolares y maneja tus finanzas sin complicaciones. Dato curioso: hay collares inteligentes que detectan cómo se siente tu perro según cómo ladra.

Black Mirror 7: cuando la ficción se siente demasiado real

Ahora que tienes más tiempo gracias a la IA, te recomiendo ver la serie Black Mirror, que regresa con fuerza en su séptima temporada. Estrenada el 10 de abril de 2025 en Netflix, cuenta con seis episodios que exploran cómo la inteligencia artificial transforma la identidad, la memoria y nuestras relaciones más íntimas.

  • La crítica la ha elogiado por su capacidad de anticiparse al presente y por mostrar, con crudeza y humanidad, el lado oscuro de la tecnología.

Destacan episodios como “Hotel Reverie” y “Eulogy”, donde la IA moldea recuerdos y simula emociones con una escalofriante precisión.

  • El primer capítulo,“Common People”ha generado gran revuelo por su carga emocional: muchos lo describen como devastador, incómodo y tan realista que por momentos parece más documental que ciencia ficción.

Una temporada que no solo entretiene: sacude, remueve y deja pensando.


Presentado por:

Patrocinante

Y esto es todo en esta edición de Universo Paralelo. Ya sabes, si tienes comentarios, recomendaciones, fotos, temas que aportar, puedes escribirme a universoparalelo@elmostrador.cl. Gracias por ser parte de este Universo Paralelo.

  • Mis agradecimientos al equipo editorial que me apoya en este proyecto: Fabiola ArévaloFrancisco Crespo, Francisca Munita, Camilo Sánchez y Sofía Vargas, y a todo el equipo de El Mostrador.

Inscríbete en el Newsletter Universo Paralelo de El Mostrador, súmate a nuestra comunidad donde el físico Andrés Gomberoff te llevará por un viaje fascinante a través del mundo de la ciencia.

Publicidad

Tendencias